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Salmos-111 El Mesías en los Salmos

Salmos-111 El Mesías en los Salmos
Jun 13, 2023 · 7m 16s

Los Salmos Mesiánicos son aquellos que tratan de la persona y la obra del Señor Jesucristo. Para que un salmo se considere mesiánico debe contener por lo menos una referencia...

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Los Salmos Mesiánicos son aquellos que tratan de la persona y la obra del Señor Jesucristo. Para que un salmo se considere mesiánico debe contener por lo menos una referencia directa a Cristo, y estar explicado en el Nuevo Testamento en conexión a Cristo.” Podemos encontrar 16 salmos mesiánicos en el libro de los salmos.

Hay tres salmos que no se explican en el nuevo Testamento pero que consideramos mesiánicos porque hacen referencia clara al Mesías. El salmo 24, habla del rey de gloria, el 72 nos presenta el reino milenial de Cristo y el 89 nos habla del pacto que Dios hizo con el rey David y que se cumpliría con el Mesías, el hijo de David.

Algunos de estos salmos hablan del Mesías en todo el salmo, y en otras ocasiones, solamente un versículo o un párrafo se refiere al Rey Mesías. Para más información sobre estos salmos, dejo un enlace en el texto adjunto.(https://tesorodigital.com/los-salmos-mesianicos-por-t-e-wilson-66-paginas/)

El salmo 22 es uno de esos salmos que trata enteramente del Mesías. Es uno de los cuatro que tratan la muerte de Cristo, y el 22 es específicamente sobre el sacrificio que Cristo hizo para pagar la deuda del pecado. Habla de la pasión del Cristo, de cómo sufrió para que nosotros pudiéramos ser libres de la paga del pecado, que según nos recuerda Romanos 6:23 es la muerte eterna. Sin embargo, como este mismo versículo nos dice, “la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”

El Salmo 22 comienza con las palabras que Cristo dijo estando en la cruz cuando exclamó: Elí, Elí, lama Sabactani, que en castellano lee: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”

Esta primera parte del salmo nos presenta a un Dios Santo. Tan Santo que no podía mirar a Jesús en la cruz, cargando en sí el pecado de toda la humanidad. Por lo que el Padre tuvo que girar su cabeza para no mirar, y Jesús, mucho más allá de sufrir el dolor físico de la cruz, tuvo que sufrir el dolor emocional de la ausencia de Su Padre, una ausencia que aunque fuera corta, era el único instante en toda la eternidad en que Dios Padre y Dios Hijo estarían separados, y la causa era nuestro pecado.

El pueblo judío había estado esperando al Mesías durante siglos. El Salmo 22 no era desconocido a los judíos de la época de los romanos. Había sido escrito más de mil años antes de que Cristo sufriera la cruz.
El salmista proclamaba un milenio antes

“En ti esperaron nuestros padres;
Esperaron, y tú los libraste.
Clamaron a ti, y fueron librados;
Confiaron en ti, y no fueron avergonzados.”
Salmo 22:4-5


Sin embargo, cuando el Mesías llegó, no lo reconocieron. Lo tuvieron entre ellos, mas no lo aceptaron, sino que lo enviaron a morir en la cruz, derramando sangre inocente.

En el Salmo 22:16-18 el salmista escribió siglos antes, narrando exactamente el trato que recibió Jesús en su crucifixión:

“Me ha cercado cuadrilla de malignos;
Horadaron mis manos y mis pies. Contar puedo todos mis huesos;
Entre tanto, ellos me miran y me observan. Repartieron entre sí mis vestidos,
Y sobre mi ropa echaron suertes.”
Justo como narran la muerte de Jesús en la cruz los evangelios, el salmo 22 ya lo anunciaba como un hecho.

Mientras Jesús colgaba en la cruz, sufriendo nuestro castigo, los que le observaban gritaban:

“Se encomendó a Jehová; líbrele él;
Sálvele, puesto que en él se complacía.”

En el nuevo testamento, en Mateo 27:43 leemos el eco de este salmo:

“Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios.”
Y recordemos que en el bautismo de Jesús en el Jordán, la voz del Padre desde el cielo exclamó: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.” Mateo 3:17

Cristo tuvo que sufrir, tuvo que morir, y ser sepultado durante tres días, mas sabemos que la muerte no lo venció, sino que Él salió triunfante sobre la muerte y el pecado para la eternidad. Los versículos 23-25 proclaman:

“Los que teméis a Jehová, alabadle;
Glorificadle, descendencia toda de Jacob,
Y temedle vosotros, descendencia toda de Israel.
Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido,
Ni de él escondió su rostro;
Sino que cuando clamó a él, le oyó.
De ti será mi alabanza en la gran congregación;”


Hebreos 5:7 Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente”

Dios no escondió su rostro. Por lo que podemos nosotros ahora alabar a Dios, dando gracias por Su obra redentora en la cruz. Este precioso salmo nos recuerda la maravillosa obra de amor de nuestro Salvador, que desde el principio planeó el rescate de aquellos que ponen su confianza en Él. Gracias a Dios por la salvación en Cristo.
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Author David y Maribel
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