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Cuando María recibió el mensaje del ángel de que concebiría del Espíritu Santo, Dios le dio una señal de que todo esto era de parte de Dios, cumpliendo el plan de salvación que Dios tenía para la humanidad. Dios mandó a María a visitar a Elisabet, la cual estaba embarazada de su primer hijo, a una edad ya avanzada. Cuando María llegó adonde vivía Elisabet, esta estaba ya de seis meses, y nos narran los evangelios que el bebé, saltó de gozo en su vientre cuando María entró en la casa.

Leemos en Lucas 1:57 en adelante que
“Cuando a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, dio a luz un hijo.
Y cuando oyeron los vecinos y los parientes que Dios había engrandecido para con ella su misericordia, se regocijaron con ella.
Aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar al niño; y le llamaban con el nombre de su padre, Zacarías; pero respondiendo su madre, dijo: No; se llamará Juan.

Como bien recuerdas, Zacarías, el padre de la criatura, se había quedado mudo cuando el ángel le dio la noticia del embarazo de su esposa, y todavía no podía hablar. Los que allí estaban, dijeron a Elisabet:

¿Por qué (quieres llamarle Juan)? Y le insistieron “No hay nadie en tu parentela que se llame con ese nombre.”

Entonces preguntaron por señas a su padre, cómo le quería llamar. Curioso que le hablaran por señas, ya que Zacarías no se había quedado sordo, sino simplemente mudo. Pero Zacarías, “pidiendo una tablilla, escribió, diciendo: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron. Al momento fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló bendiciendo a Dios. Y se llenaron de temor todos sus vecinos; y en todas las montañas de Judea se divulgaron todas estas cosas. Y todos los que las oían las guardaban en su corazón, diciendo: ¿Quién, pues, será este niño? Y la mano del Señor estaba con él.”

Juan venía como uno que anunciaría al Mesías. Zacarías lo proclamó en cuanto su voz fue restaurada, y leemos en los versículos del 76-79 sobre Juan el Bautista:

“Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado;
Porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos;
Para dar conocimiento de salvación a su pueblo,
Para perdón de sus pecados,
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
Con que nos visitó desde lo alto la aurora,
Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte;
Para encaminar nuestros pies por camino de paz.”

Juan prepararía el camino al Salvador; este sería su propósito en esta Tierra. Encaminaría a aquellos que quisieran dejar las tinieblas para alcanzar la Luz. Mas todavía debía crecer y aprender. Nos dice el último versículo del capítulo 1 de Lucas que Juan “crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.”

Sus padres, Elisabet y Zacarías tuvieron la oportunidad de criar a Juan de forma que creciera sano y fuerte y se fortaleciera en espíritu. Le esperaban momentos difíciles en su vida, mas la educación espiritual que recibió en casa lo prepararía para cumplir el propósito de Dios en su vida.

Como Juan, nosotras tambiém podemos hoy en día dejar que Dios use nuestras vidas para presentar a otros al Mesías. Seamos fortalecidas en espíritu y guiemos a otros al conocimiento del Salvador del mundo.
Cuando María recibió el mensaje del ángel de que concebiría del Espíritu Santo, Dios le dio una señal de que todo esto era de parte de Dios, cumpliendo el plan de salvación que Dios tenía para la humanidad. Dios mandó a María a visitar a Elisabet, la cual estaba embarazada de su primer hijo, a una edad ya avanzada. Cuando María llegó adonde vivía Elisabet, esta estaba ya de seis meses, y nos narran los evangelios que el bebé, saltó de gozo en su vientre cuando María entró en la casa. Leemos en Lucas 1:57 en adelante que “Cuando a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, dio a luz un hijo. Y cuando oyeron los vecinos y los parientes que Dios había engrandecido para con ella su misericordia, se regocijaron con ella. Aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar al niño; y le llamaban con el nombre de su padre, Zacarías; pero respondiendo su madre, dijo: No; se llamará Juan. Como bien recuerdas, Zacarías, el padre de la criatura, se había quedado mudo cuando el ángel le dio la noticia del embarazo de su esposa, y todavía no podía hablar. Los que allí estaban, dijeron a Elisabet: ¿Por qué (quieres llamarle Juan)? Y le insistieron “No hay nadie en tu parentela que se llame con ese nombre.” Entonces preguntaron por señas a su padre, cómo le quería llamar. Curioso que le hablaran por señas, ya que Zacarías no se había quedado sordo, sino simplemente mudo. Pero Zacarías, “pidiendo una tablilla, escribió, diciendo: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron. Al momento fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló bendiciendo a Dios. Y se llenaron de temor todos sus vecinos; y en todas las montañas de Judea se divulgaron todas estas cosas. Y todos los que las oían las guardaban en su corazón, diciendo: ¿Quién, pues, será este niño? Y la mano del Señor estaba con él.” Juan venía como uno que anunciaría al Mesías. Zacarías lo proclamó en cuanto su voz fue restaurada, y leemos en los versículos del 76-79 sobre Juan el Bautista: “Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; Porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos; Para dar conocimiento de salvación a su pueblo, Para perdón de sus pecados, Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, Con que nos visitó desde lo alto la aurora, Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; Para encaminar nuestros pies por camino de paz.” Juan prepararía el camino al Salvador; este sería su propósito en esta Tierra. Encaminaría a aquellos que quisieran dejar las tinieblas para alcanzar la Luz. Mas todavía debía crecer y aprender. Nos dice el último versículo del capítulo 1 de Lucas que Juan “crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.” Sus padres, Elisabet y Zacarías tuvieron la oportunidad de criar a Juan de forma que creciera sano y fuerte y se fortaleciera en espíritu. Le esperaban momentos difíciles en su vida, mas la educación espiritual que recibió en casa lo prepararía para cumplir el propósito de Dios en su vida. Como Juan, nosotras tambiém podemos hoy en día dejar que Dios use nuestras vidas para presentar a otros al Mesías. Seamos fortalecidas en espíritu y guiemos a otros al conocimiento del Salvador del mundo. read more read less

3 months ago #camino, #cristo, #elisabet, #enderezad, #jesús, #maría, #ministerio, #prerarad, #profecía, #zacarías