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EL PRÍNCIPE Audio de Arturo Siso Sosa DE LOS PRINCIPADOS MIXTOS Capitulo 3 parte 2

Esto haría más segura y más duradera la posesión. Como ha heeho cl Turco con
Grecia; ya que, a despecho de todas las disposiciones tomadas para conserver aquel
Estado, no habría conseguido retenerlo si no hubiese ido a establecerse allí. Porque, de
esta manera, se ven nacer los desórdenes y se los puede reprimir con prontitud; pero,
residiendo en otra parte, se entera uno cuando ya son grandes y no tienen remedio.
Además, los representantes del príncipe no pueden saquear la provincia, y los súbditos
están mis satisfechos porque pueden recurrir a él fácilmente y tienen más oportunidades
para amarlo, si quieren ser buenos, y para temerlo, si quieren proceder de otra manera.

Los extranjeros que desearan apoderarse del Estado tendrían mis respeto; de modo que,
habitando en él, solo con muchísima dificultad podrá perderlo.

Otro buen remedio es mandar colonias a uno o dos lugares que sean come llaves de
aquel Estado; porque es precise hacer esto o mantener numerosas tropas. En las colonias
no se gasta mucho, y con esos pocos gastos se las gobierna y conserva, y sólo se
perjudica a aquellos a quienes se arrebatan los campos y las casas para darlos a los
nuevos habitantes, que forman una mínima parte de aquel Estado. Y come los
damnificados son pobres y andan dispersos, jamás pueden significar peligro; y en cuanto
a los demás, como por una parte no tienen motivos para considerarse perjudicados, y por
la otra temen incurrir en falta y exponerse a que les suceda lo que a los despojados, se
quedan tranquilos. Concluyo que las colonias no cuestan, que son mis fieles y entrañan
menos peligro; y que los damnificados no pueden causar molestias, porque son pobres y
están aislados, come ya he dicho.

Ha de notarse, pues, que a los hombres hay que conquistarlos o elirninarlos, porque
si se vengan de las ofensas leves, de las graves no pueden; así que la ofensa que se haga
al hombre debe ser tal, que le resulte imposible vengarse.

Si en vez de las colonias se emplea la ocupaci6n militar, el gasto es mucho mayor,
porque el mantenimiento de la guardia absorbe las rentas del Estado y la adquisición se
convierte en pérdida, y, además, se perjudica e incomoda a todos con el frecuente
cambio del alojamiento de las tropas. Incomodidad y perjuicio que todos sufren, y por
los cuales todos se vuelven enemigos; y son enemigos que deben temerse, aun cuando
permanezcan encerrados en sus casas. La ocupación militar es, pues, desde cualquier
punto de vista, tan inúitil como útiles son las colonias.

El príncipe que anexe una provincia de costumbres, lengua y organización distintas a
las de la suya, debe también convertirse en paladín y defensor de los vecinos menos poderosos,
ingeniarse para debilitar a los de mayor poderío y cuidarse de que, bajo ningún
pretexto, entre en su Estado un extranjero tan poderoso como él. Porque siempre sucede
que el recién llegado se pone de parte de aquellos que, por ambición o por miedo,
están descontentos de su gobierno, como ya se vio cuando los etolios llamaron a los
romanos a Grecia: los invasores entraron en las demás provincias llamados por sus
propios habitantes. Lo que ocurre comúnmente es que, no bien un extranjero poderoso
entra en una provincia, se le adhiren todos los que sienten envidia del que es más fuerte
entre ellos, de modo que el extranjero no necesita gran fatiga para ganarlos a su causa,
ya que en seguida y de buena gana forman un bloque con el Estado invasor. Sólo tiene
que preocuparse de que después sus aliados no adquieran demasiada fuerza y autoridad,
cosa que puede hacer fácilmente con sus tropas, que abatirán a los poderosos y lo
dejarán árbitro único de la provincia. El que, en lo que a esta parte so refiere, no
gobierne bien perderá muy pronto lo que hubiere conquistado, y aun cuando lo conserve,
tropezará con infinitas dificultades y obstáculos.


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EL PRÍNCIPE Audio de Arturo Siso Sosa DE LOS PRINCIPADOS MIXTOS Capitulo 3 parte 2

Esto haría más segura y más duradera la posesión. Como ha heeho cl Turco con
Grecia; ya que, a despecho de todas las disposiciones tomadas para conserver aquel
Estado, no habría conseguido retenerlo si no hubiese ido a establecerse allí. Porque, de
esta manera, se ven nacer los desórdenes y se los puede reprimir con prontitud; pero,
residiendo en otra parte, se entera uno cuando ya son grandes y no tienen remedio.
Además, los representantes del príncipe no pueden saquear la provincia, y los súbditos
están mis satisfechos porque pueden recurrir a él fácilmente y tienen más oportunidades
para amarlo, si quieren ser buenos, y para temerlo, si quieren proceder de otra manera.

Los extranjeros que desearan apoderarse del Estado tendrían mis respeto; de modo que,
habitando en él, solo con muchísima dificultad podrá perderlo.

Otro buen remedio es mandar colonias a uno o dos lugares que sean come llaves de
aquel Estado; porque es precise hacer esto o mantener numerosas tropas. En las colonias
no se gasta mucho, y con esos pocos gastos se las gobierna y conserva, y sólo se
perjudica a aquellos a quienes se arrebatan los campos y las casas para darlos a los
nuevos habitantes, que forman una mínima parte de aquel Estado. Y come los
damnificados son pobres y andan dispersos, jamás pueden significar peligro; y en cuanto
a los demás, como por una parte no tienen motivos para considerarse perjudicados, y por
la otra temen incurrir en falta y exponerse a que les suceda lo que a los despojados, se
quedan tranquilos. Concluyo que las colonias no cuestan, que son mis fieles y entrañan
menos peligro; y que los damnificados no pueden causar molestias, porque son pobres y
están aislados, come ya he dicho.

Ha de notarse, pues, que a los hombres hay que conquistarlos o elirninarlos, porque
si se vengan de las ofensas leves, de las graves no pueden; así que la ofensa que se haga
al hombre debe ser tal, que le resulte imposible vengarse.

Si en vez de las colonias se emplea la ocupaci6n militar, el gasto es mucho mayor,
porque el mantenimiento de la guardia absorbe las rentas del Estado y la adquisición se
convierte en pérdida, y, además, se perjudica e incomoda a todos con el frecuente
cambio del alojamiento de las tropas. Incomodidad y perjuicio que todos sufren, y por
los cuales todos se vuelven enemigos; y son enemigos que deben temerse, aun cuando
permanezcan encerrados en sus casas. La ocupación militar es, pues, desde cualquier
punto de vista, tan inúitil como útiles son las colonias.

El príncipe que anexe una provincia de costumbres, lengua y organización distintas a
las de la suya, debe también convertirse en paladín y defensor de los vecinos menos poderosos,
ingeniarse para debilitar a los de mayor poderío y cuidarse de que, bajo ningún
pretexto, entre en su Estado un extranjero tan poderoso como él. Porque siempre sucede
que el recién llegado se pone de parte de aquellos que, por ambición o por miedo,
están descontentos de su gobierno, como ya se vio cuando los etolios llamaron a los
romanos a Grecia: los invasores entraron en las demás provincias llamados por sus
propios habitantes. Lo que ocurre comúnmente es que, no bien un extranjero poderoso
entra en una provincia, se le adhiren todos los que sienten envidia del que es más fuerte
entre ellos, de modo que el extranjero no necesita gran fatiga para ganarlos a su causa,
ya que en seguida y de buena gana forman un bloque con el Estado invasor. Sólo tiene
que preocuparse de que después sus aliados no adquieran demasiada fuerza y autoridad,
cosa que puede hacer fácilmente con sus tropas, que abatirán a los poderosos y lo
dejarán árbitro único de la provincia. El que, en lo que a esta parte so refiere, no
gobierne bien perderá muy pronto lo que hubiere conquistado, y aun cuando lo conserve,
tropezará con infinitas dificultades y obstáculos.
EL PRÍNCIPE Audio de Arturo Siso Sosa DE LOS PRINCIPADOS MIXTOS Capitulo 3 parte 2 Esto haría más segura y más duradera la posesión. Como ha heeho cl Turco con Grecia; ya que, a despecho de todas las disposiciones tomadas para conserver aquel Estado, no habría conseguido retenerlo si no hubiese ido a establecerse allí. Porque, de esta manera, se ven nacer los desórdenes y se los puede reprimir con prontitud; pero, residiendo en otra parte, se entera uno cuando ya son grandes y no tienen remedio. Además, los representantes del príncipe no pueden saquear la provincia, y los súbditos están mis satisfechos porque pueden recurrir a él fácilmente y tienen más oportunidades para amarlo, si quieren ser buenos, y para temerlo, si quieren proceder de otra manera. Los extranjeros que desearan apoderarse del Estado tendrían mis respeto; de modo que, habitando en él, solo con muchísima dificultad podrá perderlo. Otro buen remedio es mandar colonias a uno o dos lugares que sean come llaves de aquel Estado; porque es precise hacer esto o mantener numerosas tropas. En las colonias no se gasta mucho, y con esos pocos gastos se las gobierna y conserva, y sólo se perjudica a aquellos a quienes se arrebatan los campos y las casas para darlos a los nuevos habitantes, que forman una mínima parte de aquel Estado. Y come los damnificados son pobres y andan dispersos, jamás pueden significar peligro; y en cuanto a los demás, como por una parte no tienen motivos para considerarse perjudicados, y por la otra temen incurrir en falta y exponerse a que les suceda lo que a los despojados, se quedan tranquilos. Concluyo que las colonias no cuestan, que son mis fieles y entrañan menos peligro; y que los damnificados no pueden causar molestias, porque son pobres y están aislados, come ya he dicho. Ha de notarse, pues, que a los hombres hay que conquistarlos o elirninarlos, porque si se vengan de las ofensas leves, de las graves no pueden; así que la ofensa que se haga al hombre debe ser tal, que le resulte imposible vengarse. Si en vez de las colonias se emplea la ocupaci6n militar, el gasto es mucho mayor, porque el mantenimiento de la guardia absorbe las rentas del Estado y la adquisición se convierte en pérdida, y, además, se perjudica e incomoda a todos con el frecuente cambio del alojamiento de las tropas. Incomodidad y perjuicio que todos sufren, y por los cuales todos se vuelven enemigos; y son enemigos que deben temerse, aun cuando permanezcan encerrados en sus casas. La ocupación militar es, pues, desde cualquier punto de vista, tan inúitil como útiles son las colonias. El príncipe que anexe una provincia de costumbres, lengua y organización distintas a las de la suya, debe también convertirse en paladín y defensor de los vecinos menos poderosos, ingeniarse para debilitar a los de mayor poderío y cuidarse de que, bajo ningún pretexto, entre en su Estado un extranjero tan poderoso como él. Porque siempre sucede que el recién llegado se pone de parte de aquellos que, por ambición o por miedo, están descontentos de su gobierno, como ya se vio cuando los etolios llamaron a los romanos a Grecia: los invasores entraron en las demás provincias llamados por sus propios habitantes. Lo que ocurre comúnmente es que, no bien un extranjero poderoso entra en una provincia, se le adhiren todos los que sienten envidia del que es más fuerte entre ellos, de modo que el extranjero no necesita gran fatiga para ganarlos a su causa, ya que en seguida y de buena gana forman un bloque con el Estado invasor. Sólo tiene que preocuparse de que después sus aliados no adquieran demasiada fuerza y autoridad, cosa que puede hacer fácilmente con sus tropas, que abatirán a los poderosos y lo dejarán árbitro único de la provincia. El que, en lo que a esta parte so refiere, no gobierne bien perderá muy pronto lo que hubiere conquistado, y aun cuando lo conserve, tropezará con infinitas dificultades y obstáculos. maquiavelo, nicolas maquiavelo, el principe de maquiavelo, spreaker, podcast, audio, arturo siso sosa. arturo ignacio siso sosa EL PRÍNCIPE Audio de Arturo Siso Sosa DE LOS PRINCIPADOS MIXTOS Capitulo 3 parte 2 Esto haría más segura y más duradera la posesión. Como ha heeho cl Turco con Grecia; ya que, a despecho de todas las disposiciones tomadas para conserver aquel Estado, no habría conseguido retenerlo si no hubiese ido a establecerse allí. Porque, de esta manera, se ven nacer los desórdenes y se los puede reprimir con prontitud; pero, residiendo en otra parte, se entera uno cuando ya son grandes y no tienen remedio. Además, los representantes del príncipe no pueden saquear la provincia, y los súbditos están mis satisfechos porque pueden recurrir a él fácilmente y tienen más oportunidades para amarlo, si quieren ser buenos, y para temerlo, si quieren proceder de otra manera. Los extranjeros que desearan apoderarse del Estado tendrían mis respeto; de modo que, habitando en él, solo con muchísima dificultad podrá perderlo. Otro buen remedio es mandar colonias a uno o dos lugares que sean come llaves de aquel Estado; porque es precise hacer esto o mantener numerosas tropas. En las colonias no se gasta mucho, y con esos pocos gastos se las gobierna y conserva, y sólo se perjudica a aquellos a quienes se arrebatan los campos y las casas para darlos a los nuevos habitantes, que forman una mínima parte de aquel Estado. Y come los damnificados son pobres y andan dispersos, jamás pueden significar peligro; y en cuanto a los demás, como por una parte no tienen motivos para considerarse perjudicados, y por la otra temen incurrir en falta y exponerse a que les suceda lo que a los despojados, se quedan tranquilos. Concluyo que las colonias no cuestan, que son mis fieles y entrañan menos peligro; y que los damnificados no pueden causar molestias, porque son pobres y están aislados, come ya he dicho. Ha de notarse, pues, que a los hombres hay que conquistarlos o elirninarlos, porque si se vengan de las ofensas leves, de las graves no pueden; así que la ofensa que se haga al hombre debe ser tal, que le resulte imposible vengarse. Si en vez de las colonias se emplea la ocupaci6n militar, el gasto es mucho mayor, porque el mantenimiento de la guardia absorbe las rentas del Estado y la adquisición se convierte en pérdida, y, además, se perjudica e incomoda a todos con el frecuente cambio del alojamiento de las tropas. Incomodidad y perjuicio que todos sufren, y por los cuales todos se vuelven enemigos; y son enemigos que deben temerse, aun cuando permanezcan encerrados en sus casas. La ocupación militar es, pues, desde cualquier punto de vista, tan inúitil como útiles son las colonias. El príncipe que anexe una provincia de costumbres, lengua y organización distintas a las de la suya, debe también convertirse en paladín y defensor de los vecinos menos poderosos, ingeniarse para debilitar a los de mayor poderío y cuidarse de que, bajo ningún pretexto, entre en su Estado un extranjero tan poderoso como él. Porque siempre sucede que el recién llegado se pone de parte de aquellos que, por ambición o por miedo, están descontentos de su gobierno, como ya se vio cuando los etolios llamaron a los romanos a Grecia: los invasores entraron en las demás provincias llamados por sus propios habitantes. Lo que ocurre comúnmente es que, no bien un extranjero poderoso entra en una provincia, se le adhiren todos los que sienten envidia del que es más fuerte entre ellos, de modo que el extranjero no necesita gran fatiga para ganarlos a su causa, ya que en seguida y de buena gana forman un bloque con el Estado invasor. Sólo tiene que preocuparse de que después sus aliados no adquieran demasiada fuerza y autoridad, cosa que puede hacer fácilmente con sus tropas, que abatirán a los poderosos y lo dejarán árbitro único de la provincia. El que, en lo que a esta parte so refiere, no gobierne bien perderá muy pronto lo que hubiere conquistado, y aun cuando lo conserve, tropezará con infinitas dificultades y obstáculos. read more read less

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