A diferencia del audio, cuando lo compartí con mi hija y mi hijo, lo leí más pausado, tratando de ir mirándolos (pido disculpas por excederme del tiempo solicitado, pero me resultó muy difícil extraer un fragmento).
Lo sentí como un momento de tranquilidad y calma, el cual aceptaron con entusiasmo. Si bien suelo compartir fragmentos de textos que leo o frases que me llaman la atención, hacía mucho tiempo que no compartíamos un tiempo de lectura, como cuando eran más chicos.
Al finalizar el relato, quedamos en silencio. entonces comencé a indagar que les había parecido, cómo se sintieron, qué sintieron. me comentaron que les parecía que podía tener ese final, que era muy interesante, la forma en que estaba escrito.
También hablamos sobre aquello que nos había transmitido el cuento, en relación con la vida y cómo uno participa de su propia historia.
Me emocionó escuchar a mis hijos y compartir la lectura como espacio más de intercambio y posibilidad de conversar. También compartí con mi hija e hijo y lo comparto con ustedes, el cómo me llegó este cuento, y fue gracias a mi compañera de trabajo, Griselda, que en un taller de lectura con adultos, que realizó hace un par de años, leyó este cuento y transmito la misma pregunta que ella hizo en el taller. "¿Nos gustaría poder destejer alguna parte de nuestra vida?". Una pregunta difícil de responder...