Nada como tomar el bus en la estación, después de pagar tu boleto, subir, y tener todos los puestos a tu disposición. El bus luce limpio, impecable, perfecto; las sillas se aprecian cómodas, en buen estado; las ventanas amplias y con magnífica vista. El conductor, apropiado de su puesto, da señales de competencia, de idoneidad; lo que respalda con un uniforme pulcro, intachable. Las maletas en el maletero (aquellas bodegas exteriores, laterales, acertadamente ubicadas bajo las sillas); el equipaje de mano, dentro de los compartimientos para objetos de mano, dispuestos justo encima de las ventanas. Y antes de que se suban más pasajeros y se dé la largada de nuestro viaje, una pregunta traviesa, pero no menos importante: Y a todas éstas, ¿qué es un bus?