El cambio en el estilo de vida, pasar de trabajar en el campo a trabajar 8 horas entre cuatro paredes hizo que los valores séricos generales de la población bajaran debido a la reducción de la exposición solar. Si sumamos esto a 3 meses de confinamiento por el COVID19 tenemos como resultado una deficiencia globalizada de esta vitamina.

A pesar de lo que muchos puedan pensar la mayor fuente de vitamina D no está en los alimentos sino en la exposición diaria y continuada de sol. 15 minutos diarios de exposición solar son suficientes para aportar al organismo la dosis diaria recomendada de vitamina D.
No obstante si que es cierto que hay alimentos que tienen esta vitamina y pueden ayudar a complementar dicho aporte, aunque no sean el sustrato principal.

Al tratarse de una vitamina liposoluble, la encontraremos en alimentos grasos tales como aceites de pescados, pescados azules: salmón, caballa, sardinas, boquerón... y en la yema de huevo por ejemplo. Es importante no consumir los pescados fritos ya que las temperaturas a las que se someten pueden desnaturalizar esta vitamina.

Algo que debemos tener claro es que si ya tenemos una deficiencia instaurada, solo podremos revertirla con medicación, pautada con la posología concreta y adecuada para cada persona.