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#OscarLeyva Oscar Leyva 2022 Las Mil y una Noche #31

#OscarLeyva  Oscar Leyva 2022 Las Mil y una Noche #31
Aug 8, 2022 · 5m 22s

#OscarLeyva Oscar Leyva 2022 Las Mil y una Noche #31 Entonces el pescador volvió á la ciudad, muy maravillado de lo que le había ocurrido con el efrit. Después cogió...

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#OscarLeyva Oscar Leyva 2022 Las Mil y una Noche #31
Entonces el pescador volvió á la ciudad, muy maravillado de lo que le
había ocurrido con el efrit. Después cogió los peces y los llevó á su
casa, y en seguida, cogiendo una olla de barro, la llenó de agua y
colocó en ella los peces, que comenzaron á nadar en el agua contenida en
la olla. Después se puso esta olla en la cabeza y se encaminó al
palacio del rey, según el efrit le había ordenado. Cuando el pescador se
presentó al rey y le ofreció los peces, el rey se asombró hasta el
límite del asombro al ver aquellos peces que le ofrecía el pescador,
porque nunca los había visto en su vida, ni de aquella especie ni de
aquella calidad, y dispuso: «Que entreguen esos peces á nuestra cocinera
negra.» Porque esta esclava se la había regalado, hacía tres días
solamente, el rey de los Rum, y aún no había tenido ocasión de lucirse
en su arte de la cocina. Así es que el visir le mandó que friera los
peces, y le dijo: «¡Oh buena negra! Me encarga el rey que te diga: «Si
te guardo como un tesoro, ¡oh gota de mis ojos! es porque te reservo
para el día del ataque[29]. De modo que demuéstranos hoy tu arte de
cocinera y lo bueno de tus platos.» Dicho esto, volvió el visir después
de hacer sus encargos, y el rey le ordenó que diera al pescador
cuatrocientos dinares. Habiéndoselos dado el visir, los guardó el
pescador en una halda de su túnica, y volvió á su casa, cerca de su
esposa, lleno de alegría y de expansión. Después compró á sus hijos todo
lo que podían necesitar. Y hasta aquí es lo que le ocurrió al pescador.

En cuanto á la negra, cogió los peces, los limpió y los puso en la
sartén. Después dejó que se frieran bien por un lado y los volvió en
seguida del otro. Pero entonces, súbitamente, se abrió la pared de la
cocina, y por allí se filtró en la cocina una joven de esbelto talle,
mejillas redondas y tersas, párpados pintados con khol negro, rostro
gentil y cuerpo graciosamente inclinado. Llevaba en la cabeza un velo de
seda azul, pendientes en las orejas, brazaletes en las muñecas, y en los
dedos sortijas con piedras preciosas. Tenía en la mano una varita de
bambú. Se acercó, y metiendo la varita en la sartén, dijo: «¡Oh peces!
¿seguís sosteniendo vuestra promesa?» Al ver aquello, la esclava se
desmayó, y la joven repitió su pregunta por segunda y tercera vez.
Entonces todos los peces levantaron la cabeza desde el fondo de la
sartén, y dijeron: «¡Oh, sí!... ¡Oh, sí!...» Y entonaron á coro la
siguiente estrofa:

¡Si tú vuelves sobre tus pasos, nosotros te imitaremos! ¡Si tú
cumples tu promesa, nosotros cumpliremos la nuestra! ¡Pero si
quisieras escaparte, no hemos de cejar hasta que te declares
vencida!

Al oir estas palabras, la joven derribó la sartén y salió por el mismo
sitio por donde había entrado, y el muro de la cocina se cerró de nuevo.

Cuando la esclava volvió de su desmayo, vió que se habían quemado los
cuatro peces y estaban negros como el carbón. Y comenzó á decir:
«¡Pobres pescados! ¡pobres pescados!» Y mientras seguía lamentándose, he
aquí que se presentó el visir, asomándose por detrás de su cabeza, y le
dijo: «Llévale los peces al sultán.» Y la esclava se echó á llorar, y
le contó al visir la historia de lo que había ocurrido, y el visir se
quedó muy maravillado, y dijo: «Eso es verdaderamente una historia muy
rara.» Y mandó buscar al pescador, y en cuanto se presentó el pescador,
le dijo: «Es absolutamente indispensable que vuelvas con cuatro peces
como los que trajiste la primera vez.» Y el pescador se dirigió hacia el
lago, echó su red y la sacó conteniendo cuatro peces, que cogió y llevó
al visir. Y el visir fué á entregárselos á la negra, y le dijo:
«¡Levántate! ¡Vas á freirlos en mi presencia, para que yo vea qué asunto
es este!» Y la negra se levantó, preparó los peces, y los puso al fuego
en la sartén. Y apenas habían pasado unos minutos, he aquí que se hendió
la pared, y apareció la joven, vestida siempre con las mismas vestiduras
y llevando siempre la varita en la mano. Metió la varita en la sartén, y
dijo: «¡Oh peces! ¡oh peces! ¿seguís cumpliendo vuestra antigua
promesa?» Y los peces levantaron la cabeza y cantaron á coro esta
estancia:

¡Si tú vuelves sobre tus pasos, nosotros te imitaremos! ¡Si tú
cumples tu juramento, nosotros cumpliremos el nuestro! ¡Pero si
reniegas de tus compromisos, gritaremos de tal modo que nos
resarciremos!

En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la
mañana, y se calló discretamente.


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