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Deuteronomio-044 ¿Para qué quiero obedecer?

Deuteronomio-044 ¿Para qué quiero obedecer?
Mar 1, 2023 · 8m 26s

Una y otra vez en Deuteronomio vemos a Moisés instando al pueblo a obedecer los principios y mandamientos que Dios había establecido. ¿Por qué trata una y otra vez la...

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Una y otra vez en Deuteronomio vemos a Moisés instando al pueblo a obedecer los principios y mandamientos que Dios había establecido. ¿Por qué trata una y otra vez la necesidad de obedecer?

El concepto de la obediencia está mal visto por algunos. La idea de sumisión se ve como debilidad. Se nos quiere hacer pensar que obedecer es dejar que otros piensen por nosotros, o que someterse es permitir que abusen de nosotras o que nos anulen.

Pero nada hay más lejos de la realidad. Todo lo que hacemos durante cada día de nuestras vidas requiere algún tipo de obediencia o sumisión. La cuestión es a qué o quien nos vamos a someter.

Todos nos sometemos a la ley de la gravedad, por ejemplo. Aceptamos que existe una fuerza que nos atraerá hacia el suelo, la silla, la cama, o lo que sea que tengamos debajo. Cuando saltamos de una roca a otra, planeamos dónde poner el pie para no caer al vacío. Intentar revelarnos contra la ley universal de la gravedad traería grandes consecuencias. Pero una vez la aceptamos (nos sometemos a ella), podemos organizar nuestra vida sin siquiera darle muchas vueltas.

Igual sucede con muchas otras cosas. Para obtener un trabajo, debes someterte a las normas de la empresa, debes seguir protocolo a la hora de asistir a cualquier sitio. Entras por la puerta que te han asignado, aprendes contraseñas que te permiten acceder a una cierta página. Circulamos en carretera por el lado que nos han asignado, y pasamos las inspecciones rutinarias que se nos exigen.

Digamos que para vivir en sociedad debemos aprender a someternos u obedecer continuamente, y es normal y saludable. El ideal que algunos pintan por los muros de otros proclamando anarquía e insumisión muestra una rebeldía sin sentido, ya que estos mismos se someten continuamente a algo o alguien, aún si no lo quieren admitir.

Entiendo que la duda para muchos surge cuando aquellos que están marcando las normas no son de fiar. Emitimos un juicio de valor que nos hace dudar de esa autoridad, y esto nos lleva a resistirnos a seguir sus instrucciones. Esto es algo delicado, porque es cierto que hay situaciones de abuso que se deberían evitar. En estos casos, lo mejor es evaluar bien la situación, asegurarnos que nuestra evaluación es correcta, y buscar ayuda en la que podamos confiar para salir de esta situación.

Pero cuando evaluamos y vemos que podemos confiar, podemos tomar la decisión de seguir las pautas establecidas, incluso cuando no entendamos algunas de las normas. Esto ocurre por ejemplo cuando estamos al ordenador. Si se nos exige teclear una combinación de letras y símbolos que no entendemos, pero sabemos que sin esta combinación no podemos avanzar al siguiente paso, confiamos que este paso me llevará al resultado que queremos obtener, y porque confías en el programador de la página, seguirás sus instrucciones. Es cierto que a veces puede que lo hagamos con algo de nerviosismo o sentimiento de incertidumbre, pero al hacerlo y ver que ha funcionado, obtenemos más confianza para la próxima vez.

Esta confianza en aquel que establece las normas es crucial para la obediencia. Por eso Dios ya se ha presentado a sí mismo, y ha mostrado su carácter bueno y justo. Cuando conoces a Dios y ves su amor y fidelidad, puedes confiar en que sus preceptos son buenos. El salmo 119 nos recuerda lo buenos y agradables que son los mandamientos de Dios. El salmista los había probado. Había confiado en Dios, y podía proclamar que las normas de Dios son dignas de confianza y obediencia.

El pueblo de Israel debía obedecer si quería la protección de Dios. Pero si desobedecían, Dios les había advertido de las consecuencias de no tener a Dios como su Dios y Protector. La bendición de la obediencia era lo que les daría el bienestar en la tierra. No que no tuvieran luchas, pero tendrían la presencia de Dios en la prueba para darles la victoria. Por el contrario, si escogían desobedecer, si ponían su confianza en otros, obedeciendo otras voces, sometiéndose a sus propias pasiones y a los mensajes de los pueblos de alrededor, perderían la relación con Dios y su protección. La desobediencia los llevaría a la destrucción.

Deuteronomio 11: 26-28 resume varios capítulos del libro. Dios dice

“He aquí yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición: la bendición, si oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, que yo os prescribo hoy, y la maldición, si no oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, y os apartareis del camino que yo os ordeno hoy, para ir en pos de dioses ajenos que no habéis conocido.”

También en el capítulo 30 lo describe como la vida (la bendición) que trae la obediencia y la muerte (la maldición) que trae la desobediencia.

Ya les había dado razones específicas por las que debían elegir obedecer a Dios:

“para que seáis fortalecidos, para que entréis y poseáis la tierra, para que os sean prolongados los días”

Si decidían desobedecer a Dios, no significaría que ya no obedecían a nadie. Pensar eso sería ingenuidad ilógica. Todos obedecemos a algo o a alguien. No hay nadie que siempre haga lo que quiere. ¿Tú conoces a alguien? Aún cuando piensas que eres dueña de ti misma, no consigues “obedecer tus deseos”. O si no me crees, prueba. Quieres mejorar tu salud o tu apariencia, así que decides restringir tu dieta y hacer ejercicio. Y si es tu decisión, ¿por qué te cuesta tanto obedecer tus propias normas? Quieres madrugar para usar mejor el tiempo ¿Por qué tu cuerpo no te obedece y se resiste a levantarse unas horas antes?

El apóstol Pablo lo expresa así en Romanos 7:19 y 21 “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.” “Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí.”

Y concluye que es Cristo y Cristo solamente en el cual podemos poner nuestra confianza para seguir los preceptos que nos convienen, aquellos que Dios ha establecido.

Cualquier otra opción supone confiar y obedecer a otros dioses, ya sean tus propios deseos o aquellos difundidos por otros. Estos dioses no son eternos, ni santos, ni bondadosos; y la obediencia a estos dioses resulta inevitablemente en maldición.

Dios en Deuteronomio 29 les advierte de no pensar
“Tendré paz, aunque ande en la dureza de mi corazón.” Porque la desobediencia a Dios nunca traerá paz.


Te animo a poner tu confianza en el único Dios y Salvador, y a confiar en Él cada día, sabiendo que obedeciendo su código moral disfrutarás de su bendición diaria.
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Author David y Maribel
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