Nuestra relación con Saturno implica una tensión no solo inevitable sino también potencialmente creativa. Una excesiva interiorización del límite y la responsabilidad saturnales se traduce en parálisis y frustración, una vida vivida entre las rígidas paredes de normas y obligaciones muchas veces imaginarias. Si, por el contrario, dejamos que sea el mundo exterior quien nos recuerde constantemente lo que (no) podemos o (no) debemos hacer, nos condenamos a una vida de alienación, de enfrentamiento continuo con la realidad.

Hacer del límite no un muro interior que nos encierra ni una realidad castradora que nos acosa, sino un contenedor inteligente que nos permite canalizar las situaciones extremadamente complejas y desestabilizadoras que las vida nos propone desde un lugar seguro, una fortaleza interior.