La gente inocente es peligrosa”. Anónima. Al sur de Ensenada, en Santo Tomás, hay un camino que cruza una pequeña sierra rumbo al mar y, en un paraje conocido como “Las Pulgas”, se instaló hace algunos años un “centro” del que no se sabe realmente qué función tiene. Es una serie de edificaciones, con una arquitectura muy singular. La primera vez que estuve ahí fue para un reportaje que cubrí para el Semanario ZETA, dicho lugar fue establecido por una comunidad danesa, de la que se dice son “prófugos de la justicia” en su país. Recuerdo que pude entrar y tomar algunas fotos, pero para salir tuve que esperar un par de horas pues no había quién abriera la puerta. La segunda vez que fui a “Las Pulgas”, me contactó Viggo Lepoutre Ravn, del diario Morgenavisen Jyllands-Posten, y, junto con el periodista Javier Cruz, hicimos una serie de recorridos. Para entonces no había acceso, así que decidimos caminar por la costa hasta llegar a los edificios que se encontraban aún sin terminar; al sur del terreno había unas casas antiguas, llegamos hasta ahí y nos topamos con una mujer con la que Viggo inició una acalorada conversación y nos pidió que saliéramos de la propiedad, no sin antes tratar de agredirnos a golpes. Sin éxito, el desencuentro nos regresó a Ensenada. La segunda vez, otro reportero del mismo diario, Orla Borg, me pidió acompañarlo; el primer día sobrevolamos el área durante un buen rato para hacer fotografías de los edificios; al poco rato de rondar el sitio aparecieron algunas personas con binoculares y nos veían detenidamente. Un día después nos acercamos al sitio por la puerta principal y de la caseta salió un guardia que nos dijo que no nos podía dar acceso, así que decidimos alejarnos y hacer fotos desde el lado norte, en eso vimos un auto que se acercaba a la entrada y regresamos de nuevo a la caseta: en el auto venían un hombre y una mujer, quienes de inmediato iniciaron un diálogo con Orla, mientras el guardia empuñaba su pistola... “Por si acaso”, dijo. El objetivo de los reporteros, en ambos casos, era saber de la presencia del líder de la organización, Amdi Petersen, la cual fue negada las dos ocasiones. Al tomar el camino a Santo Tomás, nos encontramos al danés de la entrada con su vehículo ponchado, le ofrecimos ayuda pero no aceptó. Poco antes de tomar la carretera a Ensenada había un sujeto a un lado del camino que nos esperaba para videograbarnos, paramos y Orla lo enfrentó, pero el se mantuvo sin hablar para después subir a su auto y alejarse. Terminamos el día, Orla viajó a Los Ángeles esa misma tarde y yo me metí a un restaurante para una merecida comida, al poco rato entró un tipo extraño, al cual no le puse mucha atención; salí al carro y manejé rumbo a mi casa y me di cuenta que el mismo tipo me seguía. Para asegurarme, cambié de ruta varias veces y el seguía detrás. Lo enfrenté en el auto y aceleró para perderse en el tráfico. De inmediato le escribí a Orla contándole lo sucedido. Esa noche no pude dormir. Orla Borg me respondió hasta otro día y me aseguró que no había antecedentes de violencia por parte de los miembros de esa misteriosa organización, que me quedara tranquilo, que tal vez sólo querían asegurarse que no pertenecía al gobierno o algún grupo que pudiera afectarlos. Después de unos días pensé que todo se había terminado, pero al llegar al aeropuerto para un vuelo local, me aborda el piloto con quien viajé a “Las Pulgas” y me dice que los daneses se habían acercado para investigar la matrícula del avión en el que viajábamos. Finalmente el temor fue desapareciendo, la confianza que me daba Orla en nuestras conversaciones fue importante. El viaje a “Las Pulgas” lo hicimos en mi Vanagon, Orla me insistió en que le enviara una foto mía junto a ella para incluirla en su crónica. Espero que esa imagen no cuelgue de alguna puerta atravesada por algunos dardos. *Profesor de Fotografía de la Escuela de Artes de la UABC.