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No juzguéis, para que no seáis juzgados

Mateo 7:1 comienza con esta enseñanza. ¡Qué poca gracia nos hace que la gente nos juzgue, sobre todo si no nos conocen bien. ¿Qué sabrán ellos de nuestras motivaciones o nuestras intenciones?

Sin embargo, muy fácilmente juzgamos los hechos de los demás. Sacamos conclusiones a partir de alguna acción, e imaginamos lo que la persona estaba pensando sin siquiera hablar con ella. Podríamos afirmar que en muchas ocasiones nuestras conclusiones no serán acertadas, y no hacemos bien en intentar ser Dios. Recordemos que nosotros no podemos saberlo todo, y por lo tanto no tenemos todos los datos para juzgar correctamente.

Sin embargo, Juan 7:24 nos anima a juzgar juicio justo. ¿Juzgamos o no juzgamos? Todo depende si podemos juzgar justamente. Quizá el secreto esté en cómo juzgamos.

Jesús nos recuerda que nos es fácil notar un trozo de paja en el ojo de otro mientras nosotros vamos por ahí con una viga incrustada en el nuestro y ni nos damos cuenta. ¡Menuda metáfora más exagerada nos presenta el Señor en Mateo 7 y Lucas 6, ¿verdad? ¿Cómo podría ser eso?

Suele ocurrir que las personas critican a otros por aquello con lo que ellos mismos tienen problemas. Solemos trasladar nuestros malos pensamientos y acusar a otra persona de tener malas intenciones. Nuestra propia malicia acaba siendo lo que creemos ver en el otro. Jesús continúa diciendo que si observamos que el de al lado tiene una falta (un trozo de paja en el ojo), que nos examinemos nosotros primero, arreglemos nuestras faltas primero, entonces, y solo entonces podremos ayudar a otro a identificar y superar sus faltas.

Curiosamente, cuando hacemos esto, estamos juzgando justamente, o correctamente; vemos que hay algo que nuestro amigo tiene que arreglar, pero no lo estamos haciendo ya de forma negativa. Al haber juzgado nuestro estado primero, hemos podido quitar de nuestro ojo aquello que nos podría cegar, y ahora podemos ayudar al amigo a través de un proceso basado en el amor y no el odio.

Ahora bien, Jesús advierte que no toda persona a la que intentes ayudar va a reaccionar correctamente. Aunque lo hagas de la forma correcta, es posible que alguno reaccione mal a tu ayuda. En cuanto a esto Jesús dijo en Mateo 7:6 “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen.”

Esta es otra metáfora que nos ayuda a visualizar la enseñanza. Un perro no puede apreciar las cosas santas, un cerdo no es digno de perlas, y uno que desprecia el consejo y la corrección no es merecedor de este. Si vas a alguien con una buena motivación y buenos modales, para ayudarle con algo que necesita arreglar, y esta persona responde de forma violenta o con desprecio, haces bien en dejar el asunto al Señor, porque Él juzga justamente, como nos dice 1 Pedro 2:23. Incluso el señor Jesús y sus discípulos experimentaron este rechazo, como nos narra Marcos 6.

Juzguemos justo juicio, pero hagámoslo con prudencia, porque solo Dios puede juzgar justamente. Examinemos lo que tenemos delante, asegurándonos que nuestra actitud es correcta y nuestro ojo está limpio por la gracia de Dios. Y así podemos intentar ayudar a aquellos que en humildad quieran ser ayudados. Esto es una actividad cristiana que podemos desarrollar unos con otros y practicar para ayudarnos unos a otros, para edificarnos en la fe.
No juzguéis, para que no seáis juzgados Mateo 7:1 comienza con esta enseñanza. ¡Qué poca gracia nos hace que la gente nos juzgue, sobre todo si no nos conocen bien. ¿Qué sabrán ellos de nuestras motivaciones o nuestras intenciones? Sin embargo, muy fácilmente juzgamos los hechos de los demás. Sacamos conclusiones a partir de alguna acción, e imaginamos lo que la persona estaba pensando sin siquiera hablar con ella. Podríamos afirmar que en muchas ocasiones nuestras conclusiones no serán acertadas, y no hacemos bien en intentar ser Dios. Recordemos que nosotros no podemos saberlo todo, y por lo tanto no tenemos todos los datos para juzgar correctamente. Sin embargo, Juan 7:24 nos anima a juzgar juicio justo. ¿Juzgamos o no juzgamos? Todo depende si podemos juzgar justamente. Quizá el secreto esté en cómo juzgamos. Jesús nos recuerda que nos es fácil notar un trozo de paja en el ojo de otro mientras nosotros vamos por ahí con una viga incrustada en el nuestro y ni nos damos cuenta. ¡Menuda metáfora más exagerada nos presenta el Señor en Mateo 7 y Lucas 6, ¿verdad? ¿Cómo podría ser eso? Suele ocurrir que las personas critican a otros por aquello con lo que ellos mismos tienen problemas. Solemos trasladar nuestros malos pensamientos y acusar a otra persona de tener malas intenciones. Nuestra propia malicia acaba siendo lo que creemos ver en el otro. Jesús continúa diciendo que si observamos que el de al lado tiene una falta (un trozo de paja en el ojo), que nos examinemos nosotros primero, arreglemos nuestras faltas primero, entonces, y solo entonces podremos ayudar a otro a identificar y superar sus faltas. Curiosamente, cuando hacemos esto, estamos juzgando justamente, o correctamente; vemos que hay algo que nuestro amigo tiene que arreglar, pero no lo estamos haciendo ya de forma negativa. Al haber juzgado nuestro estado primero, hemos podido quitar de nuestro ojo aquello que nos podría cegar, y ahora podemos ayudar al amigo a través de un proceso basado en el amor y no el odio. Ahora bien, Jesús advierte que no toda persona a la que intentes ayudar va a reaccionar correctamente. Aunque lo hagas de la forma correcta, es posible que alguno reaccione mal a tu ayuda. En cuanto a esto Jesús dijo en Mateo 7:6 “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen.” Esta es otra metáfora que nos ayuda a visualizar la enseñanza. Un perro no puede apreciar las cosas santas, un cerdo no es digno de perlas, y uno que desprecia el consejo y la corrección no es merecedor de este. Si vas a alguien con una buena motivación y buenos modales, para ayudarle con algo que necesita arreglar, y esta persona responde de forma violenta o con desprecio, haces bien en dejar el asunto al Señor, porque Él juzga justamente, como nos dice 1 Pedro 2:23. Incluso el señor Jesús y sus discípulos experimentaron este rechazo, como nos narra Marcos 6. Juzguemos justo juicio, pero hagámoslo con prudencia, porque solo Dios puede juzgar justamente. Examinemos lo que tenemos delante, asegurándonos que nuestra actitud es correcta y nuestro ojo está limpio por la gracia de Dios. Y así podemos intentar ayudar a aquellos que en humildad quieran ser ayudados. Esto es una actividad cristiana que podemos desarrollar unos con otros y practicar para ayudarnos unos a otros, para edificarnos en la fe. read more read less

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