#OscarLeyva Oscar Leyva 2022 Las Mil y una Noche #12
Cuento del primer jeque
El primer jeque dijo:
«Sabe, ¡oh gran efrit! que esta gacela era la hija de mi tío[16], carne
de mi carne y sangre de mi sangre. Cuando esta mujer era todavía muy
joven, nos casamos, y vivimos juntos cerca de treinta años. Pero Alah no
me concedió tener de ella ningún hijo. Por eso tomé una concubina, que,
gracias á Alah, me dió un hijo varón, más hermoso que la luna cuando
sale. Tenía unos ojos magníficos, sus cejas se juntaban y sus miembros
eran perfectos. Creció poco á poco, hasta llegar á los quince años. En
aquella época tuve que marchar á una población lejana, donde reclamaba
mi presencia un gran negocio de comercio.
La hija de mi tío, ó sea esta gacela, estaba iniciada desde su infancia
en la brujería y el arte de los encantamientos. Con la ciencia de su
magia transformó á mi hijo en ternerillo, y á su madre, la esclava, en
una vaca, y los entregó al mayoral de nuestro ganado.
Después de bastante tiempo, regresé del viaje; pregunté por mi hijo y
por mi esclava, y la hija de mi tío me dijo: «Tu esclava ha muerto, y tu
hijo se escapó y no sabemos de él.» Entonces, durante un año estuve bajo
el peso de la aflicción de mi corazón y el llanto de mis ojos.
Llegada la fiesta anual del día de los Sacrificios, ordené al mayoral
que me reservara una de las mejores vacas, y me trajo la más gorda de
todas, que era mi esclava encantada por esta gacela. Remangado mi brazo,
levanté los faldones de la túnica, y ya me disponía al sacrificio,
cuchillo en mano, cuando de pronto la vaca prorrumpió en lamentos y
derramaba lágrimas abundantes. Entonces me detuve, y la entregué al
mayoral para que la sacrificase; pero al desollarla no se le encontró ni
carne ni grasa, pues sólo tenía los huesos y el pellejo. Me arrepentí de
haberla matado, pero ¿de qué servía ya el arrepentimiento? Se la di al
mayoral, y le dije: «Tráeme un becerro bien gordo.» Y me trajo á mi hijo
convertido en ternero.
Cuando el ternero me vió, rompió la cuerda, se me acercó corriendo, y se
revolcó á mis pies, pero ¡con qué lamentos! ¡con qué llantos! Entonces
tuve piedad de él, y le dije al mayoral: «Tráeme otra vaca, y deja con
vida este ternero.»
En este punto de su narración, vió Schahrazada que iba á amanecer,
y se calló discretamente, sin aprovecharse más del permiso.
Entonces su hermana Doniazada le dijo: «¡Oh hermana mía! ¡Cuán
dulces y cuán sabrosas son tus palabras llenas de delicia!»
Schahrazada contestó: «Pues nada son comparadas con lo que os
podría contar la noche próxima, si vivo todavía y el rey quiere
conservarme.» Y el rey dijo para sí: «¡Por Alah! No la mataré hasta
que haya oído la continuación de su historia.»
Después, el rey y Schahrazada pasaron toda la noche abrazados.
Luego marchó el rey á presidir su tribunal. Y vió llegar al visir,
que llevaba debajo del brazo un sudario para Schahrazada, á la cual
creía muerta. Pero nada le dijo de esto el rey, y siguió
administrando justicia, designando á unos para los empleos,
destituyendo á otros, hasta que acabó el día. Y el visir se fué
perplejo, en el colmo del asombro, al saber que su hija vivía.
Cuando hubo terminado el diván[17], el rey Schahriar volvió á su
palacio.
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