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Génesis-010 El Dios de Abraham

Génesis-010 El Dios de Abraham
Jan 13, 2023 · 9m 8s

El Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob Al ver la vida de José me quedo perpleja. Este personaje se nos presenta como un hombre responsable, inteligente, fiel, perdonador, trabajador,...

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El Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob


Al ver la vida de José me quedo perpleja. Este personaje se nos presenta como un hombre responsable, inteligente, fiel, perdonador, trabajador, y vimos como en múltiples ocasiones se nos dice que Dios estaba con él. Luego observo la familia de la que venía y las decepciones que pasó en su juventud y aún me sorprende más. Tengo que llegar a la conclusión de que él es así por la pura gracia de Dios.
Como padres, tenemos el deber de educar a nuestros hijos, pero no pensemos ni por un momento que si salen adultos responsables que aman a Dios es porque nosotros somos unos padres estupendos. Dios puede sacar un buen hijo de los peores padres, si este hijo permanece en Dios. Y por las mismas, unos padres que se esfuerzan en mostrar a Cristo en su vida pueden tener hijos que se rebelan contra el Señor.

José había nacido en la familia escogida de Dios. Su bisabuelo Abraham había salido de su tierra para seguir al Dios Todopoderoso, el que llegaría a llamarse “Dios de Abraham”. Su abuelo, Issac, el hijo de la promesa, había seguido en el camino del Dios de su padre, por lo que Dios se llama a sí mismo “el Dios de Isaac. ¿Y su padre, Jacob? ¿Había seguido al Dios de sus padres?

Hagamos un pequeño repaso de la familia de José antes de dejar el libro de Génesis. Nació en una casa en la que su madre era la favorita, pero compartía marido con su hermana mayor. Vemos que Lea pensaba que al tener hijos ganaría el amor de su marido, Jacob. Raquel tenía el cariño de su marido, y sin embargo, no tenía hijos. La vemos discutir con Jacob en el capítulo 30 hasta el punto en que dice el versículo 2: “Jacob se enojó contra Raquel, y dijo: ¿Soy yo acaso Dios, que te impidió el fruto de tu vientre?”
Vemos a Raquel ingeniando un plan como había hecho la abuela Sara— le da a su sierva a Jacob para que este tenga hijos con ella. Lo curioso es que la batalla de los niños continúa, y vemos que Lea acaba haciendo lo mismo con su sierva. En medio de este desastre familiar con un hombre y cuatro mujeres en la misma casa batallando por tener más hijos con Jacob que las demás, nace José. Dice en los versículos 22-24 que “se acordó Dios de Raquel, y la oyó Dios, y le concedió hijos. Y concibió, y dio a luz un hijo, y dijo: Dios ha quitado mi afrenta; y llamó su nombre José, diciendo: Añádame Jehová otro hijo.” Dios le acabó dando otro hijo, Benjamín, aunque Raquel moriría durante el parto.

Me pregunto cómo hubiera sido diferente la historia ….
…si Labán no hubiera engañado a Jacob dándole la hija mayor en lugar de la que Jacob había pedido como esposa,
...si Lea y Raquel hubieran tomado la situación de otra manera y no hubieran involucrado a las siervas (porque nos dice Génesis 37:2 que los hijos de estas tenían mala fama”; podría ser incluso que fueran ellos los que iniciaron el desprecio hacia José.

Pero no podemos despistarnos pensando en lo que podría haber sido. Veamos lo que realmente fue. Jacob había trabajado dura y astutamente en las tierras de su suegro, pero llegó el momento en que Jacob y Labán ya no podían seguir conviviendo en la misma tierra. Dios le pide a Jacob que vuelva a su tierra natal. Jacob lo consulta con Lea y Raquel y toda la familia sale con Jacob.

Es durante este viaje que Raquel roba los ídolos de su padre a espaldas de Jacob y engaña al padre para que no los encuentre. El Señor los protege y se adentran a la tierra donde mora Esaú su hermano. Recordemos que este había jurado matarle al sentirse engañado. Ahora Jacob organiza a sus hombres para tantear la situación y protegerse a sí mismo y Raquel. Vemos a Jacob hablando con Dios en Génesis 32: 9-11: “Dios de mi padre Abraham, y Dios de mi padre Isaac, Jehová, que me dijiste: Vuélvete a tu tierra y a tu parentela, y yo te haré bien; menor soy que todas las misericordias y que toda la verdad que has usado para con tu siervo; pues con mi cayado pasé este Jordán, y ahora estoy sobre dos campamentos!”

Lo bonito de esta oración es que Jacob se da cuenta de todo lo que Dios ha hecho por él, y todo sin merecerlo; dice “soy menor que todas las misericordias” Las misericordias del Señor habían sido más de lo que él merecía. Vemos que Jacob reconocía sus fallos y veía la grandeza de Dios. Continúa la oración: “Líbrame ahora de la mano de mi hermano, de la mano de Esaú, porque le temo; no venga acaso y me hiera la madre con los hijos.” Fíjate, teme por la vida de Raquel y sus hijos, José y Benjamín; por eso en su plan, pone a estos al final, para protegerlos. Esto habría añadido más leña al fuego de la discordia, haciendo que Lea y sus hijos sintieran que eran de menor importancia para Jacob.
Pero en la última parte de este capítulo ocurre algo que cambia la vida de Jacob: Este tiene un encuentro con Dios. Jacob no quiere dejar al Señor sin antes ser bendecido. Génesis 32:26
Jacob reconoce a Dios como su Dios, y el Todopoderoso hace un pacto con él confirmándole la promesa dada a Abraham e Isaac, llamándole desde entonces Israel, nombre que ha identificado a la nación del pueblo de Dios hasta hoy día.
Jacob ya no sigue el plan de protección personal, y una vez más vemos que las misericordias del Señor superan cualquier expectativa, cuando Esaú los recibe con buena disposición.
Vemos a Jacob siguiendo la llamada del Señor. Génesis 35:3: “levantémonos, y subamos a Bet-el; y haré allí altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha estado conmigo en el camino que he andado.” Jacob, al igual que Abraham, y siguiendo la fe de Isaac, hace de Dios su Dios, de tal modo que Dios mismo se presenta de aquí en adelante como “Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob” (Éxodo 3:6)

Así que cuando repaso la vida de los padres de José, veo a dos personas escogidas por Dios, pero dos personas que tienen fallos, que luchan con Dios, que buscan a Dios, y veo la misericordia de Dios al escucharles y bendecirles más allá de lo que pudieran merecer. Y me hace ver que yo no soy muy diferente. ¿Es posible que en situaciones de crisis yo haya dudado de Dios y haya intentado “echarle una mano”? ¿He discutido con Dios, dudando de Su plan? ¿En algún momento me he olvidado de dar gracias por las misericordias de Dios, reconociendo que no las merezco? Tristemente sí.
Pero declaro a Dios mi Dios. Y quiero esperar confiadamente en su promesa de que Él estará conmigo, y que quiere el bien para mí. Si hay algún “secreto” para que tus hijos sigan a Dios, diría que es hacerle en verdad “tu Dios” día a día. Y que la gracia de Dios esté sobre toda tu casa.
Te animo a poner tu vida en las manos de Dios y que los que te miran cada día puedan ver a Cristo en ti.
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Author David y Maribel
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