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El show de Alexander WolfMova

  • LOS ABUELOS NO SE VAN AL CIELO

    27 MAY 2021 · No se acuerda bien cuándo comenzó todo. Santiago tenía meses escuchando cuchicheos entre los adultos, a veces estas eran reuniones con caras tristes que ocurrían lo mismo en una recámara, la sala, o en la cocina de casa de sus abuelos. A esas reuniones, por supuesto que él no estaba invitado, pero como sabía que en ellas hablaban de cosas importantes, trataba siempre de escabullirse por algún rincón con cualquier pretexto para escuchar lo que pudiera. “No hay más. El Doctor dijo que no pasamos de esta semana y tenemos que estar cerca de él, que se vaya tranquilo…”, escuchó Santiago de voz de su abuela, quien hablaba por teléfono como queriendo y no que la oyeran, como si al decir esto, se fuera disipando poco a poco, el dolor que le rompía el alma. El abuelo de Santiago, Don Alejandro... Llevaba meses enfermo, muchos meses, tantos que para él y su hermano pequeño llamado Nicolás, esa situación ya no era una condición extraordinaria. Cuando la abuela colgó el teléfono, se dio cuenta que tras de ella estaba Santiago con ojos gigantes, tratando de entender lo que había escuchado... quizá por su cabeza pasaron millones de cosas, pero sólo alcanzó a preguntar: “¿Qué le va a pasar a mi abuelito?” La abuela Reyna, respiró profundamente y tratando de contener las lágrimas, le dijo: “Tu abuelito… tu abuelito, Pronto se va a ir al cielo”. Esa tarde, Santiago se quedó muy pensativo. Entendía que su abuelo estaba enfermo, que su familia estaba sufriendo y que pronto su abuelo se iría a otro lugar, pero ¿Por qué al cielo? ¿Por qué no al mar, al campo, a las montañas, a la playa? ¿Por qué precisamente al cielo? Santiago sabía que muchos ángeles como los llegó a llamar su mamá, estaban justo ahí arriba, en eso que llaman cielo del que tanto hablaban y sin excepción alguna, todos los adultos; le decían que esos ángeles están en el cielo cuidándolo y protegiéndolo, pero... ¿Cómo llegaron hasta allá? ¿Y si esos ángeles no estaban allá arriba? ¿Quiénes eran todos esos ángeles? El abuelo Mario, La abuela Irma... Las bisabuelas a las que llamaba Bibu ¿Cómo era estar allá arriba? Se preguntaba… “¿Si no me están viendo cuándo tienen que cuidarme? ¿Cómo le hacen para saber cuándo protegerme?, ¿Cómo me ven? ¿Si los veo, me van a dar miedo?”… a Santiago no le quedaba claro y se hacía muchas y muy variadas preguntas. Varias noches después de esa conversación con la abuela, Santiago no pudo dormir. Pidió un día a sus padres que durmieran con él, otro que él durmiera con ellos, otro más... que durmieran los cuatro juntos todas las noches, no importando que incluyeran al latoso de su hermano Nicolás... que durmieran como pudieran, ¡como se pudiera! pero todos juntos, no quería estar solo en su cama y seguir imaginando cómo es que lo vería su abuelo desde allá arriba, desde el cielo. Una noche, cuando ya todo estaba apagado en su casa, sus padres y hermano estaban profundamente dormidos... Todo estaba tan tranquilo, que hasta el perro latoso que tenía el vecino, que ladraba todos las noches, se había guardado en el silencio… Santiago abrió de repente los ojos, pues, sintió que estaban viéndolo muy de cerca, quizá demasiado cerca. Se bajó de la cama, se volvió a subir, se tapó con la cobija hasta la cabeza, dio un par de vueltas y al no lograr su cometido, tuvo que gritar: “¡Mamaaaaaaaaaa, Papaaaaaaaaaaa!, ¡vengan! no puedo dormir, ¡tengo miedo!”. Pero sus padres estaban tan profundamente dormidos, que no atendieron el llamado tan ahogado de un niño de nueve años, que estaba muy espantado por la imponente oscuridad. Un poco temblando y ya muy dispuesto a pararse de la cama para encender alguna luz, Santiago, de repente pudo distinguir en su recámara cada sombra, supo que la manga de su chamarra no era la mano de ningún zombie saliendo por el clóset y que el libro que se había quedado mal acomodado en el librero no era ninguna hacha gigante que le cortaría la pierna; se quedó observando varias figuras mientras el miedo se iba disipando y comenzó a concentrarse en las estrellas que había en el techo, en su closet... y que siempre estaban iluminadas por la noches… Se perdió entre esas estrellas, subió, salió y saltó al espacio. Ya estaba entre esas estrellas, podía tocarlas, una a una, estaba flotando, volando, ligero sin que nada lo angustiara. Vueltas, brincos, una que otra caída mientras pasaba de una estrella a otra y sí, mucha risa, mucha alegría. Todo era negro, pero, veía muy bien a las estrellas, eran brillantes, luminosas, no lo cegaban, ahí estaban jugando con él. En ese instante, cuando trató de alcanzar una estrella muy pequeña que se veía arriba de donde él estaba, se volteó en la cama y con su brazo pegó en el escritorio que estaba junto a él y se despertó. Se dió cuenta que todo había sido un sueño, que no estaba brincando entre las estrellas y que seguía en su cama, pero ya sin miedo. Cerró los ojos, cuando dobló sus brazos para ponerlos debajo de la almohada y acurrucarse de nuevo, escuchó una voz muy suave, que le dijo: “Santiago, No estoy en el cielo, ni en las estrellas, ni en la playa y tampoco en las montañas, estoy aquí, contigo, cerca de ti, acomodando tu almohada y tus cobijas”. Santiago abrió los ojos, no vió a nadie y pensó que seguía soñando. Al día siguiente fue a la escuela como cualquier día normal, estudió, jugó con sus amigos, también se quejó de la tarea y a media tarde regresó a su casa con su pequeño hermano Nicolás. No acababa de sentarse a la mesa para comer, cuando su “nana” con lágrimas en los ojos le dijo que su mamá quería hablar con él. Santiago tomó el teléfono y su mamá le dijo: “Tu abuelito se acaba de ir al cielo”. Santiago sintió que su corazón se rompía en mil pedazos, y que en su pecho había como una explosión de dolor, las lágrimas, fueron lo primero que brotó. No entendía por qué, ni su mamá, ni su papá, estaban ahí para abrazarlo, no entendía por qué Nicolás preguntaba “¿Mi abuelo se fue al cielo en avión? ¿Ya llegó? ¿Cuándo vamos nosotros?” con esa inocencia que los cuatro años le regalan a cualquier ser humano. Santiago recordó su sueño… recordó la voz... y supo entonces que había sido su abuelo... No, los abuelos no se van al cielo, pensó. Los abuelos se quedan con nosotros para siempre, cerca, cerquita y te ven mientras juegas en tus sueños. Los abuelos no se van al cielo… TUS ABUELOS… siempre se quedarán contigo… Kelly Johana Andica Asprilla
    10m 1s
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  • Que no te falte...

    24 DEC 2017 · Carta a mis hijos Alex, Alann y Wendy Que no te falte... Que no te falte la grata compañía de los seres que amas y que te hacen sentir que estas vivo… Que no te falte la salud física, mental y emocional, aún en la adversidad más severa… Que no te falte tiempo para amar, así, podrás compartir tu escencia y tu ser... Que tampoco te falte tiempo para cumplir tu deber o tu misión según lo observes necesario o lo hayan destinado para ti... Que no te falte la fortaleza en las pruebas más duras, finalmente nos permite reconocer nuestra humanidad… Que no te falte la humildad para ver a todos al par de ti, nunca se es tan sabio como para no recibir un consejo, ni tan ignorante como para no darlo… Que no te falte el talento y la creatividad para marcar la diferencia, El éxito está basado en pequeños logros, paso a paso… Que no falten los amigos que te dan consuelo a fin de que no te permitan desistir en tu empresa… Que no te falte el color en tus días, así recordarás que no todo es gris en el mundo… Que no falte la alegria en tu espíritu y que vivas al máximo cada experiencia, recuerda que cada una de ellas te deja aprendizaje y sabiduría... Que no te falte el trabajo para sostenerte en pié, indiscutiblemente es el sustento y parte de tu misión… Que no te falten los sueños y las ilusiones, nutren tu pensamiento de aspiración y de anhelos... Que no te falte coraje para aceptar nuevos retos, el miedo siempre sobra cuando se trata de salir de tu zona de confort… Que no te falte la disciplina y la responsabilidad, son aliados que te dan carácter y certeza en lo que haces… Que no te falte el deseo por lograr cosas nuevas, aprender algo nuevo te hace sentir que vale la pena vivir… Que no te falten los recuerdos bellos y los amargos, todos ellos forman parte de ti y de tus experiencias… Que no te falten los lugares nuevos y los viajes, una manera de aprender es viajando y conociendo el mundo… Que no te falte Dios… cuida tu alma y alimenta tu espíritu, lee y aprende de él… algún día te pedirá un recuento de tus años… pero sobre todo… Que no te falte decir Gracias… el agradecimiento es un acto de humildad de las almas, que reconocen la ayuda… Es reconocer que todos necesitamos de todos… Finalmente... No tengas prisa por vivir… pero vive, no aparentes vivir... Que no me faltes en el camino… necesito aprender de ti, más por ello, te deseo larga vida y plena... Así, que deseo vivas muchos años… Que seas feliz… aún cuando la felicidad suele ser efímera... Que no te falte mi cariño en tu tiempo… y si ya no es así… Que no te falte mi recuerdo… Te Quiero… Disfrútalo… Solo se vive una vez… Alex Wolf
    5m 23s
  • MI VOZ

    11 JUN 2017
    1m 29s
  • 1m 43s
  • TE DESEO TIEMPO

    10 APR 2015
    2m 37s
Information
Author Alex Wolf Mova
Categories Education
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