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Lanzar una empresa en España no es fácil. Lo más normal es que cierre antes de cumplir cinco años, una edad que no alcanzan ni la mitad. La esperanza media de vida cuando nacen es de 11 años. Cifras todas inferiores a las registradas en el resto de la Unión Europea. Así se entiende, claro, que solo 41 compañías españolas se hayan fundado antes del siglo XX.

Pasa en España, pero es un comportamiento general en casi cualquier país. Con algunas excepciones, principalmente asiáticas. Y por encima de todas las excepciones, Japón, un país de tradiciones ancestrales, que cuenta, no con una, sino con varias empresas milenarias. De hecho, 4 de las 5 compañías en activo más antiguas del mundo son niponas. Y tiene más de 20.000 compañías con más de un siglo de vida.

Y por encima de todas destaca Kongo Gumi, la empresa más antigua del mundo. Corría el año 578 -por poner en perspectiva, un siglo más tarde de la caída del Imperio Romano-, cuando Shigetsu Kongō ponía en marcha esta empresa, dedicada a algo tan universal como la construcción. Pero no a cualquier tipo de construcción, sino a la construcción, y después al mantenimiento, de templos budistas.

Todo comienza cuando el príncipe Shotoku Taishi, un adolescente, encarga la construcción del primer templo budista en Japón, en la actual Osaka. En un país donde la religión predominante era el sintoísmo, no había carpinteros, arquitectos o artesanos especializados en este tipo de edificaciones. Así, deben ir a Corea, donde contrata a tres expertos en la materia. Uno de ellos es el propio Shigetsu Kongō.

Este equipo llegado de Corea fue el encargado de construir el famoso y espectacular templo de Shitennō-ji, el primero construido en suelo nipón. Kongo Gumi, durante sus primeras décadas de vida, se dedicó en exclusiva al mantenimiento y la preservación de este templo.

Su construcción finalizó en el año 593, y ha sobrevidido hasta nuestros días. Aunque a lo largo de su historia ha sido víctima de numerosas catástrofes y accidentes, que han hecho que tuviera que ser reparado o reconstruido varias veces. Su imagen actual data del año 1963, cuando se le hizo la última gran intervención, tras ser destruido por un tifón.

La rápida expansión del budismo por todo el país, la fama alcanzada por la belleza de Shitennō-ji, el apoyo imperial y el prestigio que le daba el hecho de ser los pioneros, les abrieron numerosas oportunidades de negocio. Así, en los siguientes siglos se encargan igualmente de la construcción de los templos de Hōryū-ji (607) y Koyasan (816).

Kongo Gumi era una empresa familiar. Los 40 presidentes que ha tenido la compañía en sus más de 1.400 años de historia son todos descendientes de Shigetsu Kongō, o cónyuges de los mismos. Pero con una particularidad, el cargo no lo heredaba el hijo mayor, como era tradición, sino que se le entregaba al más preparado de todos.

Por supuesto, una empresa de tal longevidad también ha pasado por crisis, algunas de las cuales llegaron a amenazar su supervivencia. Una de las más graves llega en 1868, con la revolución Meiji y su persecución al budismo, en el que incluso llegan a destruirse algunos templos. Kongo Gumi se queda así sin una de sus principales fuentes de ingresos.

Para superar esta crisis, la compañía decide diversificar su negocio, y comienza entonces a construir otro tipo de edificios, como casas tradicionales o oficinas, adaptándose a la revolución industrial que empezaba a llegar a Japón, y que estaba impulsada por los Meiji.

Las dificultades que viven en ese periodo llevan a Yoshisada Kongo, el 32º líder de la empresa, a escribir 16 reglas, 16 principios básicos, basados en su glorioso pasado, que sirvan como guía en el futuro. Estos van desde normas formales, sobre cómo vestir, cómo tratar a los clientes o cuánto beber; a metodológicas, como el control de calidad o la importancia de presentar presupuestos honestos; o de formación, especificando los pasos a seguir para convertirse en maestro artesano, o fijando la importancia de la lectura y el aprendizaje de la aritmética.

Con la gran recesión sufren otro momento muy complicado. El líder Haruichi Kongo se suicida, al no poder cumplir con los objetivos marcados, en un ritual ante las tumbas de sus antepasados. Le sustituye en el cargo su viuda, Yoshei Kongo, la primera y única mujer que ha dirigido la empresa en su milenaria trayectoria, que logra remontar la situación apostando por la construcción de ataúdes de madera. Con la II Guerra Mundial, el negocio estuvo asegurado.

Pero la crisis que de verdad puso contra las cuerdas a la compañía llegó a finales del siglo XX. Por un lado, por la burbuja inmobiliaria de los años 80, que le llevó a alcanzar un elevado nivel de deuda, por todo el dinero que había pedido prestado para invertir en ladrillo. Y por otro, por los cambios sociales y la mayor laicidad que han llegado a Japón, que han provocado una caída dramática de los donativos que recibían los templos budistas.

La empresa sufre una situación económica muy complicada, que provoca que deba ser adquirida por Takamatsu, una constructora japonesa de mayor tamaño, en 2006. En este momento surge cierta polémica. Hay que considera que con este movimiento se pone fin a la historia de la empresa, dejando de ser la más antigua en activo, a pesar de seguir trabajando; mientras que otros consideran que aunque esté bajo el paraguas de otra marca, sigue viva.

Mientras tanto, la legendaria empresa ha vuelto a especializarse en edificios religiosos, con la artesanía y la calidad como principios básicos. Sin embargo, en vez de vivir de los encargos del Gobierno, ahora apuesta por promover activamente nuevos proyectos de construcción y restauración.

Los días 1 y 15 de cada mes, los empleados de Kongo Gumi siguen reuniéndose para rezar una pequeña oración en honor del príncipe Shotoku, para agradecerle cómo empezó todo.
Lanzar una empresa en España no es fácil. Lo más normal es que cierre antes de cumplir cinco años, una edad que no alcanzan ni la mitad. La esperanza media de vida cuando nacen es de 11 años. Cifras todas inferiores a las registradas en el resto de la Unión Europea. Así se entiende, claro, que solo 41 compañías españolas se hayan fundado antes del siglo XX. Pasa en España, pero es un comportamiento general en casi cualquier país. Con algunas excepciones, principalmente asiáticas. Y por encima de todas las excepciones, Japón, un país de tradiciones ancestrales, que cuenta, no con una, sino con varias empresas milenarias. De hecho, 4 de las 5 compañías en activo más antiguas del mundo son niponas. Y tiene más de 20.000 compañías con más de un siglo de vida. Y por encima de todas destaca Kongo Gumi, la empresa más antigua del mundo. Corría el año 578 -por poner en perspectiva, un siglo más tarde de la caída del Imperio Romano-, cuando Shigetsu Kongō ponía en marcha esta empresa, dedicada a algo tan universal como la construcción. Pero no a cualquier tipo de construcción, sino a la construcción, y después al mantenimiento, de templos budistas. Todo comienza cuando el príncipe Shotoku Taishi, un adolescente, encarga la construcción del primer templo budista en Japón, en la actual Osaka. En un país donde la religión predominante era el sintoísmo, no había carpinteros, arquitectos o artesanos especializados en este tipo de edificaciones. Así, deben ir a Corea, donde contrata a tres expertos en la materia. Uno de ellos es el propio Shigetsu Kongō. Este equipo llegado de Corea fue el encargado de construir el famoso y espectacular templo de Shitennō-ji, el primero construido en suelo nipón. Kongo Gumi, durante sus primeras décadas de vida, se dedicó en exclusiva al mantenimiento y la preservación de este templo. Su construcción finalizó en el año 593, y ha sobrevidido hasta nuestros días. Aunque a lo largo de su historia ha sido víctima de numerosas catástrofes y accidentes, que han hecho que tuviera que ser reparado o reconstruido varias veces. Su imagen actual data del año 1963, cuando se le hizo la última gran intervención, tras ser destruido por un tifón. La rápida expansión del budismo por todo el país, la fama alcanzada por la belleza de Shitennō-ji, el apoyo imperial y el prestigio que le daba el hecho de ser los pioneros, les abrieron numerosas oportunidades de negocio. Así, en los siguientes siglos se encargan igualmente de la construcción de los templos de Hōryū-ji (607) y Koyasan (816). Kongo Gumi era una empresa familiar. Los 40 presidentes que ha tenido la compañía en sus más de 1.400 años de historia son todos descendientes de Shigetsu Kongō, o cónyuges de los mismos. Pero con una particularidad, el cargo no lo heredaba el hijo mayor, como era tradición, sino que se le entregaba al más preparado de todos. Por supuesto, una empresa de tal longevidad también ha pasado por crisis, algunas de las cuales llegaron a amenazar su supervivencia. Una de las más graves llega en 1868, con la revolución Meiji y su persecución al budismo, en el que incluso llegan a destruirse algunos templos. Kongo Gumi se queda así sin una de sus principales fuentes de ingresos. Para superar esta crisis, la compañía decide diversificar su negocio, y comienza entonces a construir otro tipo de edificios, como casas tradicionales o oficinas, adaptándose a la revolución industrial que empezaba a llegar a Japón, y que estaba impulsada por los Meiji. Las dificultades que viven en ese periodo llevan a Yoshisada Kongo, el 32º líder de la empresa, a escribir 16 reglas, 16 principios básicos, basados en su glorioso pasado, que sirvan como guía en el futuro. Estos van desde normas formales, sobre cómo vestir, cómo tratar a los clientes o cuánto beber; a metodológicas, como el control de calidad o la importancia de presentar presupuestos honestos; o de formación, especificando los pasos a seguir para convertirse en maestro artesano, o fijando la importancia de la lectura y el aprendizaje de la aritmética. Con la gran recesión sufren otro momento muy complicado. El líder Haruichi Kongo se suicida, al no poder cumplir con los objetivos marcados, en un ritual ante las tumbas de sus antepasados. Le sustituye en el cargo su viuda, Yoshei Kongo, la primera y única mujer que ha dirigido la empresa en su milenaria trayectoria, que logra remontar la situación apostando por la construcción de ataúdes de madera. Con la II Guerra Mundial, el negocio estuvo asegurado. Pero la crisis que de verdad puso contra las cuerdas a la compañía llegó a finales del siglo XX. Por un lado, por la burbuja inmobiliaria de los años 80, que le llevó a alcanzar un elevado nivel de deuda, por todo el dinero que había pedido prestado para invertir en ladrillo. Y por otro, por los cambios sociales y la mayor laicidad que han llegado a Japón, que han provocado una caída dramática de los donativos que recibían los templos budistas. La empresa sufre una situación económica muy complicada, que provoca que deba ser adquirida por Takamatsu, una constructora japonesa de mayor tamaño, en 2006. En este momento surge cierta polémica. Hay que considera que con este movimiento se pone fin a la historia de la empresa, dejando de ser la más antigua en activo, a pesar de seguir trabajando; mientras que otros consideran que aunque esté bajo el paraguas de otra marca, sigue viva. Mientras tanto, la legendaria empresa ha vuelto a especializarse en edificios religiosos, con la artesanía y la calidad como principios básicos. Sin embargo, en vez de vivir de los encargos del Gobierno, ahora apuesta por promover activamente nuevos proyectos de construcción y restauración. Los días 1 y 15 de cada mes, los empleados de Kongo Gumi siguen reuniéndose para rezar una pequeña oración en honor del príncipe Shotoku, para agradecerle cómo empezó todo. read more read less

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