Quieres afirmar tu vida en Dios, pero una pregunta te atormenta: "y si le fallo?" Estas dos razones me ayudaron a superar ese gran dilema que me estorbaba para tomar la importante decisión de servir a Dios o vivir derrotado sirviendo al maligno:

1. El amor de Dios es incondicional y nada me podrá separar del amor de Dios.* Tal vez caiga, me equivoque, y tenga muchos errores, pero el Señor siempre me amará, me levantará, me sanará, me corregirá, me disciplinará, pero su gracia y perdón siempre estaría conmigo. Tal vez sufriré consecuencias por mis actos de desobediencia pero eso no cambiaría la fidelidad de Dios.

2. Dios nos ha dotado con un regalo inmenso y es el Espíritu Santo en nosotros! que disipa el miedo y nos da PODER, AMOR y DOMINIO PROPIO!**. Ese poder nos dará las fuerzas para mantenernos firmes y perseverar. El E.S. Dios actuando en nosotros dándonos autoridad sobre cualquier circunstancia, personaje o cosa que nos quiera derrotar. Además es importante entender que precisamente es en mis debilidades donde el poder de Dios se perfecciona***, para que cualquier victoria que obtengamos no sea para nuestra propia gloria sino que sea la Gloria para Dios. Es Dios desplegando todo su poder, demostrándonos cada día su grandeza y amor.
Considéralo con Eduardo Rodríguez.

*Romanos 8:31 ¿Qué, pues, diremos frente a estas cosas? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? 35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligros, o espada? 37 Más bien, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38 Por lo cual estoy convencido de que ni la muerte ni la vida ni ángeles ni principados ni lo presente ni lo porvenir ni poderes 39 ni lo alto ni lo profundo ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro. (Versión Reina Valera Actualizada)
** 2 Timoteo 1:7 Porque no nos ha dado Dios un espíritu de cobardía sino de poder, de amor y de dominio propio
*** 2 Corintios 12:9 y me ha dicho: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que habite en mí el poder de Cristo.
Considéralo con Eduardo Rodriguez.

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