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Hay dos narraciones en el libro de Daniel que nos muestran cómo Dios habló a dos reyes babilonios, dándoles la oportunidad de reconocer a Dios como soberano en la tierra. Estos reyes fueron Nabucodonosor, por una lado, y su descendiente, Belsasar, por otro. La reacción de estos hombres ante la mano de Dios en sus vidas nos muestran una verdad universal sobre la soberbia humana.

En el capítulo 4 de Daniel, Nabucodonosor, rey de Babilonia nos narra su testimonio de su encuentro con Dios y de lo que esto produjo en su vida. El poderoso rey comienza así su narración:

“Nabucodonosor rey, a todos los pueblos, naciones y lenguas que moran en toda la tierra: Paz os sea multiplicada. Conviene que yo declare las señales y milagros que el Dios Altísimo ha hecho conmigo. ¡Cuán grandes son sus señales, y cuán potentes sus maravillas! Su reino, reino sempiterno, y su señorío de generación en generación.”

Es bonito ver que un hombre tan poderoso reconociera la soberanía de Dios, pero si seguimos escuchando su historia veremos que no siempre había sido así. Ya sabemos que había conocido a Daniel, y había visto el poder de Dios con la revelación de su sueño. Tuvo también el encuentro con los tres amigos de Daniel, Sadrac, Mesac y Abednego, y vio el poder de Dios, e incluso reconoció que Dios merecía toda honra. Y ahora nos cuenta los acontecimientos que cambiaron su vida para siempre.

“Yo Nabucodonosor estaba tranquilo en mi casa, y floreciente en mi palacio.
Vi un sueño que me espantó, y tendido en cama, las imaginaciones y visiones de mi cabeza me turbaron.”

El rey llamo a Daniel, y le contó su sueño para que se lo interpretara:

“Me parecía ver en medio de la tierra un árbol, cuya altura era grande. Crecía este árbol, y se hacía fuerte, y su copa llegaba hasta el cielo, y se le alcanzaba a ver desde todos los confines de la tierra. Su follaje era hermoso y su fruto abundante, y había en él alimento para todos. Debajo de él se ponían a la sombra las bestias del campo, y en sus ramas hacían morada las aves del cielo, y se mantenía de él toda carne. Vi en las visiones de mi cabeza mientras estaba en mi cama, que he aquí un vigilante y santo descendía del cielo. Y clamaba fuertemente y decía así: Derribad el árbol, y cortad sus ramas, quitadle el follaje, y dispersad su fruto; váyanse las bestias que están debajo de él, y las aves de sus ramas. Mas la cepa de sus raíces dejaréis en la tierra, con atadura de hierro y de bronce entre la hierba del campo; sea mojado con el rocío del cielo, y con las bestias sea su parte entre la hierba de la tierra. Su corazón de hombre sea cambiado, y le sea dado corazón de bestia, y pasen sobre él siete tiempos.”

Cuando Daniel escuchó el sueño y supo su interpretación, nos narra el texto que se “quedó atónito casi una hora, y sus pensamientos lo turbaban.” ¿Cómo podría darle al rey la interpretación, siendo tan mala?

Daniel “respondió y dijo: Señor mío, el sueño sea para tus enemigos, y su interpretación para los que mal te quieren.”

Daniel no deseaba esto para el rey, y desde luego temía que cuando le diera la interpretación, el rey se enfadara con él.

Mas se armó de valor y le dijo “El árbol que viste, que crecía y se hacía fuerte, y cuya copa llegaba hasta el cielo, y que se veía desde todos los confines de la tierra, …tú mismo eres, oh rey, que creciste y te hiciste fuerte, pues creció tu grandeza y ha llegado hasta el cielo, y tu dominio hasta los confines de la tierra.”

Nabucodonosor se había hecho fuerte y muchos dependían de su provisión y protección. Era conocido y reverenciado. Sin embargo, como había visto en el sueño, del cielo vino la órden de que el árbol fuera cortado y destruido. Mas las raíces del árbol no serían destruidas. En el sueño, el tronco que quedaba después de cortar el árbol debía ser sujetado con hierro y bronce y dejado por siete tiempos.

Daniel prosiguió: “te echarán de entre los hombres, y con las bestias del campo será tu morada, y con hierba del campo te apacentarán como a los bueyes, y con el rocío del cielo serás bañado; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que conozcas que el Altísimo tiene dominio en el reino de los hombres, y que lo da a quien él quiere” (4:25).

¿Cuánto tiempo serían siete tiempos? No nos lo especifica el texto; podrían ser siete semanas, o quizás siete meses. Ese tiempo pasaría Nabucodonosor como una bestia del campo, hasta que reconociera que Dios es soberano y de él viene el poder. Daniel sabía que Dios haría aquello que había dicho, e instó a Nabucodonosor a arrepentirse de sus pecados y cambiar sus caminos, por si Dios tuviera misericordia de él.

Pasaron 12 meses y nada había sucedido. Pero no porque Nabucodonosor hubiera cambiado. Lo encontramos en el versículo 29, “paseando en el palacio real de Babilonia y diciendo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?”

¿Has oído a alguien hablar con esa soberbia?….”mira lo que yo he hecho, ¿para qué dar gracias a Dios o pedir su ayuda? Yo he sido el que se ha esforzado, esto es el fruto de mi trabajo”—
Nos dice el texto que aún estaba la palabra en su boca cuando una voz del cielo le dijo: “tu reino es quitado de ti”. Durante siete tiempos estaría aislado y viviría como una bestia del campo; su reino le sería devuelto cuando reconociera “que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere” (4:32). En el 34 nos narra el mismo rey: “Al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades.”

Nabucodonosor había aprendido la lección. Podría haberla aprendido mucho antes, cuando vio a Daniel lleno del poder de Dios; podría haberla aprendido cuando vio a los tres amigos salir ilesos del horno de fuego por la poderosa mano de Dios. Pero aunque había visto la mano de Dios, no se había arrepentido para nueva vida. Tuvo que pasar adversidad hasta el punto de reconocer que Dios es Soberano. Al final del capítulo da testimonio de su conversión: “Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia.”

En contraste vemos que su nieto, Belsasar, no respondió al mensaje de Dios, sino que se ensalzó a sí mismo en soberbia. Deducimos a través de la historia secular que Belsasar reinó junto a su padre Nabónido, el cual pasaba mucho tiempo fuera del reino. El capítulo 7 de Daniel nos cuenta la historia de cómo este corregente estaba haciendo fiesta en la corte, comiendo y bebiendo, cuando hizo traer las copas que habían robado del templo de Dios en Jerusalén. Sirvió sus bebidas en ellas, profanando así los utensilios santificados a Dios. Nos dice el capítulo 5:3-4 “fueron traídos los vasos de oro que habían traído del templo de la casa de Dios que estaba en Jerusalén, y bebieron en ellos el rey y sus príncipes, sus mujeres y sus concubinas. Bebieron vino, y alabaron a los dioses de oro y de plata, de bronce, de hierro, de madera y de piedra.”

En ese momento una mano apareció escribiendo un mensaje en la pared de palacio. Nos dice el texto que “el rey palideció, y sus pensamientos lo turbaron, y se debilitaron sus lomos, y sus rodillas daban la una contra la otra.” Hizo traer a magos y adivinos caldeos, pero al no obtener explicación, llamaron al que estaba por encima de todos, a Daniel, a que interpretara lo ocurrido, y por ello le ofreció regalos y el tercer puesto en el reino.

Daniel no buscaba premio del rey; fue directo a la tarea e interpretó para Belsasar el mensaje escrito milagrosamente en la pared.

“El Altísimo Dios, oh rey, dio a Nabucodonosor tu padre el reino y la grandeza, la gloria y la majestad (18). Mas cuando su corazón se ensoberbeció, y su espíritu se endureció en su orgullo, fue depuesto del trono de su reino, y despojado de su gloria” (20). Le contó lo que había ocurrido al rey Nabucodonosor, por si este ya no recordaba la historia reciente de su reino.

Daniel continuó dándole la interpretación del texto: Dios había observado su reino, y lo había evaluado a él; había visto su sob
Hay dos narraciones en el libro de Daniel que nos muestran cómo Dios habló a dos reyes babilonios, dándoles la oportunidad de reconocer a Dios como soberano en la tierra. Estos reyes fueron Nabucodonosor, por una lado, y su descendiente, Belsasar, por otro. La reacción de estos hombres ante la mano de Dios en sus vidas nos muestran una verdad universal sobre la soberbia humana. En el capítulo 4 de Daniel, Nabucodonosor, rey de Babilonia nos narra su testimonio de su encuentro con Dios y de lo que esto produjo en su vida. El poderoso rey comienza así su narración: “Nabucodonosor rey, a todos los pueblos, naciones y lenguas que moran en toda la tierra: Paz os sea multiplicada. Conviene que yo declare las señales y milagros que el Dios Altísimo ha hecho conmigo. ¡Cuán grandes son sus señales, y cuán potentes sus maravillas! Su reino, reino sempiterno, y su señorío de generación en generación.” Es bonito ver que un hombre tan poderoso reconociera la soberanía de Dios, pero si seguimos escuchando su historia veremos que no siempre había sido así. Ya sabemos que había conocido a Daniel, y había visto el poder de Dios con la revelación de su sueño. Tuvo también el encuentro con los tres amigos de Daniel, Sadrac, Mesac y Abednego, y vio el poder de Dios, e incluso reconoció que Dios merecía toda honra. Y ahora nos cuenta los acontecimientos que cambiaron su vida para siempre. “Yo Nabucodonosor estaba tranquilo en mi casa, y floreciente en mi palacio. Vi un sueño que me espantó, y tendido en cama, las imaginaciones y visiones de mi cabeza me turbaron.” El rey llamo a Daniel, y le contó su sueño para que se lo interpretara: “Me parecía ver en medio de la tierra un árbol, cuya altura era grande. Crecía este árbol, y se hacía fuerte, y su copa llegaba hasta el cielo, y se le alcanzaba a ver desde todos los confines de la tierra. Su follaje era hermoso y su fruto abundante, y había en él alimento para todos. Debajo de él se ponían a la sombra las bestias del campo, y en sus ramas hacían morada las aves del cielo, y se mantenía de él toda carne. Vi en las visiones de mi cabeza mientras estaba en mi cama, que he aquí un vigilante y santo descendía del cielo. Y clamaba fuertemente y decía así: Derribad el árbol, y cortad sus ramas, quitadle el follaje, y dispersad su fruto; váyanse las bestias que están debajo de él, y las aves de sus ramas. Mas la cepa de sus raíces dejaréis en la tierra, con atadura de hierro y de bronce entre la hierba del campo; sea mojado con el rocío del cielo, y con las bestias sea su parte entre la hierba de la tierra. Su corazón de hombre sea cambiado, y le sea dado corazón de bestia, y pasen sobre él siete tiempos.” Cuando Daniel escuchó el sueño y supo su interpretación, nos narra el texto que se “quedó atónito casi una hora, y sus pensamientos lo turbaban.” ¿Cómo podría darle al rey la interpretación, siendo tan mala? Daniel “respondió y dijo: Señor mío, el sueño sea para tus enemigos, y su interpretación para los que mal te quieren.” Daniel no deseaba esto para el rey, y desde luego temía que cuando le diera la interpretación, el rey se enfadara con él. Mas se armó de valor y le dijo “El árbol que viste, que crecía y se hacía fuerte, y cuya copa llegaba hasta el cielo, y que se veía desde todos los confines de la tierra, …tú mismo eres, oh rey, que creciste y te hiciste fuerte, pues creció tu grandeza y ha llegado hasta el cielo, y tu dominio hasta los confines de la tierra.” Nabucodonosor se había hecho fuerte y muchos dependían de su provisión y protección. Era conocido y reverenciado. Sin embargo, como había visto en el sueño, del cielo vino la órden de que el árbol fuera cortado y destruido. Mas las raíces del árbol no serían destruidas. En el sueño, el tronco que quedaba después de cortar el árbol debía ser sujetado con hierro y bronce y dejado por siete tiempos. Daniel prosiguió: “te echarán de entre los hombres, y con las bestias del campo será tu morada, y con hierba del campo te apacentarán como a los bueyes, y con el rocío del cielo serás bañado; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que conozcas que el Altísimo tiene dominio en el reino de los hombres, y que lo da a quien él quiere” (4:25). ¿Cuánto tiempo serían siete tiempos? No nos lo especifica el texto; podrían ser siete semanas, o quizás siete meses. Ese tiempo pasaría Nabucodonosor como una bestia del campo, hasta que reconociera que Dios es soberano y de él viene el poder. Daniel sabía que Dios haría aquello que había dicho, e instó a Nabucodonosor a arrepentirse de sus pecados y cambiar sus caminos, por si Dios tuviera misericordia de él. Pasaron 12 meses y nada había sucedido. Pero no porque Nabucodonosor hubiera cambiado. Lo encontramos en el versículo 29, “paseando en el palacio real de Babilonia y diciendo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?” ¿Has oído a alguien hablar con esa soberbia?….”mira lo que yo he hecho, ¿para qué dar gracias a Dios o pedir su ayuda? Yo he sido el que se ha esforzado, esto es el fruto de mi trabajo”— Nos dice el texto que aún estaba la palabra en su boca cuando una voz del cielo le dijo: “tu reino es quitado de ti”. Durante siete tiempos estaría aislado y viviría como una bestia del campo; su reino le sería devuelto cuando reconociera “que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere” (4:32). En el 34 nos narra el mismo rey: “Al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades.” Nabucodonosor había aprendido la lección. Podría haberla aprendido mucho antes, cuando vio a Daniel lleno del poder de Dios; podría haberla aprendido cuando vio a los tres amigos salir ilesos del horno de fuego por la poderosa mano de Dios. Pero aunque había visto la mano de Dios, no se había arrepentido para nueva vida. Tuvo que pasar adversidad hasta el punto de reconocer que Dios es Soberano. Al final del capítulo da testimonio de su conversión: “Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia.” En contraste vemos que su nieto, Belsasar, no respondió al mensaje de Dios, sino que se ensalzó a sí mismo en soberbia. Deducimos a través de la historia secular que Belsasar reinó junto a su padre Nabónido, el cual pasaba mucho tiempo fuera del reino. El capítulo 7 de Daniel nos cuenta la historia de cómo este corregente estaba haciendo fiesta en la corte, comiendo y bebiendo, cuando hizo traer las copas que habían robado del templo de Dios en Jerusalén. Sirvió sus bebidas en ellas, profanando así los utensilios santificados a Dios. Nos dice el capítulo 5:3-4 “fueron traídos los vasos de oro que habían traído del templo de la casa de Dios que estaba en Jerusalén, y bebieron en ellos el rey y sus príncipes, sus mujeres y sus concubinas. Bebieron vino, y alabaron a los dioses de oro y de plata, de bronce, de hierro, de madera y de piedra.” En ese momento una mano apareció escribiendo un mensaje en la pared de palacio. Nos dice el texto que “el rey palideció, y sus pensamientos lo turbaron, y se debilitaron sus lomos, y sus rodillas daban la una contra la otra.” Hizo traer a magos y adivinos caldeos, pero al no obtener explicación, llamaron al que estaba por encima de todos, a Daniel, a que interpretara lo ocurrido, y por ello le ofreció regalos y el tercer puesto en el reino. Daniel no buscaba premio del rey; fue directo a la tarea e interpretó para Belsasar el mensaje escrito milagrosamente en la pared. “El Altísimo Dios, oh rey, dio a Nabucodonosor tu padre el reino y la grandeza, la gloria y la majestad (18). Mas cuando su corazón se ensoberbeció, y su espíritu se endureció en su orgullo, fue depuesto del trono de su reino, y despojado de su gloria” (20). Le contó lo que había ocurrido al rey Nabucodonosor, por si este ya no recordaba la historia reciente de su reino. Daniel continuó dándole la interpretación del texto: Dios había observado su reino, y lo había evaluado a él; había visto su sob read more read less

8 months ago #arrepentimiento, #humildad, #orgullo, #perdón, #salvación, #soberbia, #vida