El segundo año de profesor me encargaron ser el tutor de 2º de BUP, el actual 4º de ESO. Era un profesor joven, con un curso y medio de experiencia. Entonces me gustaba repetir: "Cada familia tiene la tutoría que se merece". Lo decía porque había experimentado que los padres confiaban en mí, a pesar de mi inexpertez, seguían mis sugerencias y entre todos –así lo veía– conseguíamos sacar a su hijo adelante.
Sin embargo, con otros notaba por su comunicación no verbal, que algo no acababa de convencerles y no conseguía crear un clima de confianza, a pesar de mis esfuerzos. Enseguida comprobaba cómo tampoco su hijo creía en lo que yo le decía. Y la cosa no salía bien.
¿Cada familia tiene la tutoría que se merece?
Ahora me sonrío de la seguridad con la que hacía esta afirmación. ¿Acaso, como tutor, no tenía yo ninguna responsabilidad sobre la mucha o poca confianza de las familias? Es evidente que sí, que algo puede hacerse para reconducir la desconfianza. O para incrementar la confianza. ¿Cómo hacer, pues, para generar confianza en las familias?