Hola apasionados del taekwondo, ¿cómo están? Estoy seguro que si has dado clases de taekwondo alguna vez te ha ocurrido esto que te voy a platicar.

Asistí a una fiesta y ahí estaba un niño que fue mi alumno hace algunos años. La verdad es que no me fue muy bien con él, era un niño díficil y creo que en el momento en que me tocó enseñarle taekwondo no estaba lo suficientemente preparado para ayudarlo como hubiera querido.

¿Por qué?

Era un niño "flojo", "contestón", que si no le parecía lo que íbamos a hacer me lo decía. He tenido varios alumnos de esos, se tiran al suelo para no trabajar, hacen berrinches y travesuras. Algunos rebeldes sin causa que pareciera que lo único que quieren es que los regañes, y en cierta forma así es.

Parecía que no importara cuan autoritario, enojón y duro me pusiera con ellos, eran casos perdidos.

Creo que en algunos aspectos de mi enseñanza he mejorado que ya casi no tengo casos como ese. ¿Y cuál ha sido el remedio?

Pues principalmente ha sido un cambio dentro de mí, a veces insistimos en cambiar a los demás, en este caso a los niños y perdemos de vista lo que sucede en nosotros mismos. En los últimos tiempos me he preocupado por diseñar clases más incluyentes (no solo para los virtuosos del taekwondo), más divertidas, y multifacéticas y me he dado cuenta que ya no tengo casos como los anteriores.

Otra cosa, a veces los niños de esta clase enfrentan situaciones difíciles en casa: divorcio, maltrato, etc. Es hasta cierto punto normal que esa clase de niños externalicen su malestar de alguna forma, y hay que hacernos la pregunta ¿hay que arreglar eso?

Sobre esta cuestión reflexionaremos en el episodio de hoy.