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Números-037 Postrados sobre el rostro

Números-037 Postrados sobre el rostro
Feb 21, 2023 · 8m 13s

Ayer veíamos a Moises y Aarón con su rostro postrado ante el Señor para buscar su voluntad. Esta expresión “postrado sobre su rostro” aparece en múltiples ocasiones en la Biblia...

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Ayer veíamos a Moises y Aarón con su rostro postrado ante el Señor para buscar su voluntad. Esta expresión “postrado sobre su rostro” aparece en múltiples ocasiones en la Biblia para referirse a una persona que iba ante Dios en oración. También se utiliza esta expresión en ocasiones en que alguien venía ante un rey o ante una persona que merecía honor. Vemos en el texto bíblico que Moisés fue al Señor, postrado sobre su rostro cada vez que tenía que tomar una decisión importante. ¿Qué sabemos de la vida de oración de Moisés?

Recordemos que Moisés es el hombre con el que “Dios hablaba cara a cara, como quien habla con un amigo” Números 33:11.
Y sin embargo Moisés no tomaba esto a la ligera, yendo al Señor como si nada. Moisés buscaba a Dios con reverencia, y cuando postraba su rostro ante el Señor, venía con el oído atento a la palabra de Jehová.

Casi cien veces he podido contar en estos libros la frase “habló Jehová a Moisés.” Dios no le había dado a Moisés la misión de liderar a su pueblo para dejarlo solo. Vemos una comunicación continua de Dios con Moisés.

Vemos que durante su tiempo personal con Dios, Moisés tenía libertad de expresar a Dios aquellas cosas que le preocupaban. En el capítulo 11, durante la crisis de las codornices, vemos a Moisés compartiendo su frustración, diciendo: “No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, que me es pesado en demasía.” Moisés llega a decirle a Dios: “si así lo haces tú conmigo, yo te ruego que me des muerte, si he hallado gracia en tus ojos; y que yo no vea mi mal.” Vemos en el mismo pasaje que Dios le da la ayuda necesaria, y Moisés puede continuar su labor.

Poco después lo vemos intercediendo a Dios por sus hermanos, Aarón y María, después de que estos habían venido a criticarlo.

En otras ocasiones podemos encontrar a Moisés intercediendo por el pueblo, rogando por ellos, pidiendo la presencia de Dios. En Deuteronomio 9 cuenta Moisés: “Me postré, pues, delante de Jehová; cuarenta días y cuarenta noches estuve postrado, porque Jehová dijo que os había de destruir. Y oré a Jehová, diciendo: Oh Señor Jehová, no destruyas a tu pueblo y a tu heredad que has redimido con tu grandeza, que sacaste de Egipto con mano poderosa. Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac y Jacob; no mires a la dureza de este pueblo, ni a su impiedad ni a su pecado.”

Me llama la atención los momentos en que Moisés se postraba ante Dios, y era Dios el que iniciaba la conversación. Moisés iba a Dios en situaciones en que el pueblo había venido quejándose, y vemos que él venía, se postraba sobre su rostro, y esperaba, quizás porque no sabía qué decir. Sin duda, Dios sabía lo que estaba ocurriendo. Recordemos lo que Jesús dijo en Mateo 6:8, “vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.” Y vemos que Dios siempre escuchaba a Moisés y siempre le contestaba, dándole lo que necesitaba para continuar.

Vemos que Moisés no utilizaba la oración para cumplir su propia agenda. El propósito de la oración no es exponer nuestro caso de forma que nuestra voluntad sea hecha en el cielo. Más bien, debemos venir a la oración con el rostro postrado en reverencia, y con el deseo de que la voluntad del Cielo sea hecha aquí en la tierra, como dice el Señor Jesús en la oración modelo en Mateo 6:10.

Curiosamente encontramos esta misma expresión en la oración de Jesús al Padre en el jardín de Getsemaní. En Mateo 26:39, dice “se postró sobre su rostro, orando” Jesús mismo vino al Padre con el rostro postrado, dispuesto a hacer aquello para lo que había sido enviado: para morir en la cruz, en rescate de cada persona que arrepentida de sus pecados reciba la obra redentora de Cristo en la cruz. En varias ocasiones Jesús había dicho que venía para hacer la voluntad del Padre. En Juan 6:38 “Porque he descendido del cielo, no para hacer Mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.” Y en Hebreos 10:7 “Entonces dije: ‘Aquí estoy, Yo he venido para hacer, oh Dios, tu voluntad.'”
Y en el huerto de Getsemaní, la noche antes de ser crucificado, encontramos a Jesús, postrado sobre su rostro y orando: Padre mío, si es posible, pase de mi esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.”

Esa, una vez más, es la esencia de la oración. La oración no consiste en venir con nuestras quejas a Dios como hacía el pueblo de Israel. No consiste en simplemente exponerle nuestras necesidades para que él mágicamente las supla.

Es de esta forma como el ser humano suele venir a Dios. Mientras las cosas van como uno quiere, Dios parece un ser que, si existe, está en otra dimensión. Pero cuando la vida se complica, tendemos a usar a Dios para culparlo, para pedirle explicaciones, para quejarnos de la situación, o si estamos muy desesperados, para rogarle que nos de una solución.

Pero Dios nos ha dado el privilegio de poder venir a Él en oración para mucho más. Para tener comunión con Él, para abrirle nuestro corazón, para poder conocerle y experimentar su cuidado de nosotros.

Es cierto que hay situaciones en las que necesitamos venir a Él corriendo, rogando a Dios que nos ayude. En Números 11:2 vemos que cuando se levantó fuego en el campamento, “Moisés oró a Jehová, y el fuego se extinguió.” En múltiples ocasiones en la Biblia vemos que en un momento de necesidad, el justo clama a Dios, y Dios lo oye, y lo libra de su angustia. No quisiera que concluyeras que no debemos venir a Dios con nuestras peticiones, pero deseo que entiendas que ese no es el único fin de la oración. Por supuesto que podemos y debemos contarle a Dios nuestras angustias, como lo hacía Moisés. Nos dice 1 Pedro 5:7 que echemos toda nuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de nosotros. Pero no reservemos la oración tan solo para presentarle a Dios nuestras quejas ni para traerle una lista de necesidades que queremos que nos supla.

Podemos venir a Dios en todo tiempo, con el rostro postrado en reverencia, deseosas de conocer y hacer Su voluntad, y dispuestas a santificar el nombre de Dios a través de nuestra obediencia. A Él sea la gloria.
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Author David y Maribel
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