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Los sellos y las trompetas

Al comienzo del capítulo 6 de Apocalipsis nos encontramos en la escena celestial del trono de Dios, rodeado de los cuatro seres descritos anteriormente, de los 24 ancianos en sus tronos, con sus arpas y las copas llenas de las oraciones de los santos, y una multitud que alababa a Dios y al Cordero. Juan y todas las huestes celestiales estaban a punto de ser testigos del contenido del rollo sellado que sólo el Cordero es digno de abrir.

Sin embargo, al final del capítulo leemos este texto: “Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?”

¿Qué iría a desatar el Cordero para que todos, del más débil al más fuerte, del más pobre al más rico, del más indefenso al más poderoso deseara esconderse del rostro de Dios?

El Cordero se disponía a abrir los sellos. Cuando pensamos en los siete sellos en el pergamino, no debemos imaginar una línea de sellos en el borde, cada uno reforzando la función del otro. Históricamente sabemos que se empleaban múltiples sellos en los documentos oficiales para controlar el acceso al material más confidencial. El que rompía el primer sello de un documento podía empezar a leerlo hasta llegar al siguiente sello, donde sólo una persona que más autoridad podría romperlo para seguir leyendo. No obstante, aquí vemos que el Cordero tiene autoridad de romper todos los sellos del documento para revelar los eventos finales de este sistema mundial bajo la maldición del pecado.

Nos narra Juan cómo el Cordero abrió cada uno de los sellos. Al abrir el primero, Juan vio un caballo blanco que era el anticristo declarándose a sí mismo vencedor. El segundo sello reveló un caballo bermejo que tenía potestad de quitar la paz de la tierra y después, en el tercer sello, un caballo negro que traía el hambre generalizada a toda la Tierra. El cuarto sello reveló un caballo amarillo que tenía autoridad para matar la cuarta parte de la Tierra. Estos primeros cuatro sellos narran los eventos al principio de los últimos 7 años profetizados por Daniel (9:27). El anticristo que había prometido paz al mundo trajo en su lugar guerra, hambre y muerte.

Cuando el Cordero abrió el quinto sello, vio Juan las almas de todos los que habían muerto por causa del evangelio, y estos clamaban a gran voz: “¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?”  Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos.” En este momento, los líderes mundiales que en un principio parecían haber traído paz al mundo, ahora se quitarán la careta, y la persecución será horrible. Al hambre, pestes y guerras se le sumarán los desastres naturales que se desatarán con el sexto sello, cuando, como Juan describe “he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra…”

Pero justo en este momento, en medio de los desastres naturales de los primeros sellos, encontramos una escena consoladora. En el capítulo 7 Juan ve a un ángel con el sello de Dios que baja a la tierra para marcar los seguidores de Dios en la tierra. Es el cumplimiento de la profecía de Zacarías cuando Israel por fin reconocerá a su Mesías traspasado y se convertirá (Zacarías 12:10). Juan ve 12.000 sellados de cada tribu que salen por toda la tierra dando testimonio de Dios en medio de esta tribulación. El resultado de su testimonio es una gran multitud vestida de ropas blancas de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas delante del trono y en la presencia del Cordero (7:9).

En el capítulo ocho volvemos al séptimo sello. Cuando se abrió, hubo silencio en el cielo como de media hora, y a siete ángeles puestos en pie delante del trono, a los cuales se les dio siete trompetas, y antes de que estos comenzaran a tocar las siete trompetas, vio Juan cómo un ángel se presentó ante el altar con las oraciones de todos los que invocan a Dios. Nos dice el texto que “se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones,” mostrando una vez más que Dios oye las oraciones constantes de sus hijos aquí en la tierra. 

Y en medio de un gran estruendo sonaron las siete trompetas, una detrás de otra. Una plaga terrible en la tierra acompañaba el sonido de cada trompeta: granizo y fuego sobre la tierra y el mar, causando gran destrucción, astros caídos del cielo, causando muerte en tierra y mar, el sol y la luna dañados. Continuaron sonando la quinta y la sexta trompeta, y cayó otro gran astro, esta vez sobre tierra, causando la destrucción de parte de la atmósfera, dejando humo, oscuridad, y plagas de insectos destructores a la orden del maligno. Estos fenómenos tan horrendos me hacen pensar en las plagas de Egipto que leemos en Éxodo. Y nos dice el texto que aún así, aquellos que no murieron, no se arrepintieron.

Juan estaba viendo ante sus ojos la maqueta de la destrucción del mundo como lo conocemos. Los desastres naturales que más hemos lamentado en diferentes zonas geográficas a lo largo de la historia del mundo, ocurrirán de golpe y a nivel mundial, cuando todo el mundo estará dirigido por un solo orden mundial. Esto lo anuncia la Biblia, y podemos creer que así será. Y es ante todo esto que esos versículos que hemos leído al principio tendrán lugar. El que entienda, se dará cuenta de que las oportunidades que habían tenido de buscar refugio bajo las alas del Altísimo ya habrán pasado. Creemos con gran esperanza que aquellos que hemos creído en Cristo no tendremos que experimentar estos eventos. Apocalipsis 3:10 indica que el arrebatamiento de la iglesia descrito en 1 Tesalonicenses 4 (16-17) ocurrirá, antes de desatar estos sellos. Cristo vendrá en las nubes para tomar consigo a aquellos que arrepentidos, han puesto su confianza en Él. (Los que hayan muerto, resucitarán primero  y los que en ese momento estén vivos se unirán a Cristo en las nubes.)

La visión de los sellos y las trompetas es aterradora. Pero jamás debemos perder de vista el que está revelando estas verdades, el Cordero. La rebeldía del ser humano habrá llegado a su culminación y todo conducirá al gran enfrentamiento entre Cristo y anticristo. La buena noticia para nosotros es que no hay ningún misterio en el desenlace de este enfrentamiento. Nuestro Salvador saldrá victorioso sobre todos los que le han rechazado su oferta de salvación y han vivido en rebeldía.
Aunque muchas veces desde nuestra perspectiva limitada, parece que el mal triunfa sobre el bien, sabemos que pronto vendrá el día de la derrota final del mal.
Los sellos y las trompetas Al comienzo del capítulo 6 de Apocalipsis nos encontramos en la escena celestial del trono de Dios, rodeado de los cuatro seres descritos anteriormente, de los 24 ancianos en sus tronos, con sus arpas y las copas llenas de las oraciones de los santos, y una multitud que alababa a Dios y al Cordero. Juan y todas las huestes celestiales estaban a punto de ser testigos del contenido del rollo sellado que sólo el Cordero es digno de abrir. Sin embargo, al final del capítulo leemos este texto: “Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?” ¿Qué iría a desatar el Cordero para que todos, del más débil al más fuerte, del más pobre al más rico, del más indefenso al más poderoso deseara esconderse del rostro de Dios? El Cordero se disponía a abrir los sellos. Cuando pensamos en los siete sellos en el pergamino, no debemos imaginar una línea de sellos en el borde, cada uno reforzando la función del otro. Históricamente sabemos que se empleaban múltiples sellos en los documentos oficiales para controlar el acceso al material más confidencial. El que rompía el primer sello de un documento podía empezar a leerlo hasta llegar al siguiente sello, donde sólo una persona que más autoridad podría romperlo para seguir leyendo. No obstante, aquí vemos que el Cordero tiene autoridad de romper todos los sellos del documento para revelar los eventos finales de este sistema mundial bajo la maldición del pecado. Nos narra Juan cómo el Cordero abrió cada uno de los sellos. Al abrir el primero, Juan vio un caballo blanco que era el anticristo declarándose a sí mismo vencedor. El segundo sello reveló un caballo bermejo que tenía potestad de quitar la paz de la tierra y después, en el tercer sello, un caballo negro que traía el hambre generalizada a toda la Tierra. El cuarto sello reveló un caballo amarillo que tenía autoridad para matar la cuarta parte de la Tierra. Estos primeros cuatro sellos narran los eventos al principio de los últimos 7 años profetizados por Daniel (9:27). El anticristo que había prometido paz al mundo trajo en su lugar guerra, hambre y muerte. Cuando el Cordero abrió el quinto sello, vio Juan las almas de todos los que habían muerto por causa del evangelio, y estos clamaban a gran voz: “¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?”  Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos.” En este momento, los líderes mundiales que en un principio parecían haber traído paz al mundo, ahora se quitarán la careta, y la persecución será horrible. Al hambre, pestes y guerras se le sumarán los desastres naturales que se desatarán con el sexto sello, cuando, como Juan describe “he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra…” Pero justo en este momento, en medio de los desastres naturales de los primeros sellos, encontramos una escena consoladora. En el capítulo 7 Juan ve a un ángel con el sello de Dios que baja a la tierra para marcar los seguidores de Dios en la tierra. Es el cumplimiento de la profecía de Zacarías cuando Israel por fin reconocerá a su Mesías traspasado y se convertirá (Zacarías 12:10). Juan ve 12.000 sellados de cada tribu que salen por toda la tierra dando testimonio de Dios en medio de esta tribulación. El resultado de su testimonio es una gran multitud vestida de ropas blancas de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas delante del trono y en la presencia del Cordero (7:9). En el capítulo ocho volvemos al séptimo sello. Cuando se abrió, hubo silencio en el cielo como de media hora, y a siete ángeles puestos en pie delante del trono, a los cuales se les dio siete trompetas, y antes de que estos comenzaran a tocar las siete trompetas, vio Juan cómo un ángel se presentó ante el altar con las oraciones de todos los que invocan a Dios. Nos dice el texto que “se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones,” mostrando una vez más que Dios oye las oraciones constantes de sus hijos aquí en la tierra.  Y en medio de un gran estruendo sonaron las siete trompetas, una detrás de otra. Una plaga terrible en la tierra acompañaba el sonido de cada trompeta: granizo y fuego sobre la tierra y el mar, causando gran destrucción, astros caídos del cielo, causando muerte en tierra y mar, el sol y la luna dañados. Continuaron sonando la quinta y la sexta trompeta, y cayó otro gran astro, esta vez sobre tierra, causando la destrucción de parte de la atmósfera, dejando humo, oscuridad, y plagas de insectos destructores a la orden del maligno. Estos fenómenos tan horrendos me hacen pensar en las plagas de Egipto que leemos en Éxodo. Y nos dice el texto que aún así, aquellos que no murieron, no se arrepintieron. Juan estaba viendo ante sus ojos la maqueta de la destrucción del mundo como lo conocemos. Los desastres naturales que más hemos lamentado en diferentes zonas geográficas a lo largo de la historia del mundo, ocurrirán de golpe y a nivel mundial, cuando todo el mundo estará dirigido por un solo orden mundial. Esto lo anuncia la Biblia, y podemos creer que así será. Y es ante todo esto que esos versículos que hemos leído al principio tendrán lugar. El que entienda, se dará cuenta de que las oportunidades que habían tenido de buscar refugio bajo las alas del Altísimo ya habrán pasado. Creemos con gran esperanza que aquellos que hemos creído en Cristo no tendremos que experimentar estos eventos. Apocalipsis 3:10 indica que el arrebatamiento de la iglesia descrito en 1 Tesalonicenses 4 (16-17) ocurrirá, antes de desatar estos sellos. Cristo vendrá en las nubes para tomar consigo a aquellos que arrepentidos, han puesto su confianza en Él. (Los que hayan muerto, resucitarán primero  y los que en ese momento estén vivos se unirán a Cristo en las nubes.) La visión de los sellos y las trompetas es aterradora. Pero jamás debemos perder de vista el que está revelando estas verdades, el Cordero. La rebeldía del ser humano habrá llegado a su culminación y todo conducirá al gran enfrentamiento entre Cristo y anticristo. La buena noticia para nosotros es que no hay ningún misterio en el desenlace de este enfrentamiento. Nuestro Salvador saldrá victorioso sobre todos los que le han rechazado su oferta de salvación y han vivido en rebeldía. 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