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Sofonías-169 Un día glorioso

Sofonías-169 Un día glorioso
Sep 8, 2023 · 10m 3s

“En aquel tiempo yo os traeré, en aquel tiempo os reuniré yo; pues os pondré para renombre y para alabanza entre todos los pueblos de la tierra, cuando levante vuestro...

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“En aquel tiempo yo os traeré, en aquel tiempo os reuniré yo; pues os pondré para renombre y para alabanza entre todos los pueblos de la tierra, cuando levante vuestro cautiverio delante de vuestros ojos, dice Jehová.” (Sofonías 3:20)

Así acaba el libro de Sofonías, con la promesa del Señor de que Él los libertaría, Él los traería, Él los reuniría. Él los pondría para renombre y para alabanza entre todos los pueblos de la tierra.

Aquellos que oirían esto de la boca de Sofonías no estaban aún en cautiverio. Las diez tribus del norte habían sido llevadas por los asirios. El profeta Isaías ya había avisado de que Asiria conquistaría Israel, y lo había hecho. Pero Sofonías estaba hablando a los del sur, a los de Judá, que vivían en Jerusalén.

Recordemos el periodo de la historia en la que el contenido de este pequeño libro profético, así como los que hemos estado viendo fue dado al pueblo, y los acontecimientos que estos describían. Judá también sería atacada, muchos llevados cautivos, y finalmente Jerusalén sería destruída. Lo anunciarían los profetas durante todo un siglo, exhortándoles a buscar a Dios, advirtiendo de la destrucción que se les venía encima. Sofonías, Jeremías, Habacuc, Daniel y Ezequiel estuvieron durante este tiempo predicando la palabra de Dios a un pueblo que no quiso escuchar.

Sin embargo, fijémonos que el final del libro de Sofonías nos muestra que el propósito de Dios en traer castigo a su pueblo y los pueblos paganos de alrededor era destruir la maldad, para que Él pudiera establecer un reino justo y puro.

Sofonías presenta la misma advertencia que vemos en Habacuc, excepto que Dios no le da a Sofonías el nombre de la nación que traería el castigo sobre Jerusalén.

El rey Josías reinaba sobre Judá en los días de Sofonías. Recordemos que este rey fue el que encontró la palabra de Dios mientras reformaban el templo e hizo que todo el mundo la oyera y se hicieran las cosas conforme a lo que en ella se decía. Pero esta reforma ocurrió en la vida del rey y en la de algunos de los que le seguían, pero al parecer, no llegó a calar en las fibras del pueblo en general, porque las vidas de los individuos no mostraron un cambio de corazón.

Sofonías presenta al pueblo la situación de forma que debería llamar la atención, ya que su lenguaje es claro y directo. Dios les está advirtiendo para que ellos, viendo su condición, pudieran volverse atrás en sus caminos. Dice el capítulo 2:

“Congregaos y meditad, oh nación sin pudor, antes que tenga efecto el decreto, y el día se pase como el tamo; antes que venga sobre vosotros el furor de la ira de Jehová, antes que el día de la ira de Jehová venga sobre vosotros. Buscad a Jehová todos los humildes de la tierra, los que pusisteis por obra su juicio; buscad justicia, buscad mansedumbre; quizá seréis guardados en el día del enojo de Jehová.”

Al escuchar esto, seguramente puedas imaginar un padre o una madre llamando la atención de su hijo o hija, diciéndole lo que ocurrirá si no deja de hacer algo peligroso que esté haciendo, y todo con el deseo de protegerlo y que le vaya bien.
Dios llama al humilde, porque requiere humildad reconocer que dependes de alguien que sabe y puede más que tú, Les ruega que busquen justicia y mansedumbre, porque el orgullo busca el bien propio y nunca lleva a un buen fin.

El capítulo dos declara el castigo que vendría a las naciones de alrededor, mencionando también a Asiria, la cual se enorgullecía de su poder. Y entre todas estas, la misma Jerusalén, ciudad de David, sufriría la destrucción que traería su propio orgullo y pecado.

Estas advertencias que hemos oído la boca de uno y otro de los profetas fueron las que el pueblo oyó. Uno pensaría que con tantas advertencias deberían haber atendido, pero lo cierto es que los receptores del mensaje parecían estar desensibilizados. Dios tendría que llevar a cabo toda aquella destrucción, pero nadie ni nada podría cambiar el plan de Dios para las naciones.

¿Recuerdas que Dios había prometido a Abraham que un día todas las naciones proclamarían el nombre de Dios? Antes de que esto ocurriera, todo el mal de la humanidad debía ser juzgado. Dios haría lo que había declarado y llevaría a cabo su perfecto plan. Lo que los pueblos hicieran no podría cambiar el precioso plan que Dios tenía.

Sofonías 3:8 dice: “Por tanto, esperadme, dice Jehová, hasta el día que me levante para juzgaros; porque mi determinación es reunir las naciones, juntar los reinos, para derramar sobre ellos mi enojo, todo el ardor de mi ira; por el fuego de mi celo será consumida toda la tierra.”

Mas la siguiente frase afirma: “En aquel tiempo devolveré yo a los pueblos pureza de labios, para que todos invoquen el nombre de Jehová, para que le sirvan de común consentimiento.”

El plan de Dios era el perdón y la reconciliación, mas para llegar ahí, por desgracia, debían pasar por la destrucción que traía consigo la rebeldía y la desobediencia. Después de esto, tras el arrepentimiento y el perdón Dios promete total reconciliación, sin rencor ni culpabilidad; leemos en Sofonías 3: 11-13 “En aquel día no serás avergonzada por ninguna de tus obras con que te rebelaste contra mí; porque entonces quitaré de en medio de ti a los que se alegran en tu soberbia, y nunca más te ensoberbecerás en mi santo monte. Y dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, el cual confiará en el nombre de Jehová. El remanente de Israel no hará injusticia ni dirá mentira, ni en boca de ellos se hallará lengua engañosa; porque ellos serán apacentados, y dormirán, y no habrá quien los atemorice.”

A pesar de que Dios tendría que derramar sobre ellos su ira y su fuego tendría que consumir el mal, Dios enviaría a aquel que limpiaría a su pueblo de todo pecado. Jesucristo vendría, siglos más tarde, a pagar por ellos y por nosotros la deuda del pecado. El resultado que Dios quiere y obtendrá será que toda lengua y toda nación confesará el nombre de Dios. Esto está por venir, pero sin duda llegará. Dios ya lo ha dicho.

Porque escrito está, en Romanos 14:11, evocando a Isaías 45:23:
“Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, Y toda lengua confesará a Dios.”

Filipenses 2:9-11 afirma: “Por lo cual Dios también le exaltó (a Cristo) hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”

¿Acaso somos nosotros mejores que lo que estos libros describen del pueblo de Israel o de los pueblos alrededor? ¿Acaso la maldad del mundo se ha erradicado? Sin duda, no estamos en posición de proclamar a Dios, y nuestro mundo no tiene la disposición de doblar rodilla ante Él.

¿Tendrá el Señor que mandar destrucción para que podamos llegar a una reconciliación? Como Jeremías hablaba, ¿tendrá Dios que arrancar y destruir para después poder plantar y construir?

Hay un camino al Padre, el único camino que lleva a la salvación de nuestras almas. Jesucristo, Dios hombre, vino a la tierra para reconciliarnos con Dios. Él es el único que puede representarnos, pagando la deuda que todo ser humano tiene con Dios.

Cuando llegue el día en que toda lengua y toda nación doble rodilla ante Dios, deseo que lo puedas hacer conmigo en confianza de que Cristo ya te ha dado la paz con Dios, y de que tú también estás del lado del Dios Todopoderoso y amoroso. Ese será un día glorioso.
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Author David y Maribel
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