Me encantan los temas de consciencia, el pensamiento mágico es maravilloso, pero no hay que soñar sin tener los pies en la tierra. Decretar, hacer un mapa de visualización, afirmaciones, podcast de consciencia, entre miles de fórmulas que nos prometen los nuevos coaches o gurus del momento, está maravilloso. Con todo eso, lamentablemente hemos perdido el valor del esfuerzo y el trabajo interno. Si te metes una pastilla para curarte el dolor de cabeza, está bien, pero eso no te va a enseñar a lidiar con la frustración o lo que sea que haya causado tu jaqueca. Tomar pastillas para quitar el hambre y conseguir una figura esbelta a corto plazo, no te va a salvar de la ansiedad por la comida cuando dejes de consumirla, ni te va a quitar la creencia de que estás gord@ y no cumples con los estándares de belleza que la sociedad nos ha impuesto. Como dice mi querido amigo Luis: No hay respuestas fáciles a problemas difíciles.
No hay que olvidar que creer en una energía superior a nosotros es esencial. Como seres humanos siempre hemos tenido estas preguntas existenciales de ¿Cuál es el sentido de la vida?. Orar a la fuente universal o Dios, como gustes llamarlo, es una manera para estar en contacto con estas energías sutiles. Pero que no se nos olvide que también tenemos que poner de nuestra parte. Queremos todo a corto plazo porque lo saboreamos más rápido, pero bien es cierto que los grandes éxitos se van cultivando con el paso del tiempo.
El esfuerzo es como el cultivo de una semilla, que con el paso del tiempo hay que regar y cuidar, para que en el momento adecuado nos de sus frutos. El esfuerzo es amigo de la motivación y la constancia, no de la pereza y el desinterés.