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Adversarios del bien hacer

Entre la fruta variada del Espíritu encontramos cuatro que están conectadas entre sí por el propósito que estas cumplen. La paciencia, la benignidad, la bondad y la mansedumbre son elementos necesarios a la hora de vivir nuestra fe con los que nos rodean.

Santiago, en su epístola, reta a los oyentes diciendo, “Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.” Podemos tener mucha fe, pero la forma en que esta fe se manifiesta, dice Santiago, es en tu manera de vivirla con otros. Pablo, en Efesios 2:10 dice que hemos sido “creados en Cristo Jesús para buenas obras.” Y Pedro en su primera carta lo dice así en el 2:15 “Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos”.

Cuando conocemos a Cristo como nuestro Salvador, no nos lleva al cielo de inmediato. Nos deja aquí con el propósito de mostrar esta fe salvadora, para que quizás otros quieran también ir a Cristo para salvación. Es por esto que no nos podemos cansar de hacer el bien. Y Gálatas 6:19 nos anima diciendo: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.”

Las obras de la carne impiden que hagamos este bien que queremos y debemos hacer. Pablo describe esta lucha en Romanos 7:19 “​​Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.” Mas continua diciendo que gracias al Señor Jesucristo podemos vivir en el Espíritu, donde no hay condenación. Leemos en el 8:1 “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.”

¿Cuáles son estas obras de la carne que quieren destrozar el fruto del Espíritu? Pablo menciona enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, envidias y homicidios. Al leer esta lista, podemos observar una escalera, y a medida en que los sentimientos de odio aumentan, las consecuencias llegan a ser mayores. Los celos, las iras, las envidias llevan a enemistades, disensiones, pleitos y contiendas, y en una situación desenfrenada, estos pueden llegar a provocar incluso delitos de homicidio. Como contraste vemos la paciencia, la benignidad, la bondad, la mansedumbre. Esos dos grupos, nos dice Pablo, se oponen entre sí. El deseo de hacer el bien, la capacidad de esperar y muchas veces aguantar, soportando oprobio, la respuesta suave de la mansedumbre, nos dice la Biblia apacigua queel espíritu airado. (Prov. 15:1)

Cuando Jesús pidió amar al prójimo como a nosotros mismos, estaba pidiendo la humildad de Cristo descrita en Filipenses 2. Podríamos resumir la lucha entre estas obras de la carne y el fruto del Espíritu como una lucha entre el orgullo y la humildad. El orgullo nos llevará a defender siempre nuestra propia opinión, a pelear por que nuestra voluntad sea hecha, mientras que la humildad nos llevará a estimar al prójimo, y desear hacer el bien, porque esta es la voluntad de Dios.

Reconociendo que el orgullo es nuestro por la naturaleza pecaminosa, y que la paciencia, la benignidad, la bondad y la mansedumbre son regalos de Dios para nosotros, Romanos 12:21 nos deja un buen reto para hacer morir la carne y vivir poniendo en práctica el fruto del Espíritu:
“No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.”
Adversarios del bien hacer Entre la fruta variada del Espíritu encontramos cuatro que están conectadas entre sí por el propósito que estas cumplen. La paciencia, la benignidad, la bondad y la mansedumbre son elementos necesarios a la hora de vivir nuestra fe con los que nos rodean. Santiago, en su epístola, reta a los oyentes diciendo, “Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.” Podemos tener mucha fe, pero la forma en que esta fe se manifiesta, dice Santiago, es en tu manera de vivirla con otros. Pablo, en Efesios 2:10 dice que hemos sido “creados en Cristo Jesús para buenas obras.” Y Pedro en su primera carta lo dice así en el 2:15 “Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos”. Cuando conocemos a Cristo como nuestro Salvador, no nos lleva al cielo de inmediato. Nos deja aquí con el propósito de mostrar esta fe salvadora, para que quizás otros quieran también ir a Cristo para salvación. Es por esto que no nos podemos cansar de hacer el bien. Y Gálatas 6:19 nos anima diciendo: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.” Las obras de la carne impiden que hagamos este bien que queremos y debemos hacer. Pablo describe esta lucha en Romanos 7:19 “​​Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.” Mas continua diciendo que gracias al Señor Jesucristo podemos vivir en el Espíritu, donde no hay condenación. Leemos en el 8:1 “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” ¿Cuáles son estas obras de la carne que quieren destrozar el fruto del Espíritu? Pablo menciona enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, envidias y homicidios. Al leer esta lista, podemos observar una escalera, y a medida en que los sentimientos de odio aumentan, las consecuencias llegan a ser mayores. Los celos, las iras, las envidias llevan a enemistades, disensiones, pleitos y contiendas, y en una situación desenfrenada, estos pueden llegar a provocar incluso delitos de homicidio. Como contraste vemos la paciencia, la benignidad, la bondad, la mansedumbre. Esos dos grupos, nos dice Pablo, se oponen entre sí. El deseo de hacer el bien, la capacidad de esperar y muchas veces aguantar, soportando oprobio, la respuesta suave de la mansedumbre, nos dice la Biblia apacigua queel espíritu airado. (Prov. 15:1) Cuando Jesús pidió amar al prójimo como a nosotros mismos, estaba pidiendo la humildad de Cristo descrita en Filipenses 2. Podríamos resumir la lucha entre estas obras de la carne y el fruto del Espíritu como una lucha entre el orgullo y la humildad. El orgullo nos llevará a defender siempre nuestra propia opinión, a pelear por que nuestra voluntad sea hecha, mientras que la humildad nos llevará a estimar al prójimo, y desear hacer el bien, porque esta es la voluntad de Dios. Reconociendo que el orgullo es nuestro por la naturaleza pecaminosa, y que la paciencia, la benignidad, la bondad y la mansedumbre son regalos de Dios para nosotros, Romanos 12:21 nos deja un buen reto para hacer morir la carne y vivir poniendo en práctica el fruto del Espíritu: “No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.” read more read less

5 months ago #benignidad, #bondad, #enemistades, #homicidios, #ira, #lucha, #mansedumbre, #paciencia