En Urabá, una zona enclavada entre el mar, la selva y grandes carreteras, los días pasan entre cultivos fructíferos y la innovación sabe a cacao orgánico...

Allí, la vida de agricultores, agricultoras e indígenas se ha transformado gracias a la alianza de distintas entidades que le han apostado a trabajar juntos por la transformación del territorio y la gente que lo habita, a través de la tecnificación de cultivos de cacao, la certificación y la exportación de este fruto. Así, el trabajo diario de los campesinos, que en su mayoría han sido víctimas de la violencia del país, mejora constantemente, se remunera mejor y llega hasta la mesa de comensales en Canadá y Europa.