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«Porque Jehová había humillado a Judá por causa de Acaz rey de Israel, por cuanto él había actuado desenfrenadamente en Judá, y había prevaricado gravemente contra Jehová.» (2 Crónicas 28:19)

Frente a la amenaza de Damasco, la capital de Siria, el rey Acaz decidió comprar la ayuda de los asirios con los tesoros del templo de Jehová. Para mí, el hecho más sorprendente de esta historia ocurre cuando, después de la derrota de Damasco por los ejércitos asirios, Acaz lo visita y termina haciendo una copia del altar de Damasco en Jerusalén para así adorar a los dioses de la nación derrotada. Las Escrituras condenan sus acciones con la siguiente explicación: Acaz había actuado desenfrenadamente –literalmente, libre, sin ataduras— y había prevaricado gravemente. Nuestra sociedad castiga la rebelión contra las autoridades, especialmente los actos de desobediencia conscientes. Es la base de nuestra justicia. Dios también toma en serio la prevaricación. La gran diferencia es que nuestra sociedad actúa por sus propios intereses mientras que Dios actúa por nuestro bien. Nuestro mayor bien y beneficio vienen cuando obedecemos a Dios; en contraste, corremos el mayor riesgo cuando nos desviamos del camino de Dios, pensando que somos libres de su autoridad. Tal como vemos en la primera tentación en Génesis, el tentador sigue tentándonos a actuar desenfrenadamente y prevaricar contra nuestro Dios.

El mejor camino que podemos escoger es humillarnos a nosotros mismos delante de Dios para actuar en obediencia a su voluntad. Sólo así encontraremos la verdadera libertad. (David Bell)
«Porque Jehová había humillado a Judá por causa de Acaz rey de Israel, por cuanto él había actuado desenfrenadamente en Judá, y había prevaricado gravemente contra Jehová.» (2 Crónicas 28:19) Frente a la amenaza de Damasco, la capital de Siria, el rey Acaz decidió comprar la ayuda de los asirios con los tesoros del templo de Jehová. Para mí, el hecho más sorprendente de esta historia ocurre cuando, después de la derrota de Damasco por los ejércitos asirios, Acaz lo visita y termina haciendo una copia del altar de Damasco en Jerusalén para así adorar a los dioses de la nación derrotada. Las Escrituras condenan sus acciones con la siguiente explicación: Acaz había actuado desenfrenadamente –literalmente, libre, sin ataduras— y había prevaricado gravemente. Nuestra sociedad castiga la rebelión contra las autoridades, especialmente los actos de desobediencia conscientes. Es la base de nuestra justicia. Dios también toma en serio la prevaricación. La gran diferencia es que nuestra sociedad actúa por sus propios intereses mientras que Dios actúa por nuestro bien. Nuestro mayor bien y beneficio vienen cuando obedecemos a Dios; en contraste, corremos el mayor riesgo cuando nos desviamos del camino de Dios, pensando que somos libres de su autoridad. Tal como vemos en la primera tentación en Génesis, el tentador sigue tentándonos a actuar desenfrenadamente y prevaricar contra nuestro Dios. El mejor camino que podemos escoger es humillarnos a nosotros mismos delante de Dios para actuar en obediencia a su voluntad. Sólo así encontraremos la verdadera libertad. (David Bell) read more read less

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