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Semana_Santa05-jueves

Semana_Santa05-jueves
Mar 28, 2024 · 8m 47s

Hasta este punto en la semana, Jesús había estado enseñando en el templo todos los días. Ya no volvía a Betanía por la noche sino que acampaba con sus discípulos...

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Hasta este punto en la semana, Jesús había estado enseñando en el templo todos los días. Ya no volvía a Betanía por la noche sino que acampaba con sus discípulos en Getsemaní, un huerto en las laderas del monte de los olivos. Ahora, el jueves por la tarde, se preparaba para celebrar la cena pascual con sus discípulos en un aposento alto en la ciudad.

Lucas 22:7-46
“Llegó el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la pascua.
Y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id, preparadnos la pascua para que la comamos.
Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos?
Él les dijo: He aquí, al entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entrare, y decid al padre de familia de esa casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos?
Entonces él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad allí.
Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua. Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles.
Y les dijo: ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca!

Jesús hizo algo inesperado después de esta cena. Utilizando los elementos de la cena, el pan sin levadura y el fruto de la vid, Jesús estableció una representación de lo que ocurriría el día siguiente. Su cuerpo sería roto y su sangre derramada en una cruz romana.

Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios.
Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga.
Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.

De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama. Mas he aquí, la mano del que me entrega está conmigo en la mesa. A la verdad el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!
Entonces ellos comenzaron a discutir entre sí, quién de ellos sería el que había de hacer esto.

Parece difícil que en un momento tan sobrio, los discípulos podrían estar preocupados por el tema de su posición en el futuro reino de Cristo, pero así fuen. Jesús les había lavado los pies porque ninguno de ellos estaba dispuesto a hacer el trabajo de un siervo, pero de alguna forma todavía no habían captado el mensaje de la humildad de su Maestro.

Hubo también entre ellos una disputa sobre quién de ellos sería el mayor.
Pero él les dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores;
mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve.
Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve. Pero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas. Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel.

Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos. El le dijo: Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte. Y él le dijo: Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces.

Y a ellos dijo: Cuando os envié sin bolsa, sin alforja, y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos dijeron: Nada.
Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una.
Porque os digo que es necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito: Y fue contado con los inicuos; porque lo que está escrito de mí, tiene cumplimiento. Entonces ellos dijeron: Señor, aquí hay dos espadas. Y él les dijo: Basta.

Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron.
Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación.
Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.
Cuando se levantó de la oración, y vino a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza; y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos, y orad para que no entréis en tentación.”

Mucho sucedió aquel día en el que comerían el cordero de la pascua. Los discípulos buscaron el lugar y el cordero, lo prepararon, y pudieron juntarse esa noche a comer con el Señor lo que se denomina hasta hoy la última cena. Jesús sabía lo que seguiría a esta cena. Sabía que su hora llegaba. Mas sus discípulos no lo anticipaban. Para ellos era otra pascua más. Aunque Jesús les estaba avisando de lo que venía, ellos no llegaban a entenderlo. Quizás por eso seguían discutiendo sobre quien era el mayor entre ellos, quien podría ser el que no seguía al Señor con todo su corazón, o cuántas espadas tenían en posesión. El hecho de que no llegaban a entender lo que se acercaba explica que después de cenar, cuando fueron al huerto a orar, los discípulos se quedaran dormidos mientras Jesús agonizaba en oración. Su Padre sí sabía lo que venía, y le envió un ángel que lo fortaleciera. Jesús, fortalecido y dispuesto a llevar a cabo la obra a la que había venido aquí a la tierra, despertó a sus discípulos y los animó a orar, para no entrar en tentación. Simón Pedro, el que pensaba estar firme, el que prometió seguir a Cristo hasta la muerte no sabía que una gran tentación se le iba a echar encima.

¿Estás tú atento a las tentaciones que puedan avecinarse? ¿Pasas tiempo en oración para ser fortalecido? Es fácil descuidarnos cuando no entendemos que se aproxima la prueba. Quizás por eso el Señor nos exhorta a velar en oración. No que debemos orar y no dormir, pero recordemos que nuestra fuerza para superar las pruebas viene de Dios. No seamos como los discípulos esa noche en Getsemaní, porque perderemos la oportunidad de fortalecernos en el poder de la fuerza de Dios.
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Author David y Maribel
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