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La industria de la música está viviendo una auténtica revolución en los últimos meses. Son muchos los artistas, los grandes artistas, que están vendiendo los derechos de sus canciones a empresas. Hablamos de super estrellas como Bob Dylan, Taylor Swift, David Guetta, Sting, Bruce Springsteen, Shakira... que han cedido los derechos de toda su discografía a grandes sellos, como Warner o Sony, pero también a fondos, como Shamrock.

¿Por qué lo han hecho? Es una tendencia que nace con el auge de las plataformas de streaming, como Spotify, que revolucionó la industria musical, y convirtió a los conciertos en la principal fuente de ingresos para los músicos.

También se suma que los artistas deben pagar grandes cantidades de dinero en impuestos por las ganancias generadas por la venta de derechos de sus piezas. Tanto la venta de álbumes, ya sea en los renacidos discos o en CD, como por las reproducciones online.

A eso hay que sumarle los efectos de la pandemia provocada por el coronavirus, que ha obligado a suspender o limitar el aforo de los conciertos, que ha acelerado la tendencia.

Con todos estos ingredientes sobre la mesa, son muchos los artistas que han visto rentable la opción de vender los derechos de su música, y una forma de asegurarse grandes ingresos.

Esta es la última tendencia de un sector, el de la música, que lleva desde sus orígenes buscando la mejor fórmula para maximizar sus ingresos. Y uno de los pioneros fue David Bowie.

El genio de la música, precursor en muchos aspectos de la industria, fue también el primero en adentrarse en el mundo de las finanzas, aparejando su nombre a un tipo de bono muy concreto: los celebrity bonds.

¿Qué es esto? Pues básicamente se trata de un tipo de ABS, un bono titulizado, respaldado por derechos de propiedad intelectual, y emitido por el titular de los mismos. En definitiva, es la transformación de derechos de propiedad intelectual en forma de bono. El autor promete a los inversores participar en los futuros beneficios derivados de los royalties que vaya a cobrar, que son los que garantizan el flujo de dinero necesario para devolver el principal más los intereses prometidos.

Suele señalarse esta emisión de David Bowie como la primera de esta clase. Se llamaron Bonos Bowie, y fueron lanzados en 1997. Incluía los derechos derivados de los 25 álbumes que había grabado antes de 1990. Con el apoyo del inversor David Pullman, experto en el mundo de la música, captó 55 millones de dólares en bonos a 10 años, con un interés anual del 7,9%. El acuerdo incluía también la garantía de la discográfica EMI, por la que acababa de firmar Bowie.

El músico inglés utilizó los ingresos generados para recomprar a su vez canciones a su antiguo manager. La prensa pronto se dividió: para unos era un innovador, y para otros un vendido a Wall Street.

No tuvieron una vida fácil los Bonos Bowie. Las estimaciones de venta fueron demasiado optimistas, incapaces de prever el terremoto que supuso para la industria la llegada de internet. Moody's, que había otorgado una calificación de A3 a la emisión, es decir, de buena calidad, la rebajó en 2004 hasta un escalón por encima de los bonos basura.

Sea como fuere, la emisión generó un gran revuelo, y parecía que era una fórmula que iba a tener recorrido. pero el mundo avanzó demasiado rápido, internet cambió los hábitos de consumo de la música, y la venta de discos se hundió. Pese a todo, fueron varios los artistas que llevaron a cabo operaciones similares en los siguientes años, como Iron Maiden o Rod Stewart. Y otros, como los Beattles o Michael Jackson, también estudiaron la opción, aunque no llegaron a consolidarlo. Todos grandes nombres y con amplios catálogos, imprescindibles para atraer a los inversores.

El acuerdo definitivo no se hizo público, así que no se conocen todas las cláusulas del contrato, por lo que aún hoy se duda sobre la rentabilidad de la inversión. Pero la semilla estaba plantada.
La industria de la música está viviendo una auténtica revolución en los últimos meses. Son muchos los artistas, los grandes artistas, que están vendiendo los derechos de sus canciones a empresas. Hablamos de super estrellas como Bob Dylan, Taylor Swift, David Guetta, Sting, Bruce Springsteen, Shakira... que han cedido los derechos de toda su discografía a grandes sellos, como Warner o Sony, pero también a fondos, como Shamrock. ¿Por qué lo han hecho? Es una tendencia que nace con el auge de las plataformas de streaming, como Spotify, que revolucionó la industria musical, y convirtió a los conciertos en la principal fuente de ingresos para los músicos. También se suma que los artistas deben pagar grandes cantidades de dinero en impuestos por las ganancias generadas por la venta de derechos de sus piezas. Tanto la venta de álbumes, ya sea en los renacidos discos o en CD, como por las reproducciones online. A eso hay que sumarle los efectos de la pandemia provocada por el coronavirus, que ha obligado a suspender o limitar el aforo de los conciertos, que ha acelerado la tendencia. Con todos estos ingredientes sobre la mesa, son muchos los artistas que han visto rentable la opción de vender los derechos de su música, y una forma de asegurarse grandes ingresos. Esta es la última tendencia de un sector, el de la música, que lleva desde sus orígenes buscando la mejor fórmula para maximizar sus ingresos. Y uno de los pioneros fue David Bowie. El genio de la música, precursor en muchos aspectos de la industria, fue también el primero en adentrarse en el mundo de las finanzas, aparejando su nombre a un tipo de bono muy concreto: los celebrity bonds. ¿Qué es esto? Pues básicamente se trata de un tipo de ABS, un bono titulizado, respaldado por derechos de propiedad intelectual, y emitido por el titular de los mismos. En definitiva, es la transformación de derechos de propiedad intelectual en forma de bono. El autor promete a los inversores participar en los futuros beneficios derivados de los royalties que vaya a cobrar, que son los que garantizan el flujo de dinero necesario para devolver el principal más los intereses prometidos. Suele señalarse esta emisión de David Bowie como la primera de esta clase. Se llamaron Bonos Bowie, y fueron lanzados en 1997. Incluía los derechos derivados de los 25 álbumes que había grabado antes de 1990. Con el apoyo del inversor David Pullman, experto en el mundo de la música, captó 55 millones de dólares en bonos a 10 años, con un interés anual del 7,9%. El acuerdo incluía también la garantía de la discográfica EMI, por la que acababa de firmar Bowie. El músico inglés utilizó los ingresos generados para recomprar a su vez canciones a su antiguo manager. La prensa pronto se dividió: para unos era un innovador, y para otros un vendido a Wall Street. No tuvieron una vida fácil los Bonos Bowie. Las estimaciones de venta fueron demasiado optimistas, incapaces de prever el terremoto que supuso para la industria la llegada de internet. Moody's, que había otorgado una calificación de A3 a la emisión, es decir, de buena calidad, la rebajó en 2004 hasta un escalón por encima de los bonos basura. Sea como fuere, la emisión generó un gran revuelo, y parecía que era una fórmula que iba a tener recorrido. pero el mundo avanzó demasiado rápido, internet cambió los hábitos de consumo de la música, y la venta de discos se hundió. Pese a todo, fueron varios los artistas que llevaron a cabo operaciones similares en los siguientes años, como Iron Maiden o Rod Stewart. Y otros, como los Beattles o Michael Jackson, también estudiaron la opción, aunque no llegaron a consolidarlo. Todos grandes nombres y con amplios catálogos, imprescindibles para atraer a los inversores. El acuerdo definitivo no se hizo público, así que no se conocen todas las cláusulas del contrato, por lo que aún hoy se duda sobre la rentabilidad de la inversión. Pero la semilla estaba plantada. read more read less

2 years ago #bonos, #bowie, #david, #economía, #financiación, #fondos, #guetta, #historia, #inversión, #musica, #rentabilidad, #sony, #springsteen, #sting, #swift, #universal, #warner