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(Mateo 10:26-33; Lucas 12:2-9)

No se habla muy abiertamente del temor, pero lo cierto es que muchas sufrimos de esto. Miedo a lo desconocido, temores a aquello que no podamos controlar, temor del qué dirán, qué pensarán de nosotras o cómo se resolverá una situación concreta.

Jesús, después de avisar a sus discípulos de la persecución que se les acercaba a causa de su fe, les dijo claramente en Mateo 10:26:

“no los temáis; porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse.”

Aquello que ocurre en lo secreto, será manifestado un día. Lo que aún desconoces, se resolverá un día. Jesús está diciendo en este texto, aquel mal que te puedan hacer sin que parezca recibir justa retribución, saldrá a la vista un día. Y todo el bien que hagas sin experimentar los resultados de tus actos será conocido en su momento. Los tiempos de Dios no son los nuestros, pero podemos descansar en su perfecta justicia.

Por este motivo podemos vivir una vida tranquila, en confianza, sin experimentar el temor a lo que nos rodea o lo que no sabemos si vendrá.

Mas Jesús les dice en el versículo 28: “no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.”

Una fuerte afirmación se esconde en este texto. Hay muchas circunstancias que nos podrían hacer sentir que nuestro cuerpo físico peligra, mas Dios dice que así como Él cuida de las aves y las plantas, no hay nada de nuestra vida que se escape de su cuidado. Nos dice incluso que sabe el número de cabellos en nuestra cabeza, y eso que varía diariamente. Mas Jesús advierte que hay alguien que merece nuestro temor; este tiene poder de salvar y de destruir. Nos puede parecer fuerte notar que está hablando de Dios. Dios da vida y la quita. Muchos pueden destruir el cuerpo, mas solo uno tiene la última palabra sobre nuestra alma. Dios es el único que puede destruir el alma.

¿Pero cómo puede ser? Mi idea de Dios no puede concebir un Dios que destruye!

En Mateo 10:32-33 Jesús dice: “A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.”
Y Juan 3:36 nos avisa: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.”

Recordemos que Dios es Santo. A través de la historia bíblica hemos visto que Dios odia el pecado. Dios no puede coexistir con el pecado, y no hay mayor pecado que rechazar la gracia de Dios. Solo el alma de aquellos que rechazan a Dios será destruída en el lago de fuego, como menciona el texto en Mateo. Dios puede perdonar el pecado del que viene a Él arrepentido, pero si alguien rechaza ese perdón, ¿cómo puede reconciliarse con Dios?

La Biblia habla mucho del temor de Dios, y este temor es el principio de la sabiduría. Salomón el sabio concluyó su libro de sabiduría con estas palabras: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala.”

Y el señor Jesús siglos más tarde repite este mensaje, recordándonos que si tememos a Dios y elegimos caminar de su lado, no hay nada a lo que debamos temer, porque nuestro cuerpo y alma están seguros en Él.

Salmo 62:5-8

“Alma mía, en Dios solamente reposa,
Porque de él es mi esperanza.

El solamente es mi roca y mi salvación.
Es mi refugio, no resbalaré.

En Dios está mi salvación y mi gloria;
En Dios está mi roca fuerte, y mi refugio.

Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos;
Derramad delante de él vuestro corazón;
Dios es nuestro refugio.”
(Mateo 10:26-33; Lucas 12:2-9) No se habla muy abiertamente del temor, pero lo cierto es que muchas sufrimos de esto. Miedo a lo desconocido, temores a aquello que no podamos controlar, temor del qué dirán, qué pensarán de nosotras o cómo se resolverá una situación concreta. Jesús, después de avisar a sus discípulos de la persecución que se les acercaba a causa de su fe, les dijo claramente en Mateo 10:26: “no los temáis; porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse.” Aquello que ocurre en lo secreto, será manifestado un día. Lo que aún desconoces, se resolverá un día. Jesús está diciendo en este texto, aquel mal que te puedan hacer sin que parezca recibir justa retribución, saldrá a la vista un día. Y todo el bien que hagas sin experimentar los resultados de tus actos será conocido en su momento. Los tiempos de Dios no son los nuestros, pero podemos descansar en su perfecta justicia. Por este motivo podemos vivir una vida tranquila, en confianza, sin experimentar el temor a lo que nos rodea o lo que no sabemos si vendrá. Mas Jesús les dice en el versículo 28: “no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.” Una fuerte afirmación se esconde en este texto. Hay muchas circunstancias que nos podrían hacer sentir que nuestro cuerpo físico peligra, mas Dios dice que así como Él cuida de las aves y las plantas, no hay nada de nuestra vida que se escape de su cuidado. Nos dice incluso que sabe el número de cabellos en nuestra cabeza, y eso que varía diariamente. Mas Jesús advierte que hay alguien que merece nuestro temor; este tiene poder de salvar y de destruir. Nos puede parecer fuerte notar que está hablando de Dios. Dios da vida y la quita. Muchos pueden destruir el cuerpo, mas solo uno tiene la última palabra sobre nuestra alma. Dios es el único que puede destruir el alma. ¿Pero cómo puede ser? Mi idea de Dios no puede concebir un Dios que destruye! En Mateo 10:32-33 Jesús dice: “A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.” Y Juan 3:36 nos avisa: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.” Recordemos que Dios es Santo. A través de la historia bíblica hemos visto que Dios odia el pecado. Dios no puede coexistir con el pecado, y no hay mayor pecado que rechazar la gracia de Dios. Solo el alma de aquellos que rechazan a Dios será destruída en el lago de fuego, como menciona el texto en Mateo. Dios puede perdonar el pecado del que viene a Él arrepentido, pero si alguien rechaza ese perdón, ¿cómo puede reconciliarse con Dios? La Biblia habla mucho del temor de Dios, y este temor es el principio de la sabiduría. Salomón el sabio concluyó su libro de sabiduría con estas palabras: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala.” Y el señor Jesús siglos más tarde repite este mensaje, recordándonos que si tememos a Dios y elegimos caminar de su lado, no hay nada a lo que debamos temer, porque nuestro cuerpo y alma están seguros en Él. Salmo 62:5-8 “Alma mía, en Dios solamente reposa, Porque de él es mi esperanza. El solamente es mi roca y mi salvación. Es mi refugio, no resbalaré. En Dios está mi salvación y mi gloria; En Dios está mi roca fuerte, y mi refugio. Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; Derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio.” read more read less

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