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En los años cincuenta se inició una provechosa amistad entre dos psicólogos que trabajaban en el ejército israelí, Kahneman y Tversky. Les llamaba la atención como las teorías de la racionalidad en el comportamiento no siempre explicaban adecuadamente la toma de decisiones y decidieron avanzar por otras vías.

Así terminó surgiendo en 1979 lo que denominaron “Prospect Theory”, de base empírica y que aspiraba a reflejar más cómo la gente se comporta en realidad y no cómo debiera hacerlo si fueran perfectamente racionales, que ya partían de la base que no siempre.

No es, pues, una teoría normativa. Sus diferencias esenciales con otras anteriores, como por ejemplo la Teoría de la Utilidad Esperada, se basaba a tres grandes cuestiones: la definición de las alternativas sobre las que versan las decisiones; la valoración que les damos; y la ponderación que les atribuimos.

Trataban de dar explicación a situaciones tan cotidianas y curiosas como que la reacción social ante riesgos nuevos es mucho mayor aunque sean remotos que la de los ya conocidos y mucho más graves, como la sensación de satisfacción económica se basa más en la comparación con el bienestar de nuestros vecinos que en el propio, porque los inversores eran reacios a vender acciones con pérdida y proclives a vender las que arrojan plusvalías o porque la retención en un impuesto se percibe menos como una pérdida que si esa cantidad una vez recibida es recaudada.

Un enfoque interesante, complementario sin duda, a los que parten de la perfecta racionalidad y que nos ayuda a tratar de hacer comprensible lo que sólo parecía anómalo.
En los años cincuenta se inició una provechosa amistad entre dos psicólogos que trabajaban en el ejército israelí, Kahneman y Tversky. Les llamaba la atención como las teorías de la racionalidad en el comportamiento no siempre explicaban adecuadamente la toma de decisiones y decidieron avanzar por otras vías. Así terminó surgiendo en 1979 lo que denominaron “Prospect Theory”, de base empírica y que aspiraba a reflejar más cómo la gente se comporta en realidad y no cómo debiera hacerlo si fueran perfectamente racionales, que ya partían de la base que no siempre. No es, pues, una teoría normativa. Sus diferencias esenciales con otras anteriores, como por ejemplo la Teoría de la Utilidad Esperada, se basaba a tres grandes cuestiones: la definición de las alternativas sobre las que versan las decisiones; la valoración que les damos; y la ponderación que les atribuimos. Trataban de dar explicación a situaciones tan cotidianas y curiosas como que la reacción social ante riesgos nuevos es mucho mayor aunque sean remotos que la de los ya conocidos y mucho más graves, como la sensación de satisfacción económica se basa más en la comparación con el bienestar de nuestros vecinos que en el propio, porque los inversores eran reacios a vender acciones con pérdida y proclives a vender las que arrojan plusvalías o porque la retención en un impuesto se percibe menos como una pérdida que si esa cantidad una vez recibida es recaudada. Un enfoque interesante, complementario sin duda, a los que parten de la perfecta racionalidad y que nos ayuda a tratar de hacer comprensible lo que sólo parecía anómalo. read more read less

about 1 year ago #comportamiento, #eleccion, #psicología, #racionalidad, #sociedad