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«He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones.» (Eclesiastés 7:29)

El fin del discurso de Eclesiastés, según el mismo Salomón, es la importancia de vivir conscientes de Dios tanto en nuestra actitud, el temor de Dios, como en nuestras acciones, la obediencia. El contexto en que se desarrolla el discurso es la vanidad de la creación. Pero aquí en el capítulo central del libro, encontramos la razón por la cual existe tanta vanidad en este mundo. La vanidad no era parte original de la creación de Dios. Como dice el sabio, Dios hizo al hombre recto, perfecto, pero cada uno de nosotros hemos buscado muchas perversiones. Es una descripción apropiada para el pecado, empezando desde Adán y Eva y continuando con cada uno de nosotros. Los responsables de la frustrante vanidad que llena este mundo somos nosotros. Por lo tanto tiene sentido que nosotros, por nuestra cuenta, poco podemos esperar hacer para remediar la vanidad del mundo. Menos mal que aunque Dios no es el autor de la vanidad, sí tomó sobre sí la responsabilidad de salvarnos de nuestros pecados, cuando envió a su Hijo para morir bajo nuestro castigo y así redimirnos de la vanidad del pecado.

Cada vez que experimentamos la vanidad de este mundo, debemos dar gracias a Dios por nuestro Redentor. El sacrificio de Cristo en la cruz ha condenado la vanidad y un día glorioso estaremos en su presencia libres de la vanidad. (David Bell)
«He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones.» (Eclesiastés 7:29) El fin del discurso de Eclesiastés, según el mismo Salomón, es la importancia de vivir conscientes de Dios tanto en nuestra actitud, el temor de Dios, como en nuestras acciones, la obediencia. El contexto en que se desarrolla el discurso es la vanidad de la creación. Pero aquí en el capítulo central del libro, encontramos la razón por la cual existe tanta vanidad en este mundo. La vanidad no era parte original de la creación de Dios. Como dice el sabio, Dios hizo al hombre recto, perfecto, pero cada uno de nosotros hemos buscado muchas perversiones. Es una descripción apropiada para el pecado, empezando desde Adán y Eva y continuando con cada uno de nosotros. Los responsables de la frustrante vanidad que llena este mundo somos nosotros. Por lo tanto tiene sentido que nosotros, por nuestra cuenta, poco podemos esperar hacer para remediar la vanidad del mundo. Menos mal que aunque Dios no es el autor de la vanidad, sí tomó sobre sí la responsabilidad de salvarnos de nuestros pecados, cuando envió a su Hijo para morir bajo nuestro castigo y así redimirnos de la vanidad del pecado. Cada vez que experimentamos la vanidad de este mundo, debemos dar gracias a Dios por nuestro Redentor. El sacrificio de Cristo en la cruz ha condenado la vanidad y un día glorioso estaremos en su presencia libres de la vanidad. (David Bell) read more read less

2 years ago #bell, #biblia, #david, #devocional, #eclesiastes, #pecado, #redención, #vanidad