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El café es una de las bebidas más populares en todo el mundo, y la producción de este grano es una industria crucial para muchos países, y para muchas familias. Es la segunda mercancía más comercializada en el mundo, solo superada por el petróleo. Pero el año pasado, la producción de café a nivel mundial sufrió un duro golpe, lastrado por una serie de factores.
El principal problema fue el climático, que ha afectado a los principales productores, pero sobre todo a Brasill, el mayor del mundo. Un gigante que registró su peor cosecha en 20 años, tras varias campañas de récord, debido, por un lado, a las sequías, que obligaron a reducir la producción; y por otro, a las heladas y las lluvias torrenciales, que dañaron gravemente las plantaciones de café. Lo mismo pasó en Colombia, con las dos últimas cosechas lastradas por las lluvias asociadas al fenómeno de La Niña.
Lo más grave es que el cambio climático puede haberse convertido en un riesgo sistémico para los países productores de café. Un estudio reciente elaborado en Australia descubrió que el número de amenazas climáticas y fenómenos compuestos ha aumentado en todas las regiones productoras de café entre 1980 y 2020. Además, el tipo de riesgos ha pasado de condiciones excesivamente frías a excesivamente cálidas.
Los riesgos a nivel regional son indicativos de un riesgo sistémico para la producción de café, más que de un riesgo local. Teniendo en cuenta que las proyecciones del cambio climático indican que es probable que se produzca un aumento continuado de las temperaturas en los trópicos, la producción de café puede sufrir continuas crisis sistémicas en respuesta a los riesgos climáticos que se agravan espacialmente.
Desde 1980, la producción mundial de café está cada vez más expuesta al riesgo de malas cosechas sincronizadas, que pueden deberse a riesgos climáticos que afectan simultáneamente a varias zonas productoras clave.
Por otro lado, en la anterior campaña el sector también se vio perjudicado por la crisis logística, que golpeó especialmente a Vietnam, segundo mayor productor mundial; y la pandemia, que ralentizó toda la cadena de transporte a través del mar. La incertidumbre provocada por la invasión de Ucrania, en menor medida, también fue un bache para el sector del café.
Otro problema es el alza de los costes de producción. El café requiere mucha mano de obra, y son muchos los agricultores de Centroamérica que se han ido del campo, lo que obliga a atraer a más jóvenes para cubrir sus bajas.
Pero tras una campaña tan complicada, parece que se empieza a ver la luz al final del túnel. Los precios mundiales se han moderado, ante la perspectiva de una mayor producción. A pesar de que en febrero sufrió un ligero repunte, con la mejora de la oferta, el índice compuesto de la Organicación Internacional del Café ha descendido más de un 25% desde febrero de 2022, cuando alcanzó niveles récord.
La producción de la campaña 22-23, que comenzó el pasado mes de octubre, ascenderá a 171 millones de sacos, dos millones más que en la anterior, según datos de la organización recogidos por EFE. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos es aún más optimista, y eleva las previsiones de producción hasta los 172 millones. Y lo achaca, sobre todo, a la cosecha de arábica en Brasil, que ha entrado en el mejor año de su ciclo bienal.
Otro tema es el consumo, que no ha dejado de crecer en ningún momento. La pandemia ha alterado los hábitos de los ciudadanos, ha impulsado la concentración de empresas, y mantiene ciertos problemas logísticos. Pero no impide que el consumo siga aumentando, porque aunque sea más caro, la tendencia en época de crisis es tomar mezclas más baratas, nunca dejarlo.
Una situación global que se replica en España, donde el café ha demostrado ser un producto resiliente a la crisis. La cultura del café sigue en desarrollo, y no la frenan ni los costes energéticos ni la inflación.
El café es una de las bebidas más populares en todo el mundo, y la producción de este grano es una industria crucial para muchos países, y para muchas familias. Es la segunda mercancía más comercializada en el mundo, solo superada por el petróleo. Pero el año pasado, la producción de café a nivel mundial sufrió un duro golpe, lastrado por una serie de factores. El principal problema fue el climático, que ha afectado a los principales productores, pero sobre todo a Brasill, el mayor del mundo. Un gigante que registró su peor cosecha en 20 años, tras varias campañas de récord, debido, por un lado, a las sequías, que obligaron a reducir la producción; y por otro, a las heladas y las lluvias torrenciales, que dañaron gravemente las plantaciones de café. Lo mismo pasó en Colombia, con las dos últimas cosechas lastradas por las lluvias asociadas al fenómeno de La Niña. Lo más grave es que el cambio climático puede haberse convertido en un riesgo sistémico para los países productores de café. Un estudio reciente elaborado en Australia descubrió que el número de amenazas climáticas y fenómenos compuestos ha aumentado en todas las regiones productoras de café entre 1980 y 2020. Además, el tipo de riesgos ha pasado de condiciones excesivamente frías a excesivamente cálidas. Los riesgos a nivel regional son indicativos de un riesgo sistémico para la producción de café, más que de un riesgo local. Teniendo en cuenta que las proyecciones del cambio climático indican que es probable que se produzca un aumento continuado de las temperaturas en los trópicos, la producción de café puede sufrir continuas crisis sistémicas en respuesta a los riesgos climáticos que se agravan espacialmente. Desde 1980, la producción mundial de café está cada vez más expuesta al riesgo de malas cosechas sincronizadas, que pueden deberse a riesgos climáticos que afectan simultáneamente a varias zonas productoras clave. Por otro lado, en la anterior campaña el sector también se vio perjudicado por la crisis logística, que golpeó especialmente a Vietnam, segundo mayor productor mundial; y la pandemia, que ralentizó toda la cadena de transporte a través del mar. La incertidumbre provocada por la invasión de Ucrania, en menor medida, también fue un bache para el sector del café. Otro problema es el alza de los costes de producción. El café requiere mucha mano de obra, y son muchos los agricultores de Centroamérica que se han ido del campo, lo que obliga a atraer a más jóvenes para cubrir sus bajas. Pero tras una campaña tan complicada, parece que se empieza a ver la luz al final del túnel. Los precios mundiales se han moderado, ante la perspectiva de una mayor producción. A pesar de que en febrero sufrió un ligero repunte, con la mejora de la oferta, el índice compuesto de la Organicación Internacional del Café ha descendido más de un 25% desde febrero de 2022, cuando alcanzó niveles récord. La producción de la campaña 22-23, que comenzó el pasado mes de octubre, ascenderá a 171 millones de sacos, dos millones más que en la anterior, según datos de la organización recogidos por EFE. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos es aún más optimista, y eleva las previsiones de producción hasta los 172 millones. Y lo achaca, sobre todo, a la cosecha de arábica en Brasil, que ha entrado en el mejor año de su ciclo bienal. Otro tema es el consumo, que no ha dejado de crecer en ningún momento. La pandemia ha alterado los hábitos de los ciudadanos, ha impulsado la concentración de empresas, y mantiene ciertos problemas logísticos. Pero no impide que el consumo siga aumentando, porque aunque sea más caro, la tendencia en época de crisis es tomar mezclas más baratas, nunca dejarlo. Una situación global que se replica en España, donde el café ha demostrado ser un producto resiliente a la crisis. La cultura del café sigue en desarrollo, y no la frenan ni los costes energéticos ni la inflación. read more read less

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