Pablo nos escribe en Romanos 1:20 ”….desde la creación del mundo, todos han visto los cielos y la tierra. Por medio de todo lo que Dios hizo, ellos pueden ver a simple vista las cualidades invisibles de Dios: su poder eterno y su naturaleza divina. Así que no tienen ninguna excusa para no conocer a Dios”.
El escepticismo del hombre al concepto creacionista permitió que desde mediados del siglo XIX, apareciera una teoría sobre el origen de las especies y del hombre, propuesto por Carlos Darwin. Y también desde mediados del siglo XX surgió otra nueva teoría sobre el origen del mundo: el concepto del Big Bang, o la gran explosión. Según este relato teórico, el universo conocido proviene de la explosión accidental. Estas teorías evolutivas trajeron un concepto fortuito y esperanzador, para quienes buscaban vivir su vida en libertad sin temor a la ley de Dios, y así liberarse del juicio divino, que según el relato bíblico, está establecido para todos aquellos que actúen contra aquella ley resumida en los 10 mandamientos. Pero el concepto de la teoría evolucionista no ha podido encontrarle explicación a sus teorías, y es hoy más que un concepto científico, una nueva religión fanática inspirada por las tinieblas. Cómo pudo un diseño inteligente aparecer de la casualidad?. La respuesta la tiene la ley de la causa y efecto. No puede haber efecto sin causa. Todo diseño inteligente tuvo que provenir de otro diseñador inteligente. Y el salmo 19:1 no presenta hoy la respuesta: ”Los cielos proclaman la gloria de Dios y el firmamento despliega la destreza de sus manos”.