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EL PRÍNCIPE Audio de Arturo Siso Sosa DE LOS PRINCIPADOS MIXTOS Capitulo 3 parte 3

EL PRÍNCIPE Audio de Arturo Siso Sosa DE LOS PRINCIPADOS MIXTOS Capitulo 3  parte 3
Nov 18, 2020 · 5m 43s

EL PRÍNCIPE Audio de Arturo Siso Sosa DE LOS PRINCIPADOS MIXTOS Capitulo 3 parte 3 Los romanos, en las provinces do las cuales se hicieron dueños, observaron perfectamente estas reglas....

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EL PRÍNCIPE Audio de Arturo Siso Sosa DE LOS PRINCIPADOS MIXTOS Capitulo 3 parte 3

Los romanos, en las provinces do las cuales se hicieron dueños, observaron
perfectamente estas reglas. Establecieron colonias, respetaron a los menos poderosos sin
aumentar su poder, avasallaron a los poderosos y no permitieron adquirir influencia on el
país a los extranjeros poderosos. Y quiero que me baste lo sucedido en la provincia do
Grecia como ejemplo. Fueron respetados acayos y etolios, fue sometido el reino de los
macedonios, fue expulsado Antíoco, y nunea los méritos que hicieron acayos o etolios
los llevaron a permitirles expansión alguna, ni las palabras do Filipo los indujeron a
tenerlo como amigo sin someterlo, ni el poder do Antíoco pudo hacer que consintiesen
en darle ningún Estado en la provincia. Los romanos hicieron en estos casos lo que todo
príncipe prudente debe hacer, lo cual no consiste simplemente en preocuparse de los
desórdenes presentes, sino también de los futuros, y de evitar los primeros a cualquier
precio. Porque previnidndolos a tiempo so pueden remediar con facilidad; pero si se
espera que progresen, la medicina llega a doshora, pues la enfermedad se ha vuelto
incurable. Sucede lo que los médicos dicen del tisico: que al principio su mal es dificil
do conocer, pero fácil de curar, mientras que, con el transcurso del tiempo, al no haber
sido conocido ni atajado, se vuelve ficil de conocer, pero dificil do curar. Asi pasa en las
cosas del Estado: los males que nacen on él, cuando se los descubre a tiempo, lo que sólo
es dado al hombre sagaz, se los cura pronto; pero ya no tienen remedio cuando, por no
haberlos advertido, se los deja crecer hasta el punto de que todo el mundo los ve.

Pero como los romanos vieron con tiempo los inconvenientes, los remediaron
siempre, y jamás les dejaron seguir su curso por evitar una guerra, porque sabian que una
guerra no se evita, sino que se difiere para provecho ajeno. La declaración, pues, a Filipo
y a Antioco en Grecia, para no verse obligados a sostenerla en Italia; y aunque entonces
podían evitaria tanto en una como en otra parte, no lo quisieron. Nunca fueron
partidarios de ese consejo, que está en boca de todos los sabics de nuestra epoca: hay que
esperarlo todo del tiempo”; prefirieron confiar en su prudencia y en su valor, no
ignorando que el tiempo puede traer cualquier cosa consigo, y que puede engendrar tanto
el bien como el mal, y tanto el mal como el bien.

Pero volvamos a Francia y examinemos si se ha hecho algo de lo dicho. Hablaré, no
de Carlos, sino de Luis, es decir, de aquel que, por haber dominado más tiempo en Italia,
nos ha permitido apreciar major su conducta. Y se verá cómo ha hecho to contrario
de lo que debe hacerse para conserver un Estado de distinta nacionalidad.

El rey Luis fue llevado a Italia por la ambición de los venecianos, que querían,
gracias a su intervención, conquistar la mitad de Lombardía. Yo no pretendo censurar la
decisión tomada por el rey, porque si tenia cl propósito de empezar a introducirse en
Italia, y carecía de amigos, y todas las puertas se le cerraban a causa de los desmanes del
rey Carlos, no podía menos que aceptar las amistades que se le ofrecían. Y habría
triunfado en su designio si no hubiese cometido error alguno en sus medidas posteriores.
Conquistada, pues, la Lombardía, el rey pronto recobró para Francia la reputación que
Carlos le babía hecho perder. Génova cedió; los florentinos le brindaron su amistad; el
marqués de Mantua, cl duque de Ferrara, los Bentivoglio, la señora de Furli, los señores
de Faenza de Pésaro, de Rímini, de Camerino y de Piombino, los luqueses, los paisanos
y los sieneses, todos trataron de convertirse en sus amigos. Y entonces pudieron
comprender los venecianes la temeridad de su ocurrencia: para apoderarse de dos
ciudades de Lombardía, hicieron al rey dueño de las dos terceras partes de Italia.



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Author Arturo Siso Sosa Caracas
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