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Lucas 4:1-2 nos narra que tras su bautismo, “Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre.”

Nos dice Mateo 4 que fue llevado allí “para ser tentado por el diablo.” Esta frase nos puede resultar molesta. ¿Por qué guiaría el Padre a su Hijo al desierto para ser tentado? ¿Qué propósito tendría esta acción?

Cuando llegamos a una frase así en las Escrituras, hacemos bien en parar y repasar las verdades de Dios que conocemos. Sabemos que Dios es bueno. Sabemos que sus propósitos son siempre justos, y sabemos que nada de lo que permita en nuestra vida será con la intención de fastidiarnos, tentarnos, o dañarnos.

Si sabemos esto de Dios, podemos concluir que al enviar a su Hijo al desierto para que este estuviera 40 días y cuarenta noches sin comer, y para que en estas condiciones tuviera que soportar los ataques del tentador, Dios no lo hizo para probar ni para hacerle daño a Jesús, su unigénito.

Hebreos nos dice que Jesucristo es nuestro sumo sacerdote. Y el versículo 4:15 nos dice que “no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.”

Podríamos pensar “¿a nuestra semejanza? Pero si Jesús era Dios, y no podía pecar, ¿cómo podría ser a nuestra semejanza? Sin embargo, y para contrastar ese pensamiento, pregunto: ¿cuándo has pasado tú 40 días y 40 noches en el desierto sin comer? ¿Podríamos decir alguna de nosotras que hemos sufrido como sufrió Cristo? ¿Podríamos decir que nuestras dificultades en esta vida son mayores que las que Jesús pasó aquí en la Tierra? Hebreos 4:15 nos afirma que las tentaciones que Jesús soportó fueron semejantes a las nuestras, pero él las superó sin pecado.

Mas no nos vio como inferiores, como fracasos sin remedio. Sabiendo que somos débiles, nos vio con compasión.

Jesús tuvo que pasar todo ese tiempo en el desierto hasta llegar a un estado extremadamente débil para poder compadecerse de nuestras debilidades. Cristo no nos mira cuando caemos en la tentación de manera despectiva y acusadora. Dice la Palabra que nos mira con compasión, porque él sufrió en sus carnes el hambre, el cansancio, el dolor, la pérdida; él tuvo que soportar el ataque intenso del maligno en los peores momentos de su vida. Él sabe que nosotros somos polvo; sabe que somos débiles; que no somos Dios. Y por eso Él, porque puede, nos ofrece el perdón de nuestros pecados, y la victoria para la próxima tentación si nos aferramos a Él en la prueba. Esta es la única manera de salir victoriosas. El apóstol Pablo decía en Filipenses 4:13 “Todo lo puedo” pero dice “Todo lo puedo en Cristo” porque es el que me da la fuerza.

Veremos las tentaciones del Señor Jesús en el desierto, pero descansemos seguros, que el Padre lo puso en esa situación, del mismo modo que le haría pasar por el sufrimiento y la muerte, no por capricho, ni sin propósito sagrado. Lo hizo por ti y por mí. Lo hizo para dar testimonio de su poder, su amor, y su compasión hacia ti y hacia mí.

Doy gracias a Dios Padre por amarme así; doy gracias al Espíritu por guiar a Jesús y sostenerlo en la aflicción, y doy gracias a Jesús, por estar dispuesto a sufrir por mí y por darme la victoria con compasión. Gracias Dios.
Lucas 4:1-2 nos narra que tras su bautismo, “Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre.” Nos dice Mateo 4 que fue llevado allí “para ser tentado por el diablo.” Esta frase nos puede resultar molesta. ¿Por qué guiaría el Padre a su Hijo al desierto para ser tentado? ¿Qué propósito tendría esta acción? Cuando llegamos a una frase así en las Escrituras, hacemos bien en parar y repasar las verdades de Dios que conocemos. Sabemos que Dios es bueno. Sabemos que sus propósitos son siempre justos, y sabemos que nada de lo que permita en nuestra vida será con la intención de fastidiarnos, tentarnos, o dañarnos. Si sabemos esto de Dios, podemos concluir que al enviar a su Hijo al desierto para que este estuviera 40 días y cuarenta noches sin comer, y para que en estas condiciones tuviera que soportar los ataques del tentador, Dios no lo hizo para probar ni para hacerle daño a Jesús, su unigénito. Hebreos nos dice que Jesucristo es nuestro sumo sacerdote. Y el versículo 4:15 nos dice que “no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.” Podríamos pensar “¿a nuestra semejanza? Pero si Jesús era Dios, y no podía pecar, ¿cómo podría ser a nuestra semejanza? Sin embargo, y para contrastar ese pensamiento, pregunto: ¿cuándo has pasado tú 40 días y 40 noches en el desierto sin comer? ¿Podríamos decir alguna de nosotras que hemos sufrido como sufrió Cristo? ¿Podríamos decir que nuestras dificultades en esta vida son mayores que las que Jesús pasó aquí en la Tierra? Hebreos 4:15 nos afirma que las tentaciones que Jesús soportó fueron semejantes a las nuestras, pero él las superó sin pecado. Mas no nos vio como inferiores, como fracasos sin remedio. Sabiendo que somos débiles, nos vio con compasión. Jesús tuvo que pasar todo ese tiempo en el desierto hasta llegar a un estado extremadamente débil para poder compadecerse de nuestras debilidades. Cristo no nos mira cuando caemos en la tentación de manera despectiva y acusadora. Dice la Palabra que nos mira con compasión, porque él sufrió en sus carnes el hambre, el cansancio, el dolor, la pérdida; él tuvo que soportar el ataque intenso del maligno en los peores momentos de su vida. Él sabe que nosotros somos polvo; sabe que somos débiles; que no somos Dios. Y por eso Él, porque puede, nos ofrece el perdón de nuestros pecados, y la victoria para la próxima tentación si nos aferramos a Él en la prueba. Esta es la única manera de salir victoriosas. El apóstol Pablo decía en Filipenses 4:13 “Todo lo puedo” pero dice “Todo lo puedo en Cristo” porque es el que me da la fuerza. Veremos las tentaciones del Señor Jesús en el desierto, pero descansemos seguros, que el Padre lo puso en esa situación, del mismo modo que le haría pasar por el sufrimiento y la muerte, no por capricho, ni sin propósito sagrado. Lo hizo por ti y por mí. Lo hizo para dar testimonio de su poder, su amor, y su compasión hacia ti y hacia mí. Doy gracias a Dios Padre por amarme así; doy gracias al Espíritu por guiar a Jesús y sostenerlo en la aflicción, y doy gracias a Jesús, por estar dispuesto a sufrir por mí y por darme la victoria con compasión. Gracias Dios. read more read less

3 months ago #amor, #bautismo, #compasión, #desierto, #espíritu, #hijo, #padre, #sacerdote, #tentación