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Eclesiastés-130 Aguijones y clavos I

Eclesiastés-130 Aguijones y clavos I
Jul 10, 2023 · 10m 14s

“Las palabras de los sabios son como aguijones; y como clavos hincados son las de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor. Eclesiastés 12:11 presenta lo que el...

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“Las palabras de los sabios son como aguijones; y como clavos hincados son las de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor. Eclesiastés 12:11 presenta lo que el libro de Eclesiastés está intentando enseñarnos. En primer lugar, el sabio nos presenta aguijones que incomodan, pero que a la vez nos provocan a actuar. Y en segundo lugar, y de forma complementaria, hay clavos que nos dan la estabilidad que necesitamos para vivir una vida sabia. En esta reflexión trataremos los aguijones que nos presenta el libro de Eclesiastés y en la próxima presentaremos los clavos que nos afirman.

Los aguijones de los que habla el libro no son los de un escorpión. Más bien habla del instrumento que usa el ganadero para motivar a sus animales a seguir adelante cuando tienen la tentación de quedarse plantados en un lugar. Los aguijones nos provocan a examinarnos y no quedarnos donde estamos.

Dios presenta en Eclesiastés tres aguijones que nos ayudan a reconocer nuestra insuficiencia y la necesidad que tenemos de alguien mayor que nosotros.

Los tres aguijones que presenta Eclesiastés son:
1.La incapacidad de controlar el universo material
2.La incapacidad de plena satisfacción en este mundo material
3.La incapacidad de prolongar nuestra existencia

El primer aguijón es que no podemos controlar el universo material.

Eclesiastés 1:4-10 dice “Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece. Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta. El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo. Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo.
Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír. ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol.
¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido.”

¿Conoces a alguien que pueda controlar el clima? El libro de Job nos recuerda que como humanos, somos incapaces de controlar el universo en que vivimos. No hay nada nuevo bajo el sol, y por mucho que intentemos llegar adonde otros no han llegado y conseguir controlar este universo, cosas grandes y pequeñas se nos escapan de las manos.

Es ese afán de control lo que lleva a muchos a vivir una vida controlada por el estrés, a tal punto que sus propios cuerpos dejan de funcionar como debieran. Dios nos permite experimentar esta incapacidad de controlar cada situación para que miremos hacia aquél que creó y controla este universo, y que como dice el Salmo 115:3 “todo lo que quiso ha hecho.”

En segundo lugar, no somos capaces de llegar a un nivel pleno de satisfacción en esta tierra. No hay nada en este universo material que nos pueda satisfacer. No importa cuánto pueda alcanzar el ser humano, siempre queda esa sensación de que falta algo más. Esto es lo que lleva a la avaricia, al agotamiento o a los conflictos.

El predicador en Eclesiastés cuenta cómo él, siendo rey en Jerusalem, consiguió disfrutar de placeres que muchos quisieran tener:

Adquirió conocimientos mayores que cualquiera de su época: Dice en el capítulo 1

“Miré todas las obras que se hacen debajo del sol” (1:14)

“Hablé yo en mi corazón, diciendo: He aquí yo me he engrandecido, y he crecido en sabiduría sobre todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; y mi corazón ha percibido mucha sabiduría y ciencia.” (1:16)

“Y dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos “(1:17)

También disfrutó de placeres que le trajeran alegría. Dice en el capítulo 2:

“Dije yo en mi corazón: Ven ahora, te probaré con alegría, y gozarás de bienes. (2:1)

Prosperó económicamente hasta ser conocido por sus riquezas. Dice:

“Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas, planté para mí viñas; (2:4)
Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados de reyes y de provincias; (2:8)

“Y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; a más de esto, conservé conmigo mi sabiduría.

Resumiendo, nos dice el el versículo 10 del segundo capítulo:

“No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena.” (2:9-10)

Y sin embargo, al analizar todos sus logros, no encontró plena satisfacción, sino que descubrió el tercer aguijón del ser humano.

El sabio rey llegó a la conclusión de que todo en este mundo era vanidad y aflicción de espíritu (1:14; 2:11)

El tercer aguijón trata de la vanidad de la vida. En los versículos 14-21 del segundo capítulo, el orador lo describe muy nítidamente:

“El sabio tiene sus ojos en su cabeza, mas el necio anda en tinieblas; pero también entendí yo que un mismo suceso acontecerá al uno como al otro. Entonces dije yo en mi corazón: Como sucederá al necio, me sucederá también a mí. ¿Para qué, pues, he trabajado hasta ahora por hacerme más sabio? Y dije en mi corazón, que también esto era vanidad. Porque ni del sabio ni del necio habrá memoria para siempre; pues en los días venideros ya todo será olvidado, y también morirá el sabio como el necio.”

“Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu. Asimismo aborrecí todo mi trabajo que había hecho debajo del sol, el cual tendré que dejar a otro que vendrá después de mí.
Y ¿quién sabe si será sabio o necio el que se enseñoreará de todo mi trabajo en que yo me afané y en que ocupé debajo del sol mi sabiduría? Esto también es vanidad.”

“Volvió, por tanto, a desesperanzarse mi corazón acerca de todo el trabajo en que me afané, y en que había ocupado debajo del sol mi sabiduría. ¡Que el hombre trabaje con sabiduría, y con ciencia y con rectitud, y que haya de dar su hacienda a hombre que nunca trabajó en ello! También es esto vanidad y mal grande.”

Esta reflexión del Predicador en Eclesiastés ilustra muy claramente la reacción más fácil y lógica ante los tres aguijones de la vida. Es fácil reaccionar ante nuestras limitaciones cayendo en la angustia y el desánimo.

Pero los versículos que le siguen a esta lamentación nos ofrecen una segunda reacción, menos natural, pero mucho más conveniente y provechosa para nuestra vida.

“No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma se alegre en su trabajo. También he visto que esto es de la mano de Dios” (2:24)

En Eclesiastés 3:12-13 lo reitera:
“Yo he conocido que no hay para el hombre cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida;
y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor.

Esta vida es un regalo de Dios. Dios nos ha puesto límites, pero estos límites no están para frustrar nuestra existencia, sino más bien para que disfrutemos la vida en Su compañía, sabiendo que Él puede suplir lo que a nosotros nos falta. Y si entendemos esto, podremos alegrarnos de lo que tenemos y disfrutar este universo material de forma sana.

Descubre en la próxima reflexión los clavos que Dios ha establecido para que podamos mantenernos firmes y disfrutar del regalo de la vida.
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Author David y Maribel
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