Si la fe es tan importante y central en la vida del sacerdote, es evidente que debe preocuparnos mucho lo que debilite o adultere la fe, es decir, apostasía, cisma o herejía.


Hablamos de herejías no porque nos consideremos mejores que nadie sino porque conservar el tesoro de la fe es un bien para todos.


De todas las herejías que ha habido en la historia, la que desde cerca de tres siglos más nos afecta es conocida como "modernismo."


En los orígenes de la herejía modernista hay varios factores:


1. La exaltación de la razón humana como instrumento único de conocimiento, y de la tecnología basada en la ciencia como esperanza inagotable de progreso para la humanidad.


2. El desprecio constante hacia la Iglesia, descrita permanentemente como una institución corrupta y egoísta que se apoya en supersticiones.


3. La corriente literaria de las llamadas "Vidas de Jesús," que pretenden presentar un Jesucristo completamente "humano," acomodado a los valores propios de la Ilustración y de una sociedad igualitaria.


4. La Revelación bíblica, despreciada en el siglo XVIII como un conjunto incoherente de fábulas y mitos, luego empieza a ser estudiada en términos de "un libro más" del que pueden obtenerse un cierto modelo de comportamiento, pero solo si se le quita los sobrenatural y "mágico" (proyecto de desmitologización de Rudolf Bultmann).