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Palabra de Dios:
Is 49,1-6
Escuchadme, islas;
atended, pueblos lejanos:
Estaba yo en el vientre,
y el Señor me llamó;
en las entrañas maternas,
y pronunció mi nombre.
Hizo de mi boca una espada afilada,
me escondió en la sombra de su mano;
me hizo flecha bruñida,
me guardó en su aljaba
y me dijo: «Tú eres mi siervo,
de quien estoy orgulloso.»
Mientras yo pensaba:
«En vano me he cansado,
en viento y en nada
he gastado mis fuerzas»,
en realidad,
mi derecho lo llevaba el Señor,
mi salario lo tenía mi Dios.
Y ahora habla el Señor,
que desde el vientre
me formó siervo suyo,
para que le trajese a Jacob,
para que le reuniese a Israel
-tanto me honró el Señor,
y mi Dios fue mi fuerza-:
«Es poco que seas mi siervo
y restablezcas las tribus de Jacob
y conviertas a los supervivientes de Israel;
te hago luz de las naciones,
para que mi salvación alcance
hasta el confín de la tierra».

Puntos para orar:
- Lee tus notas personales de las oraciones del Domingo de Ramos y del Lunes Santo. Después de recordar aquellas cosas de las cuales necesitas liberarte, vaciarte, aceptar... ¿Confías en Dios? ¿Qué necesitas/necesitarías para poder confiar en él?

- Abandonarse es dejarse llevar, dejarse transformar. ¿Dios me llama a eso o cómo entiendo yo el abandono en Jesús? ¿Tengo la suficiente confianza en Dios para dejar que vaya realizando Su obra en mí? ¿Me cuesta ser dócil a lo que Dios me pide?

- No podemos confiar en nadie si no nos sabemos amados por él/ella, y si no sabemos, a ciencia cierta, que sea capaz de darnos aquello que se nos promete. Con Dios sucede igual: ¿Me siento amado por él? ¿Me cuesta? ¿Creo que la promesa de Dios es auténtica? ¿Creo que es realizable en mí?

Escribe en un papel lo que has orado, sabiendo que Jesús necesita de tu sinceridad para ir haciendo en ti obras grandes.