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Jeremías-143 Jeremías habla con Dios

Jeremías-143 Jeremías habla con Dios
Jul 27, 2023 · 8m 55s

En las conversaciones que Jeremías tenía con Dios encontramos al profeta orando y fluctuando entre algunos momentos en que echa toda su ansiedad sobre el Señor (1 Pedro 5:7), pero...

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En las conversaciones que Jeremías tenía con Dios encontramos al profeta orando y fluctuando entre algunos momentos en que echa toda su ansiedad sobre el Señor (1 Pedro 5:7), pero a modo de queja, y momentos de confianza en el poderoso gigante que es su Dios. En el capítulo 20 del libro vemos una oración de queja del profeta Jeremías. Lo cierto es que choca que el profeta de Dios hable a Dios de forma tan directa expresando su frustración.

Jeremías 20:7 dice “Me sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste; cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí.”

Jeremías se sentía cansado, y hasta podemos decir que usado. En el versículo 14 clamaba “Maldito el día en que nací; el día en que mi madre me dio a luz no sea bendito.”

¿Qué estaba ocurriendo en la vida de Jeremías? Hablaba siempre a Dios de es modo?

Anterior a la queja del capítulo 20:7-18, encontramos 6 pasajes en los que el profeta oró a Dios con una petición o a veces una queja. Esta es una parte sumamente personal del libro que nos permite entender más sobre el corazón de Jeremías.

Examinemos estas oraciones de y veamos qué pide y cómo el Señor le contesta (o no) para ver lo que podemos aprender de la vida de oración de Jeremías.

En el capítulo 11:20-23, Los hombres de Anatot habían planeado un complot contra Jeremías. Éste expuso su causa ante Dios, pidiéndole ver venganza de Dios sobre estos hombres malvados. Dios le contestó en el momento, asegurándole al profeta que cuando llegara el momento, castigaría a los de Anatot por su maldad. Los tiempos de Dios y sus formas no están en nuestras manos.

En el capítulo 12:1-6 vemos otra queja de Jeremías y la contestación de Dios. Este comienza su oración así “Justo eres tú, oh Jehová, para que yo dispute contigo; sin embargo, alegaré mi causa ante ti. ¿Por qué es prosperado el camino de los impíos, y tienen bien todos los que se portan deslealmente?”

Jeremías había comenzado su oración bien, diciendo básicamente: “no debería discutir contigo, Dios, pero sin embargo continúa diciendo, lo voy a hacer.” Y Jeremías expone su queja ante Dios, haciendo eco del sentimiento del salmista en el salmo 73 ¿Por qué prospera el malo y el bueno sufre?

El profeta parecía haberse olvidado de que Dios ya le había confirmado que Él se encargaría de aquellos que hacían mal. Y en esta ocasión Dios le contestó de manera un tanto fuerte en el versículo 5:

Jeremías, “Si corriste con los de a pie, y te cansaron, ¿cómo contenderás con los caballos? Y si en la tierra de paz no estabas seguro, ¿cómo harás en la espesura del Jordán?”

Dios le dijo básicamente: “Jeremías, si en la prueba más fácil desfalleces, abróchate el cinturón, porque vienen pruebas peores. Vas a sufrir azotes, vas a sufrir en la cárcel, vas a sufrir en el pozo, vas a sufrir el exilio: no ha llegado el momento de ver lo que le ocurrirá a los que te hacen mal. Sigue firme y adelante hasta que llegue el momento de la justicia.” (parafraseado). Como el salmista, Jeremías también debía recordar que el Dios justo y soberano tiene un plan perfecto y el tiempo adecuado para su ejecución.

En Jeremías 14:13-14 vemos de nuevo al profeta hablando con Dios. Comparando su mensaje con el de otros profetas, este siente que quizás Dios podría haberle dado un mensaje de paz, algo mucho más popular entre sus receptores. Básicamente Jeremías dice: “Dios, los otros profetas están profetizando paz y cosas buenas.” ¿Seguro que lo que me has dado para profetizar es correcto? (parafraseado) Aquí podemos ver que Jeremías llegó a dudar del mensaje que Dios le ha dado. Mas Dios no le reprendió, sino que le respondió afirmándole que la paz que los otros profetizan era falsa y que lo que Jeremías estaba profetizando era verdadero y seguro. Aquellos que anunciaban falsa paz no hacían el bien a nadie, mas el mensaje de verdad de Jeremías, aunque duro, les advertía para que pudieran actuar.

En otra oración de Jeremías, en el capítulo 15:15-21 encontramos al profeta desanimado, llorando ante Dios, expresando que él había sido fiel predicando la palabra, y por esto había sufrido desprecio y soledad de parte del pueblo, por obedecer la misión que Dios le había dado.

En esta ocasión, Jehová le contestó con una afirmación de que si permanecía fiel, Dios le restauraría y estaría con él siempre. Dios lo animó a permanecer fiel, diciéndole: “Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos.” (Jeremías 15:19b)

Entonces vemos a Jeremías en el 17:13-18 hablando con Dios, confirmándole su obediencia, con un claro entendimiento de quien era Dios, pero queriendo saber los tiempos de Dios. Los de Jerusalem preguntaban que cuándo iba a pasar todo lo que Jeremías profetizaba, dudando de su mensaje, y Jeremías le estaba rogando a Dios una vez más que fueran ellos los avergonzados y no él. Básicamente, Jeremías estaba pidiendo a Dios (una vez más) que hiciera justicia.

En el capitulo 18:19-23 Jeremías, que en otra ocasión había rogado a Dios que tuviera pena del pueblo y no les trajera mal (NO RECUERDO LA CITA??), se ha dado cuenta de la maldad del pueblo y de que desean matarlo a él por traer el mensaje de Dios. Ahora le está pidiendo a Dios que traiga juicio sobre ellos, como hemos visto en los textos anteriores.

Pero a estas dos oraciones, Dios ya no contesta. Ya habían hablado del tema con anterioridad y Dios ya le había contestado. No había necesidad de que le volviera a reafirmar la respuesta. Jeremías ya tenía la contestación de Dios, la cual tenía que recordar y aceptar, le gustara o no.

A veces somos muy similares al profeta. ¿Cuántas veces nosotras seguimos preguntándole a Dios sobre cosas que ya nos ha confirmado y contestado? Nos cuesta esperar o aceptar Su voluntad. No somos las únicas. Jeremías, el profeta de Dios, se desesperaba viendo que el malo seguía con su maldad y que lo que Dios había prometido parecía que no se hacía realidad.

Y es que los tiempos de nuestro Señor no son nuestros tiempos. Parte de nuestra fe y sumisión a Su voluntad es aceptar Su Palabra y esperar a que lo que Él ya ha confirmado sea realizado. ¡En Su tiempo; no en el nuestro! ¡A Su manera; no a la nuestra!

Pidamos a Dios que nos dé fe, la confianza para aceptar sus términos y sus condiciones. ¡A Él sea la gloria!
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Author David y Maribel
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