Negociar es una técnica que, como todas, se aprende emulando y se perfecciona con la práctica, pero tiene también algo artístico, intuitivo e innato. Hay negociadores que aunque efectivamente mejoren con el tiempo, lo han sido siempre y, aún sin saberlo, han manejado elementos y herramientas que resultan comunes en todo tipo de acuerdo.

Lo cierto es que nos pasamos la vida negociando, pactando, muchas veces sin darnos cuenta. Lo hacemos incluso cuando aún cuando el conflicto no ha llegado a surgir.

Uno de los problemas fundamentales para el éxito en cualquier negoción son esos mecanismos, que llamamos de distorsión cognitiva, y que hacen que interpretemos de modos tan diferentes lo aparentemente único; y lógicamente crecen a medida que la gravedad del asunto lo hace y de cómo de testarudos e incivilizados seamos, que también.