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Evangelio Diario
LITURGIA - 05 DE MAYO DE 2022
Ciclo C - Año II - Color Blanco
III Semana del Tiempo de Pascua
Liturgia de las Horas Tomo I
III Semana del Salterio
Primera Lectura Hechos 8, 26-40
Salmo 65
Evangelio Juan 6, 44-51

“ Yo soy el pan de la vida ”

PALABRAS DEL SANTO PADRE
Si tú tienes el corazón cerrado, la fe no entra. Dios Padre siempre nos atrae hacia Jesús. Somos nosotros quienes abrimos nuestro corazón o lo cerramos. En cambio la fe, que es como una semilla en lo profundo del corazón, florece cuando nos dejamos “atraer” por el Padre hacia Jesús, y “vamos a Él” con ánimo abierto, con corazón abierto, sin prejuicios; entonces reconocemos en su rostro el rostro de Dios y en sus palabras la palabra de Dios, porque el Espíritu Santo nos ha hecho entrar en la relación de amor y de vida que hay entre Jesús y Dios Padre. Y ahí nosotros recibimos el don, el regalo de la fe. (Ángelus 9 de agosto de 2015)


Reflexión del Evangelio de Hoy (Fr. Antonio Bueno Espinar O.P.)
"¿Y cómo voy a entenderlo si nadie me guía?"
Con frecuencia aparecen en el nuevo testamento preguntas y respuestas que revelan la indigencia del ser humano. Su necesidad de ayuda para avanzar y no hacerlo solo. No solo porque no quiera hacerlo en soledad, sino porque no puede. Recordemos a Jesús, preguntando al paralítico de Betesda: ¿quieres ser curado? La respuesta que recibe no es un si, sino una exposición de su impotencia y soledad. ”No tengo quien me ayude...” Recorrer el camino solo supone no llegar a tiempo.

El pasaje de los Hechos de los Apóstoles que escuchamos hoy, nos sitúa en la misma posición de Jesús. El discípulo actuando como el Maestro. Jesús se coloca siempre al lado de cada ser humano, para dialogar con él. Siempre al lado de la gente, de sus situaciones, recorriendo junto a ellos su historia personal e iluminándola con su vida. Felipe se sitúa junto al eunuco y como Jesús con los que caminan a Emaús, escucha y pregunta. “¿Entiendes lo que lees?”. Un velado lamento encierra la respuesta: “¿Y cómo voy a entenderlo si nadie me guía?” Este hombre había subido a Jerusalén para adorar. Quienes tenían que prestarle ayuda no lo han hecho, no se han detenido con él para explicarle y regresa solo, leyendo sin entender nada y así hubiera seguido de no colocarse a su lado Felipe.

Esta experiencia la viven muchos en nuestros días. Están solos. Solos y señalados. ¿Quién se acerca a ellos? Hay muchos como el ministro de Candaces. También como el paralítico de Betesda. Jesús les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras y lo hizo poniéndose a su lado. El quiere que como discípulos hagamos lo que él hizo. Tenemos que estar al lado del otro para hacer lo que él ha hecho con nosotros. No se trata de inventar sino de comunicar y compartir.

«Como cordero fue llevado al matadero,
como oveja muda ante el esquilador,
así no abre su boca.
En su humillación no se le hizo justicia.
¿Quién podrá contar su descendencia?
Pues su vida ha sido arrancada de la tierra».

A partir de este texto, que venía leyendo sin enteder, lo guía hasta el conocimiento de Jesús, del que habla esta profecía. Y sucede lo mismo que a los de Emaús: quedan tan llenos de gozo mientras van de camino que al partir el pan lo reconocen y anuncian su resurrección. Este hombre ha encontrado la guía y pide el bautismo. Tomar pie de la historia personal de cada uno para llevarle la Palabra y ponerlo en manos de Jesús que no ha venido a condenar sino a sanar y salvar lo que estaba perdido.

“Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mi...”
Estando como estamos, celebrando por cincuenta días el domingo de Pascua, se nos proclama el capítulo sexto del evangelio de san Juan. Y en este contexto se comprende mejor lo que dice a propósito del signo que ha realizado. El Misterio pascual que se actualiza en cada Eucaristía, nos introduce en la obra salvífica llevada a cabo por Jesús, que nos ha amado hasta el extremo, entegando su vida para que la tengamos en abundancia. Generosidad en el amor significado en el “mejor vino”. Generosidad en el pan multiplicado, que sacia y sobra para alcanzar a otros. Porque el amor de Dios es así, abundante, generoso, sin límite ni concidiones previas. Tanto amó Dios al mundo que le entrega a su propio Hijo.

Le dice al gentío: “Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado...” Y a todos atrae Dios porque lo que desea es que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Y como esa es la finalidad de la encarnación, todos serán ganados por el amor que en Jesús se ha revelado.

Lo que toca es ser dicípulo de Dios. Y lo que corresponde al discipulado es “escuchar y aprender”. Porque el discípulo al convivir con el maestro, aprende a escuchar y escuchando como es debido, aprenderá adecuadamente lo que se le está comunicando. La verdad de la escucha y el aprendizaje se evidencian en la adhesión a Jesucristo. Por eso dice: “Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí” Es lo que se aprende del Maestro que dice de sí mismo: Yo no hago sino lo que veo hacer a mi Padre.” Y en otro lugar: Yo no digo sino lo que escucho a mi Padre.

Yo soy el pan de la vida
Puesto que él se ofrece para la vida del mundo, el signo realizado que relata la generosa abundancia, apunta a él mismo, que revela cuánto amó Dios al mundo al entregarlo para que el mundo se salve por él.

Es necesario comprender que los signos del pasado de Israel, encuentran su plena realidad en Jesús mismo. Por eso dice: “Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.” El és el último signo ofrecido por el Padre. Todos los demás apuntaban a él, y en él todo está cumplido. Por eso al gentío que le sigue, le ofrece alimentarse de su misma vida, mediante su cuerpo entregado y su sangre derramada. Es su amor sin límites el que sostiene al que le recibe y lo convierte, en comunión con él y con todos, en signo sacramental de un amor más grande.

Termina el pasaje con la extaordinaria afirmación: “Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo.” Es esta carne concreta, asumida en la encarnación, en la que se puede palpar todo el amor de Dios, que entregándose permite al ser humano llegar a experimentar, vitalmente, hasta qué punto está siendo amado en Jesucristo.

Pensemos qué resonancia tiene en nuestra vida lo que él dice: “Todo el que cree tiene vida eterna.”


LECTURA DEL DÍA
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles
Hch 8, 26-40

En aquellos días, un ángel del Señor le dijo a Felipe: “Levántate y toma el camino del sur, que va de Jerusalén a Gaza y que es poco transitado”. Felipe se puso en camino. Y sucedió que un etíope, alto funcionario de Candaces, reina de Etiopía, y administrador de sus tesoros, que había venido a Jerusalén para adorar a Dios, regresaba en su carro, leyendo al profeta Isaías.

Entonces el Espíritu le dijo a Felipe: “Acércate y camina junto a ese carro”. Corrió Felipe, y oyendo que el hombre leía al profeta Isaías, le preguntó: “¿Entiendes lo que estás leyendo?” Él le contestó: “¿Cómo voy a entenderlo, si nadie me lo explica?” Entonces invitó a Felipe a subir y a sentarse junto a él.

El pasaje de la Escritura que estaba leyendo, era éste: Como oveja fue llevado a la muerte; como cordero que no se queja frente al que lo trasquila, así él no abrió la boca. En su humillación no se le hizo justicia. ¿Quién podrá hablar de su descendencia, puesto que su vida ha sido arrancada de la tierra?

El etíope le preguntó a Felipe: “Dime, por favor: ¿De quién dice esto el profeta, de sí mismo o de otro?” Felipe comenzó a hablarle y partiendo de aquel pasaje, le anunció el Evangelio de Jesús. Siguieron adelante, llegaron a un sitio donde había agua y dijo el etíope: “Aquí hay agua. ¿Hay alguna dificultad para que me bautices?” Felipe le contestó: “Ninguna, si crees de todo corazón”. Respondió el etíope: “Creo que Jesús es el Hijo de Dios”. Mandó parar el carro, bajaron los dos al agua y Felipe lo bautizó.

Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El etíope ya no lo vio más y prosiguió su viaje, lleno de alegría. En cuanto a Felipe, se encontró en la ciudad de Azoto y evangelizaba los poblados que encontraba a su paso, hasta que llegó a Cesarea.


EVANGELIO DEL DÍA
Lectura del santo evangelio según san Juan
Jn 6, 44-51

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre, que me ha enviado; y a ése yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: Todos serán discípulos de Dios. Todo aquel que escucha al Padre y aprende de él, se acerca a mí. No es que alguien haya visto al Padre, fuera de aquel que procede de Dios. Ese sí ha visto al Padre.

Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y sin embargo, murieron. Éste es el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”.


Oración

Llena, Señor, todos mis espacios de ti, que en cada cosa que haga sea fácil descubrirte; que mi vida sea visiblemente tuya. Y así, Dios mío, dame también el valor para que, cuando a partir de esas acciones diarias me pregunten sobre ti, yo pueda dar un buen testimonio de tu amor y de tu salvación. Hazme, Señor, un instrumento útil para ti.

Acción

Este día revisaré las cosas que hago diariamente y me aseguraré de que en cada una de ellas haya algo que dé testimonio de mi fe.
Evangelio Diario LITURGIA - 05 DE MAYO DE 2022 Ciclo C - Año II - Color Blanco III Semana del Tiempo de Pascua Liturgia de las Horas Tomo I III Semana del Salterio Primera Lectura Hechos 8, 26-40 Salmo 65 Evangelio Juan 6, 44-51 “ Yo soy el pan de la vida ” PALABRAS DEL SANTO PADRE Si tú tienes el corazón cerrado, la fe no entra. Dios Padre siempre nos atrae hacia Jesús. Somos nosotros quienes abrimos nuestro corazón o lo cerramos. En cambio la fe, que es como una semilla en lo profundo del corazón, florece cuando nos dejamos “atraer” por el Padre hacia Jesús, y “vamos a Él” con ánimo abierto, con corazón abierto, sin prejuicios; entonces reconocemos en su rostro el rostro de Dios y en sus palabras la palabra de Dios, porque el Espíritu Santo nos ha hecho entrar en la relación de amor y de vida que hay entre Jesús y Dios Padre. Y ahí nosotros recibimos el don, el regalo de la fe. (Ángelus 9 de agosto de 2015) Reflexión del Evangelio de Hoy (Fr. Antonio Bueno Espinar O.P.) "¿Y cómo voy a entenderlo si nadie me guía?" Con frecuencia aparecen en el nuevo testamento preguntas y respuestas que revelan la indigencia del ser humano. Su necesidad de ayuda para avanzar y no hacerlo solo. No solo porque no quiera hacerlo en soledad, sino porque no puede. Recordemos a Jesús, preguntando al paralítico de Betesda: ¿quieres ser curado? La respuesta que recibe no es un si, sino una exposición de su impotencia y soledad. ”No tengo quien me ayude...” Recorrer el camino solo supone no llegar a tiempo. El pasaje de los Hechos de los Apóstoles que escuchamos hoy, nos sitúa en la misma posición de Jesús. El discípulo actuando como el Maestro. Jesús se coloca siempre al lado de cada ser humano, para dialogar con él. Siempre al lado de la gente, de sus situaciones, recorriendo junto a ellos su historia personal e iluminándola con su vida. Felipe se sitúa junto al eunuco y como Jesús con los que caminan a Emaús, escucha y pregunta. “¿Entiendes lo que lees?”. Un velado lamento encierra la respuesta: “¿Y cómo voy a entenderlo si nadie me guía?” Este hombre había subido a Jerusalén para adorar. Quienes tenían que prestarle ayuda no lo han hecho, no se han detenido con él para explicarle y regresa solo, leyendo sin entender nada y así hubiera seguido de no colocarse a su lado Felipe. Esta experiencia la viven muchos en nuestros días. Están solos. Solos y señalados. ¿Quién se acerca a ellos? Hay muchos como el ministro de Candaces. También como el paralítico de Betesda. Jesús les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras y lo hizo poniéndose a su lado. El quiere que como discípulos hagamos lo que él hizo. Tenemos que estar al lado del otro para hacer lo que él ha hecho con nosotros. No se trata de inventar sino de comunicar y compartir. «Como cordero fue llevado al matadero, como oveja muda ante el esquilador, así no abre su boca. En su humillación no se le hizo justicia. ¿Quién podrá contar su descendencia? Pues su vida ha sido arrancada de la tierra». A partir de este texto, que venía leyendo sin enteder, lo guía hasta el conocimiento de Jesús, del que habla esta profecía. Y sucede lo mismo que a los de Emaús: quedan tan llenos de gozo mientras van de camino que al partir el pan lo reconocen y anuncian su resurrección. Este hombre ha encontrado la guía y pide el bautismo. Tomar pie de la historia personal de cada uno para llevarle la Palabra y ponerlo en manos de Jesús que no ha venido a condenar sino a sanar y salvar lo que estaba perdido. “Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mi...” Estando como estamos, celebrando por cincuenta días el domingo de Pascua, se nos proclama el capítulo sexto del evangelio de san Juan. Y en este contexto se comprende mejor lo que dice a propósito del signo que ha realizado. El Misterio pascual que se actualiza en cada Eucaristía, nos introduce en la obra salvífica llevada a cabo por Jesús, que nos ha amado hasta el extremo, entegando su vida para que la tengamos en abundancia. Generosidad en el amor significado en el “mejor vino”. Generosidad en el pan multiplicado, que sacia y sobra para alcanzar a otros. Porque el amor de Dios es así, abundante, generoso, sin límite ni concidiones previas. Tanto amó Dios al mundo que le entrega a su propio Hijo. Le dice al gentío: “Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado...” Y a todos atrae Dios porque lo que desea es que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Y como esa es la finalidad de la encarnación, todos serán ganados por el amor que en Jesús se ha revelado. Lo que toca es ser dicípulo de Dios. Y lo que corresponde al discipulado es “escuchar y aprender”. Porque el discípulo al convivir con el maestro, aprende a escuchar y escuchando como es debido, aprenderá adecuadamente lo que se le está comunicando. La verdad de la escucha y el aprendizaje se evidencian en la adhesión a Jesucristo. Por eso dice: “Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí” Es lo que se aprende del Maestro que dice de sí mismo: Yo no hago sino lo que veo hacer a mi Padre.” Y en otro lugar: Yo no digo sino lo que escucho a mi Padre. Yo soy el pan de la vida Puesto que él se ofrece para la vida del mundo, el signo realizado que relata la generosa abundancia, apunta a él mismo, que revela cuánto amó Dios al mundo al entregarlo para que el mundo se salve por él. Es necesario comprender que los signos del pasado de Israel, encuentran su plena realidad en Jesús mismo. Por eso dice: “Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.” El és el último signo ofrecido por el Padre. Todos los demás apuntaban a él, y en él todo está cumplido. Por eso al gentío que le sigue, le ofrece alimentarse de su misma vida, mediante su cuerpo entregado y su sangre derramada. Es su amor sin límites el que sostiene al que le recibe y lo convierte, en comunión con él y con todos, en signo sacramental de un amor más grande. Termina el pasaje con la extaordinaria afirmación: “Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo.” Es esta carne concreta, asumida en la encarnación, en la que se puede palpar todo el amor de Dios, que entregándose permite al ser humano llegar a experimentar, vitalmente, hasta qué punto está siendo amado en Jesucristo. Pensemos qué resonancia tiene en nuestra vida lo que él dice: “Todo el que cree tiene vida eterna.” LECTURA DEL DÍA Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles Hch 8, 26-40 En aquellos días, un ángel del Señor le dijo a Felipe: “Levántate y toma el camino del sur, que va de Jerusalén a Gaza y que es poco transitado”. Felipe se puso en camino. Y sucedió que un etíope, alto funcionario de Candaces, reina de Etiopía, y administrador de sus tesoros, que había venido a Jerusalén para adorar a Dios, regresaba en su carro, leyendo al profeta Isaías. Entonces el Espíritu le dijo a Felipe: “Acércate y camina junto a ese carro”. Corrió Felipe, y oyendo que el hombre leía al profeta Isaías, le preguntó: “¿Entiendes lo que estás leyendo?” Él le contestó: “¿Cómo voy a entenderlo, si nadie me lo explica?” Entonces invitó a Felipe a subir y a sentarse junto a él. El pasaje de la Escritura que estaba leyendo, era éste: Como oveja fue llevado a la muerte; como cordero que no se queja frente al que lo trasquila, así él no abrió la boca. En su humillación no se le hizo justicia. ¿Quién podrá hablar de su descendencia, puesto que su vida ha sido arrancada de la tierra? El etíope le preguntó a Felipe: “Dime, por favor: ¿De quién dice esto el profeta, de sí mismo o de otro?” Felipe comenzó a hablarle y partiendo de aquel pasaje, le anunció el Evangelio de Jesús. Siguieron adelante, llegaron a un sitio donde había agua y dijo el etíope: “Aquí hay agua. ¿Hay alguna dificultad para que me bautices?” Felipe le contestó: “Ninguna, si crees de todo corazón”. Respondió el etíope: “Creo que Jesús es el Hijo de Dios”. Mandó parar el carro, bajaron los dos al agua y Felipe lo bautizó. Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El etíope ya no lo vio más y prosiguió su viaje, lleno de alegría. En cuanto a Felipe, se encontró en la ciudad de Azoto y evangelizaba los poblados que encontraba a su paso, hasta que llegó a Cesarea. EVANGELIO DEL DÍA Lectura del santo evangelio según san Juan Jn 6, 44-51 En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre, que me ha enviado; y a ése yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: Todos serán discípulos de Dios. Todo aquel que escucha al Padre y aprende de él, se acerca a mí. No es que alguien haya visto al Padre, fuera de aquel que procede de Dios. Ese sí ha visto al Padre. Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y sin embargo, murieron. Éste es el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”. Oración Llena, Señor, todos mis espacios de ti, que en cada cosa que haga sea fácil descubrirte; que mi vida sea visiblemente tuya. Y así, Dios mío, dame también el valor para que, cuando a partir de esas acciones diarias me pregunten sobre ti, yo pueda dar un buen testimonio de tu amor y de tu salvación. Hazme, Señor, un instrumento útil para ti. Acción Este día revisaré las cosas que hago diariamente y me aseguraré de que en cada una de ellas haya algo que dé testimonio de mi fe. read more read less

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