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Pedro-164 Las cartas de Pedro

Pedro-164 Las cartas de Pedro
Jul 8, 2022 · 6m 21s

Las cartas de Pedro Si hubieras tenido que salir del lugar donde vivías porque había inestabilidad política y social, y hubieras además huído de un clima de persecución por tus...

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Las cartas de Pedro

Si hubieras tenido que salir del lugar donde vivías porque había inestabilidad política y social, y hubieras además huído de un clima de persecución por tus creencias, seguro que recibirías con gratitud una carta de ánimo. Las cartas de Pedro iban dirigidas en primera instancia a los cristianos que habían sido dispersados por las diferentes regiones de lo que ahora es Turquía. Roma estaba revuelta y moralmente corrupta. Había llegado a tal punto que los judíos se referían a esta con el nombre de Babilonia, haciendo memoria de la ciudad corrupta de antaño. 

Pedro les escribía con la ayuda de Silvano, como leemos en 1 Pedro 5:12. Este era posiblemente el mismo Silas que acompañó al apóstol Pablo en sus viajes misioneros y que habría ayudado a establecer algunas de estas congregaciones formadas por gentiles y judíos. 

El ministerio de Pedro había sido mayormente a los de etnia judía, pero vemos que Pedro se dirige aquí, a través de Silvano, un hermano que había dado su tiempo y dedicación junto con Pablo para presentar el evangelio a los gentiles, y anima tanto a judíos como a gentiles que habían reconocido a Jesucristo como Señor a vivir la fe cristiana a pesar de las dificultades que estos estaban viviendo, y a no seguir la conducta de “los gentiles”, refiriendose a aquellos que vivían su vida independientemente de la ley moral de Dios. Pedro les recuerda a los destinatarios desde el primer saludo de su carta, que habían sido “elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo.” No eran prófugos que no tenían quien los defendiera. Dios estaba al tanto de su situación y estaban cubiertos en Cristo. En Roma, los cristianos ya estaban sufriendo abiertamente a manos de un gobierno corrupto que se había declarado abiertamente en contra del Dios verdadero. La persecución ya había comenzado a notarse en las regiones romanas de Asia Menor, y los cristianos ya estaban siendo perseguidos. Pedro les recuerda que aunque por un poco de tiempo serían afligidos, en Cristo les esperaba una herencia incorruptible que duraría eternamente. Esta esperanza viva había sido prometida al pueblo de Dios por los profetas, y Dios la había extendido a todo aquel que creyera en Cristo como Señor.  


En 2ª de Pedro les confirma que el Señor vendría, como había prometido. La esperanza de la que hablaba al comienzo de la primera carta se mantenía en la segunda carta, y se mantiene hasta hoy día. No podemos ignorar lo que leemos en el capítulo 3 versículo 8, “para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.” El Señor no ha venido, pero Él cumplirá su promesa. 

Descansando en esta herencia que nos espera, podemos, al igual que los cristianos del primer siglo, vivir según la voluntad de Dios, y no seguir las corrientes que van y vienen. Sí, en los momentos de frustración podemos preguntarnos, ¿por qué no viene ya? ¿a qué espera? Nos contesta el versículo 9: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.”

La razón por la que Cristo aún no ha venido es porque todavía hay gente que no ha creído, pero que va a creer; va a arrepentirse de su error, y acercarse al Salvador. Puede que seas tú a quien espera, o puede que sea a un ser querido tuyo. Pero no va a esperar para siempre. Sabemos que un día descenderá, y aquellos que confían en Cristo irán a morar con Él en gloria. 

Pedro acaba su segunda epístola animando a sus lectores a examinarse y guardarse, no vaya a ser que sean “arrastrados por el error de los inicuos,” y les exhorta diciendo: “Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.
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Author David y Maribel
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