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Hechos-077 Pablo en Jerusalén

Hechos-077 Pablo en Jerusalén
May 1, 2024 · 7m 39s

Al final de su tercer viaje misionero, Pablo llegó a Éfeso deseoso de pasar un tiempo de comunión con los ancianos de la iglesia, con los cuales compartió la carga...

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Al final de su tercer viaje misionero, Pablo llegó a Éfeso deseoso de pasar un tiempo de comunión con los ancianos de la iglesia, con los cuales compartió la carga que tenía en el corazón por ir hasta Jerusalén. En Hechos 20 leemos que les dijo: “Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer; salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones.” Pablo había estado por muchos lugares compartiendo la Palabra, y enseñando a los que velarían por los cristianos en las iglesias. Mas ahora sabía que era el momento de volver a Jerusalén, aunque temía que lo que le esperaba no iba a ser agradable. En el versículo 25 les dice a los ancianos que estaba seguro de que no volvería a ver más sus rostros. 

Pablo estaba preparado para lo que Dios tuviera para él. Había ya probado lo que era la persecución, pues el fruto de la transformación por el evangelio era de mayor importancia. Les dijo: “Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.” (Hechos 20:24)

Ese era el espíritu del apóstol Pablo, gozoso de padecer si fuera necesario por la causa del evangelio. Y ahora exhortaba a estos hombres a que pastorearan a los creyentes que habían sido salvados por el Espíritu Santo de Cristo. Les recordó cómo él había trabajado con sus manos para no ser una carga para nadie mientras viajaba, y les pidió que miraran por el bien del rebaño, para que los lobos rapaces que se levantarían contra estos no los pudieran arrebatar. Esta imagen nos recuerda al Buen Pastor, el que da Su vida por sus ovejas. Pablo había aprendido a imitar a Cristo, el Buen Pastor, y ahora pedía a estos que ellos también lo hicieran. Y habiendo orado juntos, se despidieron con llantos y abrazos y lo acompañaron al barco. 

Pablo pasó por varios puertos, y los discípulos con sus familias pudieron orar con él y despedirse. Hubo quienes llorando le rogaron que no fuese de allí a Jerusalén, pero “Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús.”

Y nos dice Lucas que como no lo pudieron persuadir, desistieron “diciendo: Hágase la voluntad del Señor.”

Cuando Pablo llegó a Jerusalén, los discípulos, advirtiéndole de las habladurías de algunos judíos que lo acusaban de incumplir y animar el incumplimiento de las leyes de Moisés, lo animaron a ir al templo para cumplir con las tradiciones judías. Así que Pablo, tomando a cuatro varones que debían cumplir el voto judío, entraron en el templo, y habiendo cumplido los siete días de la purificación volvieron a entrar; mas algunos judíos de Asia se alborotaron acusando a Pablo de enseñar en contra de la ley, y también lo acusaron falsamente de haber introducido a griegos en el templo. Si no hubiera sido por la intervención de las autoridades romanas del lugar, los judíos habrían dado muerte a Pablo ese día. 

Los soldados romanos lo encadenaron y lo llevaron hacia la fortaleza sin saber exactamente quién era ni de qué se le acusaba, por lo que Pablo pidió permiso para hablar a los que allí estaban. Todos escucharon atentamente el relato de la conversión de Pablo, de cómo cuando reconoció a Jesús de Nazaret como el  Salvador del mundo, su vida cambió. A partir de ese día, ya no perseguía a los crisitanos, sino que compartía el evangelio con los judíos y también con los gentiles. Mas cuando mencionó a los gentiles, los judíos allí presentes alzaron la voz en su contra diciendo: “Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva.” Hechos 22:22

Los soldados, para protegerlo, lo ingresaron en la fortaleza donde permaneció preso. El concilio romano cuestionó a Pablo, y no hallaba nada de qué acusarlo, mas como los judíos amenazaban con matarlo, Pablo permaneció encerrado. En Hechos 23:11 Dios dio a Pablo una pincelada de lo que tenía planeado para él, cuando “A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma.”

Hubo varios intentos de parte de algunos judíos de matar a Pablo, incluyendo un complot fallido, mas Dios protegió la vida del apóstol, dándole oportunidades de compartir la Palabra durante su arresto en Jerusalén y en Cesarea. 

¡Qué bonito ver que a pesar de los enemigos que uno pueda tener o los peligros que pueda enfrentar, nuestra vida está en manos de Dios, y ahí estamos seguros. La voluntad de Pablo no estaba en manos de los judíos, o su vida hubiera acabado ahí en Jerusalén. Dios había dado a Pablo la misión de compartir el evangelio, y ahora le había confirmado que después de compartirlo en Jerusalén, lo compartiría hasta el otro lado del mar, en Roma. 

¿Te encuentras tú dudando de lo que harás en un futuro cercano? ¿Tienes situaciones inciertas en tu vida? Descansa en la verdad de la soberanía y el amor de Dios. Él nos promete que nos lleva en la palma de su mano y nada ni nadie nos podrá separar de su amor. 
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Author David y Maribel
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