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Mt. 16.21-28; Marcos 8:31-38; Lc. 9.22-27
Mt. 17.22-23; Marcos 9: 30-32; Lc. 9.43-45
Mt. 20.17-19; Marcos 10:32-34; Lc. 18.31-34

La primera vez que Jesús anunció a los discípulos que era necesario que fuera a Jerusalén, para ser acusado, para sufrir y para morir, Pedro quiso protegerlo de tal situación. En Mateo 16 leemos cómo tomó a Jesús aparte y “comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca.” Pedro recibió una dura respuesta: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. El propósito de la venida de Jesús a la Tierra era morir, pagando la deuda de todos los pecados de la humanidad, y Pedro, con todas sus buenas intenciones estaba intentando convencerlo para que esto no ocurriera. 

Jesús entonces explicó a sus discípulos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?”

Los discípulos, como cualquiera de nosotros, daban mucha importancia a esta vida. Después de todo, es la única que conocemos. Mas Jesús les recuerda que esta vida es pasajera. Aunque es bueno y necesario velar por nuestra salud física, es mucho más importante analizar el estado de nuestra alma, porque de esto dependerá nuestra eternidad. 

Más adelante, en otras dos ocasiones, Jesús volvió a hablarles de la necesidad de su muerte. En Mateo 17 y Marcos 9 les recuerda que después de morir, resucitaría al tercer día. Esta esperanza debía sostenerlos a través de los momentos difíciles que se acercaban, mas nos dicen los evangelios que los discípulos no entendían, y se entristecieron. 

Una tercera vez, “Subiendo Jesús a Jerusalén, tomó a sus doce discípulos aparte en el camino, y les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte; y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; mas al tercer día resucitará.

Aún con toda esta información a su disposición, y habiendo convivido con el Maestro durante tres años, los discípulos no llegaron a comprender los eventos de la pasión del Cristo. Durante los días de la celebración de la Semana Santa repasaremos los eventos que sucedieron. Recordemos que como los discípulos, nosotros tenemos todo lo que necesitamos saber para comprender la obra de Cristo en nuestro lugar. Pidamos a Dios que nos ayude a entender para qué vino, y que vivamos de modo que su sacrificio valga la pena ahora y en la eternidad. 
Mt. 16.21-28; Marcos 8:31-38; Lc. 9.22-27 Mt. 17.22-23; Marcos 9: 30-32; Lc. 9.43-45 Mt. 20.17-19; Marcos 10:32-34; Lc. 18.31-34 La primera vez que Jesús anunció a los discípulos que era necesario que fuera a Jerusalén, para ser acusado, para sufrir y para morir, Pedro quiso protegerlo de tal situación. En Mateo 16 leemos cómo tomó a Jesús aparte y “comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca.” Pedro recibió una dura respuesta: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. El propósito de la venida de Jesús a la Tierra era morir, pagando la deuda de todos los pecados de la humanidad, y Pedro, con todas sus buenas intenciones estaba intentando convencerlo para que esto no ocurriera.  Jesús entonces explicó a sus discípulos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” Los discípulos, como cualquiera de nosotros, daban mucha importancia a esta vida. Después de todo, es la única que conocemos. Mas Jesús les recuerda que esta vida es pasajera. Aunque es bueno y necesario velar por nuestra salud física, es mucho más importante analizar el estado de nuestra alma, porque de esto dependerá nuestra eternidad.  Más adelante, en otras dos ocasiones, Jesús volvió a hablarles de la necesidad de su muerte. En Mateo 17 y Marcos 9 les recuerda que después de morir, resucitaría al tercer día. Esta esperanza debía sostenerlos a través de los momentos difíciles que se acercaban, mas nos dicen los evangelios que los discípulos no entendían, y se entristecieron.  Una tercera vez, “Subiendo Jesús a Jerusalén, tomó a sus doce discípulos aparte en el camino, y les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte; y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; mas al tercer día resucitará. Aún con toda esta información a su disposición, y habiendo convivido con el Maestro durante tres años, los discípulos no llegaron a comprender los eventos de la pasión del Cristo. Durante los días de la celebración de la Semana Santa repasaremos los eventos que sucedieron. Recordemos que como los discípulos, nosotros tenemos todo lo que necesitamos saber para comprender la obra de Cristo en nuestro lugar. Pidamos a Dios que nos ayude a entender para qué vino, y que vivamos de modo que su sacrificio valga la pena ahora y en la eternidad.  read more read less

2 years ago #compasión, #cristo, #dios, #fidelidad, #misión, #morir, #muerte, #pedro, #resurrección, #sacrificio, #salvación, #tentación