Nuestro recorrido por la Barcelona modernista comienza en el Palacio Güell, que se localiza en la calle Nou de la Rambla números 3 y 5 y es uno de los edificios que pertenecen al catálogo de obras arquitectónicas con el que el famoso Antonio Gaudí obsequió a esta ciudad. Gaudí es el máximo representante del modernismo catalán. En sus obras, inspiradas en gran medida en la naturaleza, podemos apreciar un marcado estilo personal que se observa por la originalidad de las soluciones estructurales que ofrecía a sus obras e integrando en ellas toda una serie de trabajos artesanales que dominaba él mismo a la perfección: cerámica, vidriería, forja de hierro o carpintería. En la actualidad, La Sagrada Familia (que nos servirá de punto y final para esta visita) es uno de los monumentos más visitados de España.El Palacio o Palau Güell fue un encargo que Eusebi Güell, fututo conde Güell, realizó a Gaudí a finales del siglo XIX. Esta obra se enmarca dentro del periodo orientalista del arquitecto, en el que destaca su marcado gusto oriental inspirado en el arte del Lejano y Próximo Oriente. Gaudí puso todo su empeño en esta obra, ya que iba a ser su primer encargo importante, y prueba de ello es que llegó a realizar hasta 25 bocetos diferentes para el diseño de la fachada, la cual finalmente se construyó en piedra calcárea de Garraf. Pero Gaudí no solo cuidó con esmero el aspecto exterior del edificio, sino también su interior, estudiando con eficiencia todas las soluciones técnicas y estructurales del edificio y prestando el máximo detalle a aspectos como la iluminación, la ventilación o el aislamiento acústico del exterior. La obra en su totalidad cuenta con una suntuosa decoración de estilo mudéjar, donde destacan los techos con artesonados de madera y hierro. Si nos fijamos en el conjunto de la fachada, las puertas de entrada merecen una especial atención, ya que en su parte superior presentan unas rejas caladas de hierro forjado, representando dos serpientes que con sus colas forman la letra G de Güell. Entre las puertas se sitúa otra celosía de hierro decorada con el escudo de Cataluña y un yelmo con un dragón alado. Alzando la vista hacia el tejado, sus chimeneas cobran especial relevancia, ya que, lejos de tratarlas como elementos molestos, Gaudí les dio carácter decorativo e inició con ello una forma de diseñar las chimeneas que iría desarrollando en sus siguientes obras. Como podemos observar, estas chimeneas fueron construidas en ladrillo recubiertas de cerámica, vidrio, mármol o porcelana, con variados diseños de vivos colores. Junto a las chimeneas, en el tejado también destaca la aguja en forma de linterna hecha igualmente de cerámica y rematada con una veleta-pararrayos de hierro, que contiene la rosa de los vientos, un murciélago y una cruz griega.
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