La relación vida-muerte es quizá el más cierto de la humanidad, y desde la antigüedad el hombre ha buscado entender qué hay después de ella, qué debe llevar el hombre para su viaje – como en el Libro de los Muertos egipcio -, o cómo debe ser la despedida. Con el advenimiento del cristianismo se da un nuevo sentido a la muerte, que se debate entre los pecadores y los justos; formulándose ritos para despedir a los que parten. De esa tradición surge la misa de réquiem que corresponde al “propio” de la liturgia para esa ocasión. En la Edad Media se crean las primeras composiciones para acompañar la liturgia, desarrollándose en diferentes caminos, en unos casos con un rigor ritual, en otros casos por el deber de cumplir con las obligaciones de los músicos con sus patronos, en otros como un símbolo, o, por el dramatismo, llevados a convertirse en una gran ópera. Siguiendo la estructura de uno de los réquiems más conocidos, intentaremos decodificar esa obra y a su compositor, la música compuesta en siglos de historia musical y el sentido que le han dado los compositores a la misa de réquiem.