El Regalo Que Nunca fue Mirado
Había una vez un hombre que recibió un regalo de un valor incalculable. Sin embargo, en lugar de mirar dentro de la caja de regalo, quedó cautivado por la bonita cuerda y la caja de colores. Observó los maravillosos colores: rojo, azul, morado, dorado y plateado y dijo: "Guau, qué colores tan asombrosos".
Miró y sintió la textura de la caja y la cuerda. “Se siente tan suave”, dijo, “estoy feliz solo con la caja y la cuerda. ¿Por qué tengo que perder el tiempo para mirar dentro?
Con el paso de los años, el hombre nunca abrió la caja para ver lo que había dentro, sino que pasaba todo el tiempo mirando la cuerda y la caja. Con el tiempo, la caja se pudrió y las polillas se comieron la cuerda. El regalo en el interior permaneció oculto, brillando su luz para que nadie lo viera. Todo lo que era visible era la caja fea y el hilo carcomido por las polillas, ambos desvaneciéndose. El regalo es como un diamante en una fea roca después de la erupción de un volcán. O fósiles en arcilla fangosa.
Cuando la caja y la cuerda empeoraron y perdieron por completo su belleza, fue tirado a la basura.
El hombre había olvidado que había algo dentro. En muchos sentidos, somos así. Cuando no sabemos qué tesoros tenemos, nos enfocamos en la imperfección. No vemos la obra perfecta de Cristo en ellos.