Sevilla contada es la audioguía que recorre la capital hispalense tal y como era en el siglo XVI. En www.larutadelapeste.com y de la mano de La Peste, la producción original de Movistar +, encuentra 11 de sus localizaciones y conoce la verdadera historia que rodea la serie.

La Peste disponible completa bajo demanda el 12 de enero en Movistar Plus.

AUDIOGUÍA CÁRCEL REAL

Aquí, justo aquí, estaba la Cárcel Real de Sevilla.

«Universidad de los pícaros y Colegio Mayor del Hampa, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación».

Palabras de Miguel de Cervantes, preso en 1597, en el Prólogo de Don Quijote para describir un espacio, triste, sucio y cruel.

Un enorme edificio de tres plantas, tétrico, imponente, con rudos muros de cantería y ladrillo. Una fachada de más de 18 metros, enmarcada por pilastras toscanas. Una mole.

En la fachada, el escudo de armas de la ciudad y los blasones de don Francisco Hurtado de Mendoza, conde de Monteagudo y marqués de Almazán, entonces el Asistente de la Justicia y el responsable de las obras de reforma para ampliarlo. Más arriba, las armas reales y un medio relieve que representa a la Justicia y en sus flancos las efigies de la Fortaleza y la Templanza. Además, un retablo con la Visitación. Por todo el conjunto en 1587 se le pagaron 140 ducados al artista portugués Vasco Pereira.

Esperad… se acerca un cortejo. Es el rey.

El rey Felipe II visitó la ciudad en 1570. Hizo detener el cortejo, al paso por esta calle, frente a la cárcel, cuando los gritos de las reclusas pidiendo misericordia se hicieron ensordecedores.

Esos gritos, como tantos otros, acompañaron la vida de la cárcel durante toda su existencia. Hay datos de ella a principios del siglo XIV y noticia de su cierre en 1837.

Vamos dentro….

En los años de La Peste, la producción original de Movistar+, el edificio se organizaba en torno a un patio principal, presidido por una fuente octogonal, que se abastecía de los Caños de Carmona. En torno al patio se situaban los calabozos, construidos en 1418, que tenían una profundidad de 3 metros.

Hasta 1000 reclusos podían estar detenidos al mismo tiempo. En un año hasta 18.000 pasaban por sus celdas, ranchos y galeras. Los delitos eran amplios y diversos: homicidios, asesinatos, pecado nefando, robos, hurtos, asaltos de casas o caminos, escalamientos de moradas, falsificación de cédulas y de monedas, hechicería, prácticas abortivas, violaciones. Para las mujeres, lo más habitual eran la prácticas deshonestas, por amancebamientos, o por ser ladronas o hechiceras.

«Todas las plagas de Egipto, todas las penas del infierno se cifran en ese asqueroso albergue, donde se hallan corrompidos casi todos los elementos".

Lo dejó dicho uno de los huéspedes forzosos de la Cárcel Real, Mateo Alemán, autor del Guzmán de Alfarache, una de las obras cumbres del siglo de Oro y de la picaresca.

Era un lugar de castigo, pero también de negocios. En el interior había huertos y tabernas. Por todo se pagaba: por el agua, por la intimidad de una celda, por no tener que convivir en uno de los pabellones con otros trescientos reclusos, por la comida, por las visitas, por escribir cartas, por leerselas a los analfabetos.

Cobraban los alguaciles, los bastoneros, una especie de ordenanzas, cobraban los presos más veteranos que administraban las letrinas, por las que también había que pagar, especialmente para pisar las piedras que impedían hundirse en los excrementos. Ahí, en sus profundidades, se refugiaban los reclusos que esperaban castigo de latigazos, enterrados en las heces, hasta donde los alguaciles no se atrevían a llegar.

En 1835 la cárcel fue cerrada. Quedó un solar de 1667 varas cuadradas y diversos usos. Fue sede del Círculo de Labradores y Propietarios, luego hotel y café, un banco y una caja de ahorros.

Y allí, a ese lugar tétrico y cruel, acude Mateo, protagonista de La Peste, buscando a Valerio para cumplir su promesa...